Capítulo 10

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Alexander

Hoy es el cumpleaños de Arianna, y lo celebrará en el palacio. Mis padres le dieron permiso, ellos la tratan como a su hija. Es la sobrina consentida de mi mamá, ya que soy su único hijo, y como ella no tiene una hija, la cuida como si fuera la hija que nunca tuvo.

Ahora mismo, me encuentro frente al espejo, ajustando mi camisa y preparando mi atuendo para la celebración. La ropa es elegante, pero sin exageraciones; no quiero llamar demasiado la atención, pero sé que la ocasión lo requiere.

Mis pensamientos vuelven inevitablemente a Aurora. A la idea de ir juntos al cumpleaños de Arianna, de cómo la mirarán los demás. Me pregunto cómo se sentirá ella en ese ambiente, si se adaptará con facilidad o si, como yo, sentirá la presión de las expectativas. Algo en mí se siente satisfecho de que esté dispuesta a acompañarme, aunque sé que gran parte de su decisión no es por mí, sino por la obligación que nuestro trato impone. Aun así, no puedo evitar desear que vea más allá de eso.

Termino de vestirme y me miro una última vez en el espejo, ajustando el cuello de mi chaqueta. Respiro hondo, sabiendo que la noche será una prueba, tanto para nosotros como para lo que nos espera en el futuro.

Salgo de la habitación y bajo las escaleras, donde el carruaje ya me espera. Los sirvientes abren las puertas, y me subo con facilidad, sabiendo que la próxima parada será la casa de Aurora.

Mientras el carruaje se mueve por las calles adoquinadas, mis pensamientos siguen en ella. El beso de anoche aún pesa en mi mente, un recordatorio de la atracción que hemos intentado contener. Pero por más que intente convencerme de que todo esto es solo una obligación, no puedo negar que la tensión entre nosotros es real, algo que va más allá del simple deseo.

Me pregunto cómo será verla esta noche, cómo reaccionará ante mí después de lo que pasó. ¿Seguirá manteniendo esa distancia cautelosa, o empezará a ceder, como yo lo he hecho, ante lo inevitable?.

El carruaje se detiene frente a su casa, y mis pensamientos se cortan de golpe. Un sirviente abre la puerta, y bajo lentamente

antes de que pueda acercarme a la puerta, ella ya sale. Se detiene en el umbral por un momento, y la veo bajar la mirada para ajustar un pliegue de su vestido. Es simple, pero elegante, de un tono profundo que realza la intensidad de sus ojos. Su cabello cae en ondas suaves, recogido apenas lo suficiente para que algunas hebras sueltas rocen su rostro.

Por un instante, me quedo allí, mirándola. Esa mezcla de firmeza y vulnerabilidad que siempre lleva consigo. Me pregunto si ella nota lo mucho que la observo, pero antes de que pueda pensarlo demasiado, levanta la mirada y nuestros ojos se encuentran. Hay una breve pausa, una conexión silenciosa que ninguno de los dos parece dispuesto a romper.

-Estás lista -digo, más como una afirmación que una pregunta.

Ella asiente, sin decir nada al principio, y da los últimos pasos para salir de la casa. Mientras se acerca al carruaje, extiendo mi mano. Al principio, parece dudar, pero finalmente toma mi mano, aunque de manera formal, con un gesto que recuerda que lo nuestro sigue siendo un trato, nada más.

La ayudo a subir, y una vez que estamos dentro, el carruaje comienza a moverse. El sonido de las ruedas sobre las calles de piedra llena el silencio entre nosotros, pero hay algo pesado en el aire, algo que ambos sabemos que está ahí, aunque ninguno quiera romper el equilibrio que hemos construido.

-Nunca había estado en el palacio para un evento como este -dice finalmente, su voz suave, pero cargada de curiosidad.

-No es nada especial -respondo, aunque sé que no es del todo cierto-Es una celebración familiar, pero sé que mi madre va a intentar hacer de esto algo más grande de lo que es. Para ella, todo lo relacionado con Arianna merece atención.

Aurora esboza una pequeña sonrisa, una que parece conocer bien ese tipo de presión.

-Parece que la adoras -comenta

-Mi madre la adora-corrijo suavemente-Para ella, Arianna es como la hija que siempre quiso. Yo... la cuido, como siempre he hecho. Aurora asiente, mirando por la ventana mientras el carruaje avanza. No dice nada más, pero siento que aún hay muchas preguntas en su mente.

El camino al palacio no es largo, pero el silencio entre nosotros parece hacerlo interminable. Mis pensamientos regresan una y otra vez al beso de anoche. Sé que ella lo ha sentido de la misma manera, esa tensión imposible de ignorar, pero también sé que ambos estamos jugando un juego peligroso, fingiendo que podemos mantenernos al margen.

Cuando el carruaje comienza a acercarse a las puertas del palacio, la realidad de lo que nos espera se hace más palpable. Es el momento de cumplir con nuestras obligaciones, de ser lo que los demás esperan de nosotros.

—Estamos aquí —digo, mientras el carruaje se detiene frente a las grandes puertas del palacio iluminado. La celebración ya ha comenzado, y el sonido de música y risas flota en el aire nocturno.

Aurora respira hondo, y puedo ver un ligero brillo de nerviosismo en sus ojos. Me acerco a la puerta y salgo primero, ofreciéndole mi mano una vez más para ayudarla a bajar. Ella la toma, esta vez con más confianza, aunque aún puedo sentir la distancia que intenta mantener.

Mientras nos dirigimos juntos hacia las puertas del palacio, sé que la noche apenas comienza, pero algo me dice que será más que una simple celebración familiar.

La Debilidad del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora