Capítulo 2. Pasado presente

42 3 0
                                    

Vagamos durante días por el profundo bosque, dando vueltas en círculo o tropezando cinco veces en la misma piedra. Hicimos un pequeño saco con harapos que encontramos en la cabaña, dónde durante el día íbamos guardando las provisiones que teníamos y por la noche servía de saco de dormir para Sam.


Al oscurecer decidimos relajarnos en un claro que todavía no habíamos pisado jamás. Era precioso. Los árboles, bajos y frondosos, daban el toque mágico que, junto al pequeño lago del centro, creaban armónicamente un paisaje de película. Nos dimos un buen baño refrescante en el lago, y, después de acostar a Sam, por fin me decidí a abrir la misteriosa bolsa. Acompañado de la tenue luz de una frágil vela, mis manos entraron en contacto con la portada de un libro, basta y dura como una piedra. La punta de mis dedos consiguieron descifrar desniveles en la portada, pero por culpa de la poca luz no conseguí entender nada.


Tras clavar los ojos en el antiguo libro, el mundo dio vueltas y vueltas,llevándome consigo. El libro era grande y extenso, pero me limité a leer las páginas marcadas.


"Relatos de una superviviente, las brujas de Pendle."

Era una mañana normal, una típica mañana lluviosa cerca del acantilado de Pendle Hill. Me levanté antes que ninguna, sabía que algo iba a pasar. La clarividencia era mi gran don. Todas las señales apuntaban a que hoy era el gran día, el gran buen día para todos ellos y el gran mal día para todas nosotras. Bajé al sótano, cogí las prendas de la muchacha de quince años que llegó anoche a nuestro aquelarre y pensé en la joven más admirable y bella que todo hombre pudiera desear. Mi piel empezó a cambiar, las pocas arrugas se estiraron hasta tener la piel más fina del mundo entero, mi cuerpo se estrechó y adelgazó. El pelo me creció formando tirabuzones dorados como el oro mientras mis mejillas se ensancharon y redondeaban. Sin decir nada, haciendo el mínimo ruido posible, salípor la puerta del jardín. Dando la vuelta más estúpida que uno pudiera imaginar llegué al pueblo, en el que me instalé silenciosamente. Me quedé a las puertas de una fábrica abandonada,no quería que nadie me viese. Antes de que los gallos empezaran a cantar, la gente del asqueroso pueblo salió de sus casas, y a ritmo de cantos eclesiásticos y alzando las herramientas del campo, se dirigieron a la pequeña mansión dónde nos alojábamos nosotras.Escondida entre la multitud, seguí todos sus pasos aterrada.Derribaron la puerta, y tres minutos más tarde sacaron a rastras a cinco mujeres, dos jóvenes y tres ancianas. Tenían las manos atadas, y, agarradas por los pelos, las llevaron a la plaza del pueblo. Cinco mástiles de madera estaban ahí, levantados por algunos hombres del pueblo al ser avisados que eran cinco las desgraciadas. Una a una, las ataron contra su voluntad. Mientras el pueblo las rodeaban entusiasmados, sus gritos inundaron el aire. A la vez que el fuego empezó a arder y su piel a deshacerse, sentía más y más miedo. Poco a poco sus cuerpos fueron desapareciendo entre un mar de fuego y de lágrimas. No eran más que curanderas que aseguraban curar enfermedades desconocidas y rameras que se atrevían a mover objetos con la mente y a crear fuego de la nada. Empujando ala multitud asombrada, me escabullí entre aquellos cuerpos sin alma alguna. Si ellos supieran..


Pequeñas chispas empezaron a recorrer mi cuerpo. Notaba el calor de las hogueras, y el miedo aterrador en sus rostros. Suspiré, me armé de valor y seguí leyendo.


Cada dos mil brujas nacidas, un brujo es el elegido. En cada generación desaparecían más y más brujas. Se acercaba el fin de la brujería.Aquelarres erradicados, cientos de brujas quemadas y arrastradas hacía el mismísimo infierno. Algunas, como yo, logramos escapar.Escapar de las garras de aquellas personas que no valoraban nuestro poder, que quemaban vivas o mataban a balazos de plata a muchachas acusadas de brujería mientras que las verdaderas brujas se escabullían entre la sociedad, protegidas en aquelarres en medio de grandiosas ciudades. Durante el día, simples estudiantes, enfermeras o profesoras. Durante la noche, brujas escondidas velando por el peligro.


Degeneración en generación, huyendo de los cazadores y depredadores,este libro inculca a las jóvenes proezas a controlar su poder oculto y a unirse con sus hermanos perdidos, luchando para subsistir en un mundo de ignorancia y maldad. Seas quien seas, seas cómo seas, si este libro a llegado a tus manos, eres uno de los nuestros. Da igual cómo o cuándo haya llegado a tus manos. Simplemente, lo eres.


Cerré el libro de un golpetazo. No quería ni podía leer más. Me estaba asustando, y mucho. Decidí intentar olvidar todo lo que había leído, pero era imposible. Algo dentro de mí, algo que llevaba oculto desde hacía mucho tiempo, empezaba a brillar cada vez que terminaba una frase. Quería saber más. Necesitaba saber más.

Me acerqué al lago para darme un baño refrescante, pero el cuerpo me pesaba mucho. El agua se volvía de colores morados y granates,creando remolinos infinitos. Cuándo quise darme cuenta estaba en una plaza, rodeado de una gran multitud. Era de noche, pero delante mío deslumbraban cinco grandes hogueras. Una muchacha me empujó, me miró a los ojos y la reconocí. Era ella. Era la chica del libro. Se acercó, y me besó los labios. Fue un beso frío, pero cuándo abrí los ojos estaba tumbado en el claro, empapado y desconcertado. Me dí media vuelta para dormir, sabiendo que podría experimentar un sueño más que real.

IncandescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora