Las cenizas se adherían a los grandes pies que, a pasos violentos, investigaban toda la zona. Con un simple gesto, un grupo de jóvenes salieron de entre la maleza y empezaron a recoger las cenizas y a almacenarlas en una especie de vitrina ovalada. Alumbrando con el fuego de otras almas perdidas, el grupo de desconocidos trabajó durante toda la noche, sin dejar rastro alguno de lo que fue aquella aldea, la vida de las personas y la esperanza de un nuevo comienzo.Sabían lo que hacían. Sabían lo que buscaban, y lo habían encontrado. Prender el aire había sido mucho más fácil de lo que imaginaban, se decían entre ellos. Pero uno de ellos, el más grande y fuerte, el más listo, el que tenía más poder, no estaba satisfecho con su logro. Las brujas no habían luchado, se habían dejado consumir por sus propias llamas. Estaba acostumbrado a luchar contra ellas, a cazar todo tipo de brujas, cada una diferente a la anterior, a encender la chispa y observar en silencio hasta sus últimos suspiros. Pero no a que se rindiesen tan fácilmente. No era su naturaleza. Se traían algo entre manos, lo tenía claro.
Con el mismo gesto, el batallón se desplegó, preparado para afrontar aquello a lo que esperaban con ansias.
Tenían un día y una noche de regreso para salir del bosque, pero se lo tomaron con calma. Nunca dispersos, y en fila india. El líder del batallón iba siempre delante, mirando a ambos lados y pendiente hasta del aleteo de las minúsculas aves que sobrevolaban el bosque. Los demás le seguían sin rechistar,cargados de mochilas transparentes llenas de ceniza de todo tipo.Cada vez que el chasquido de una rama o el rugido de un animal inundaba el aire, se lanzaban las manos a la cadera y agarraban con fuerza las pistolas y fusiles, cargados de balas de la plata más perfecta que existía, de aquella que atravesaba los cráneos de las brujas sin ningún esfuerzo. Hartos de la monotonía y de la larga travesía, el grupo hablaba y hablaba, pero jamás el sargento.Mientras los soldados disfrutaban corriendo entre las sombras,disparando en la sien y frente tiros mortales a brujas y recogiendo cenizas de almas calcinadas, el sargento Wilhelm despreciaba las aptitudes ciegas de los demás. Llevaba 20 años al mando de pequeños grupos de soldados y cabos, y 40 odiando a las brujas. Desde pequeño,su familia vivía resplandecida por el color del dinero y oscurecida por la caza de brujas. Las reuniones familiares en el bosque atrapando a varias brujas y las noches enteras estudiando los movimientos más gráciles delas ninfas del bosque habían hecho de aquel muchacho un absoluto peligro para todas ellas.
Sentados al borde del fuego, siendo la única fuente de luz en la penumbra dela noche, sacaron un montón de papeles arrugados y amarillentos.Después de una elección espontánea, el elegido sacó un rotulador rojo y marcó con una "X" la zona en la que se encontraba, un día atrás, la pequeña aldea. Echaron a reír y a beber armónicamente,hasta que Wilhelm se levantó. Sus ojos azules y profundos cómo el océano observaron a todos los que rodeaban el fuego. Señaló su mejilla, calcinada por las llamaradas de una bruja, y advirtió del peligro al que se sometían cada vez que acababan con un aquelarre.
- Pero podéis estar tranquilos, esta vez no hemos acabado con él por completo- anunció convencido con su voz profunda
Segundos después se dejó caer sobre la húmeda hierba, y no dijo nada más en todo el viaje.
Caminaron todo el día, siguiendo la dirección marcada, no les convenía para nada perderse y pasar una noche más allí.
Descansaron dos veces, al medio día y justo antes de anochecer, aprovechando el agua del río para refrescarse y quitarse de encima el calor del sol radiante.
Se acercaba la noche, pero se les acababa el tiempo a un ritmo atroz.Decidieron no parar esa noche, ya que si se apresuraban podrían pasar la noche en las suaves camas del campamento.
Cómo una pequeña hada perdida en un desierto, un niño pequeño, llorando y asustado, se plantó delante de ellos, en medio del camino. El pequeño, al ver alguien con vida, corrió hacía ellos y saltó encima de un soldado joven. Estaba sólo y asustado, así que decidieron llevárselo con ellos, no era más que un niño de unos dos años.
No le quitaron el ojo de encima en todo el camino. Vestía tan sólo con un mono harapiento y unas zapatillas de suela casi invisible. Tenía un precioso collar plateado, que cautivó a todos. De la mano de uno,o en los hombros de otro, se unió al batallón. Caminaron lo que quedaba de noche, llegando a su destino a la vez que vieron al sol salir. Ellos se encontraban en un suelo verde y frondoso, rodeados de árboles de enormes copas, mientras que cinco pasos adelante se extendía un terreno más firme y agradable, sin tanto misterio. A lo lejos se podía divisar las siluetas de su campamento y los campamentos vecinos. Se acercaron a un borde creado por la imaginación, rodeado de una finísima capa de magia blanca y negra,creando una combinación explosiva. Tan sólo había dos maneras de salir o entrar. O bien siendo conocedor del hechizo y poseedor de la fuerza suficiente para romperlo, o bien siendo un exitoso cazador de brujas. Wilhelm se acercó a la barrera mágica, y cuándo señaló la vía de salida, los soldados empezaron a salir de uno en uno,atravesando con sus cuerpos la fina membrana gelatinosa. El pequeño se acercó y revotó, cayendo al suelo. Apoyó ambas manos sobre el aire y, empujando con todas sus fuerzas, tan sólo consiguió hacerla membrana varios centímetros más gruesa. Nadie se percató del por qué, tan sólo del niño llorando y golpeando alrededor suyo.Wilheim se acercó y de un tirón le arrancó el collar que llevaba alrededor del cuello. Brillaba como una esfera, cada vez con más y más potencia. El pequeño pudo pasar sano y salvo, celebrándolo con los soldados. Antes de lanzar el collar al suelo, lo observó cautelosamente. El nombre de Sam, forjado sobre la piedra, brillaba con una luz tenue a medida que el pequeño se alejaba de lo que fue su gran bosque. Una sonrisa picara apareció entre sus labios,mientras que cruzaba la cúpula y se decía para sí mismo que la diversión estaba por llegar.
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Incandescente
FantasyCada dos mil brujas nacidas, un brujo es el elegido. La historia del joven Lance perdurará sellada eternamente en los escritos divinos. Una historia de lucha, pánico y guerra, aferrado a sus raíces y principios ancestrales. Tan sólo el tiempo dirá s...