Escena 1: La Trampa de la Serpiente
Orm abrió los ojos lentamente, sintiendo un dolor punzante en la cabeza. Se encontró en una habitación oscura y fría, con una cama de madera dura y un olor a humedad que la invadió. Un débil rayo de luz se filtraba por una pequeña ventana, revelando una habitación destartalada y polvorienta.
Trató de incorporarse, pero un dolor intenso le recorrió el cuerpo. Se había torcido el tobillo, y una herida profunda en su brazo sangraba lentamente. Su cuerpo estaba débil, adolorido, y la sensación de vulnerabilidad la invadió.
"¿Dónde estoy?", murmuró, su voz débil.
Una sombra se movió en la puerta, y un hombre alto y delgado entró en la habitación. Tenía el rostro cubierto por una capucha, y sus ojos brillaban con una luz fría.
"Estás en un lugar seguro", dijo el hombre, con una voz suave pero amenazante. "Al menos por ahora."
Orm sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. No reconocía al hombre, pero algo en su mirada le decía que no era alguien de confianza.
"Quién eres?", preguntó, su voz apenas un susurro.
"Soy alguien que puede ayudarte", dijo el hombre, acercándose a ella. "Pero primero, debes confiar en mí."
Orm sintió que la incertidumbre la invadía. ¿Podría confiar en este hombre? ¿O era otra trampa del Tigre de Siam?
El hombre se quitó la capucha, revelando un rostro curtido por el sol y una cicatriz que le cruzaba la mejilla. Sus ojos, oscuros y penetrantes, parecían leer sus pensamientos.
"Soy Kael", dijo el hombre, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Y soy uno de los hombres de La Serpiente Negra."
Orm sintió que el miedo la congelaba. La Serpiente Negra, un grupo de criminales despiadados que rivalizaban con su padre, el Dragón Dorado, por el control de Bangkok.
"¿Qué quieres?", preguntó, su voz temblando ligeramente.
"Tu padre es un hombre poderoso", dijo Kael, acercándose a ella. "Pero tiene un punto débil. Un talón de Aquiles. Tú."
Orm sintió que su corazón se hundía en el pecho. Sabía que su padre la protegía con celo, pero también sabía que era su punto débil.
"No te haré daño", dijo Kael, con una sonrisa fría. "Al menos no todavía. Pero necesito tu ayuda. Quiero dar de baja a tu padre, para eso necesito grabarte, dónde confieses todos los delitos de Thanawat, quiero que cuentes todo. Quiero que deje el control de Bangkok. Que nos deje gobernar."
Orm se sintió atrapada en una trampa. No podía traicionar a su padre, pero tampoco podía permitirse que le hicieran daño. Pero sí tenía qué elegir, prefería morir que traicionar a su padre.
"No puedo hacer eso", dijo, con voz firme.
"Tienes que hacerlo", dijo Kael, con una mirada amenazante. "Si no lo haces, te arrepentirás. Te arrepentirás mucho."
Escena 2: La Preocupación de Lingling
Lingling se acurrucó en el sofá de la sala de estar de su casa, envuelta en una manta gruesa. La lluvia había cesado, pero la humedad seguía impregnando el aire. Su padre, Somchai, estaba sentado frente a ella, con una expresión preocupada.
"No te preocupes, Lingling", dijo Somchai, tomando su mano. "Estoy aquí para protegerte."
Lingling asintió, pero su mente estaba llena de pensamientos confusos. No podía dejar de pensar en Orm. La cena, el dolor, el desprecio. ¿Habría estado bien? ¿Habría logrado escapar?
"No puedo dejar de pensar en ella", dijo Lingling, su voz temblando ligeramente. "Tengo miedo de que le haya pasado algo malo."
Somchai la miró con compasión. Sabía que Lingling sentía algo especial por Orm, a pesar de que ambas provenían de mundos distintos y sus familias eran enemigas.
"Sé que estás preocupada", dijo Somchai, con voz suave. "Pero confía en mí. Haré todo lo que esté a mi alcance para encontrarla."
Lingling asintió, pero no podía dejar de sentir una punzada de miedo en el corazón. Sabía que el mundo de Orm era peligroso, y que cualquier cosa podía pasarle.
"No puedo dejar de pensar en lo que le dijo esa noche", dijo Lingling, su voz llena de tristeza. "Me dijo que no podía estar con ella, que nuestros mundos eran distintos. ¿Qué significa eso? ¿Qué siente ella realmente?"
Somchai se quedó en silencio por un momento, pensando en las palabras de Orm. Sabía que la hija de Thanawat era una mujer compleja, con un pasado oscuro y un corazón lleno de secretos.
"No lo sé, Lingling", dijo Somchai, con voz sincera. "Pero lo que sí sé es que no debes perder la esperanza. Ella es una mujer fuerte, y estoy seguro de que encontrará la manera de salir de esta situación."
Lingling asintió, pero no podía dejar de sentir una punzada de dolor en el corazón. La incertidumbre la consumía, y el miedo a perder a Orm la atormentaba.
Escena 3: La Ira del Dragón
Thanawat, el Dragón Dorado, se había convertido en un volcán a punto de erupción. Su oficina, una fortaleza de acero y vidrio en el corazón de Bangkok, se había transformado en un remolino de actividad frenética. Hombres entraban y salían sin cesar, sus rostros reflejando la preocupación y la tensión que impregnaban el ambiente.
Thanawat, sin embargo, no se movía. Estaba sentado en su silla de cuero, su cuerpo rígido como una estatua de piedra. Su rostro, normalmente imponente y lleno de autoridad, ahora estaba marcado por la furia y la desesperación. Su mirada, antes penetrante, ahora estaba perdida en un mar de pensamientos oscuros.
Su hija, Orm, su primogénita, su consentida, había desaparecido. La habían secuestrado. La Serpiente Negra, ese grupo de criminales despiadados, se había atrevido a tocar a lo que más amaba.
La noticia había llegado como un golpe de martillo en su pecho. La furia lo había consumido, y no había espacio para nada más. Su mente se llenó de imágenes de Orm: su sonrisa, su mirada penetrante, su determinación. Era su hija, su sangre, su orgullo. No podía permitirse perderla.
"¡Encuéntrenla!", bramó, su voz resonando en la habitación con la fuerza de un trueno. "Busquen por todas partes. No se detengan hasta encontrarla. Sí le hacen daño... sí le hacen daño..."
Su voz se apagó, pero la furia en sus ojos sé intensificó. Su cuerpo temblaba de rabia contenida. No podía permitirse qué La Serpiente Negra le arrebatara a su hija. No podía permitirse qué le hicieran daño.
"No sé detengan hasta encontrarla", repitió, su voz ahora más fría y amenazante. "Sí esos malditos le hacen daño, sé arrepentirán de haberla tocado. Bangkok arderá."
Sus palabras resonaron en la habitación, llenándola de un silencio pesado. La furia del Dragón Dorado se había desatado, y nadie se atrevería a desafiarla.
Fin del capítulo 24
![](https://img.wattpad.com/cover/379631233-288-k999599.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Lingling Y Orm : La Mafia Y La Ley
FanfictionEn una historia con tus personajes favoritos de GL Tailandesa Tiene drama, romance, tragedia, acción, dolor con un toque de peligro y misterio.