La lluvia golpeaba el asfalto con fuerza, mientras tú corrías por la calle tratando de cubrirte con tu abrigo. El cielo gris hacía que las calles parecieran más vacías de lo normal, pero no te importaba. Habías tenido un día largo y solo querías llegar a casa, ponerte cómoda y dejar atrás el estrés.
De repente, en tu apuro, chocaste contra alguien. Te detuviste de golpe, con el agua cayendo en tu rostro, y fue entonces cuando lo viste.
Era él. Nicholas Chávez. El mismo actor que habías visto tantas veces en pantalla, pero ahora estaba frente a ti, empapado, con el cabello pegado a su frente y una sonrisa torcida en los labios.
—Lo siento, ¿estás bien? —preguntó él, extendiendo una mano para ayudarte a mantener el equilibrio.
Tu corazón dio un vuelco. Nunca habías imaginado encontrarte con alguien como él, y mucho menos de esta manera. Parpadeaste varias veces, intentando procesar lo que estaba ocurriendo.
—Sí, sí, estoy bien —respondiste, aunque apenas podías creer lo que estabas diciendo. Tu voz salió más temblorosa de lo que querías.
Nicholas te miró con curiosidad, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de reacciones, pero aún así parecía genuinamente preocupado.
—Es una locura cómo empezó a llover tan fuerte de repente —dijo, quitándose un poco de agua de los ojos—. ¿Tienes algún lugar cerca donde puedas refugiarte?
Miraste a tu alrededor, pero lo único que veías eran edificios y tiendas cerradas. No había muchos lugares donde resguardarse.
—Creo que no... —dijiste, todavía un poco aturdida por su presencia.
Él frunció el ceño por un momento, como si estuviera pensando en algo. Luego, sonrió y señaló un pequeño café al final de la calle, que todavía tenía las luces encendidas.
—¿Te parece bien si vamos ahí? —sugirió—. Nos secamos un poco y tomamos algo caliente. Prometo que no soy un loco peligroso, solo alguien que odia la lluvia tanto como tú.
Sonreíste ante su broma y asintiste. Caminaste junto a él hasta el café, intentando mantener la calma, pero por dentro te sentías como si estuvieras soñando. Al entrar al lugar, el calor y el aroma a café recién hecho te envolvieron, y ambos se sentaron en una mesa junto a la ventana, observando cómo la lluvia seguía cayendo.
—No suelo encontrarme con fans en medio de tormentas —dijo él, bebiendo un sorbo de su café—. Pero esto es diferente. Es como si el destino hubiera planeado este momento.
Te ruborizaste ante su comentario. No sabías qué decir. ¿Qué se le dice a alguien que has admirado desde lejos durante tanto tiempo?
—No soy muy buena con esto —confesaste, riendo nerviosamente—. Pero... he seguido tu carrera, y... bueno, admiro mucho tu trabajo.
Nicholas sonrió de una manera que hizo que te relajaras un poco más.
—Gracias, eso significa mucho. Pero ahora soy yo quien quiere conocerte un poco más. —Sus ojos brillaron con curiosidad—. ¿Cómo te llamas?
Le dijiste tu nombre, y él lo repitió en voz baja, como si quisiera grabarlo en su mente. El resto de la tarde pasó en un abrir y cerrar de ojos, con él haciendo preguntas sobre tu vida, tus intereses, y tú sintiéndote cada vez más cómoda a su lado. Era más accesible y divertido de lo que habías imaginado.
Cuando finalmente la lluvia se calmó y ambos se prepararon para despedirse, Nicholas te miró con una sonrisa cálida.
—Ha sido una tarde interesante. No siempre tengo la oportunidad de desconectar un poco y tener una conversación normal. Me alegra haber chocado contigo.
Tu corazón latía rápidamente, pero intentaste mantener la compostura. Nunca habías esperado que algo así sucediera, y mucho menos que pudiera sentirse tan... natural.
—Yo también me alegro —dijiste, sonriendo—. No todos los días choco con una estrella de cine bajo la lluvia.
Él rió, y en ese momento, sacó su teléfono y te miró con una ceja levantada.
—¿Te importaría si mantengo tu contacto? Me gustaría seguir hablando contigo... si no te parece raro.
No podías creer lo que estaba pasando, pero asintiste, dándole tu número con una mezcla de incredulidad y emoción. Te despediste de él, con la promesa de mantener el contacto, y te marchaste con una sonrisa que no desapareció en todo el camino a casa.
¿Quién iba a decir que un día común y corriente, bajo la lluvia, terminaría siendo el comienzo de algo increíble?