PALIZA

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La luz de la mañana entraba a través de las persianas a medio cerrar, y el primer sonido que Wade escuchó fue el suave gruñido de Mary Puppins mientras se estiraba sobre el sofá, su pequeño cuerpo acurrucándose a su lado. El hombre, con la manta enredada entre las piernas y el sueño interrumpido por pensamientos recurrentes de la noche anterior, abrió los ojos lentamente.

Desde allí podía oler el aroma del café recién hecho. Logan ya estaba despierto y se encontraba en la cocina.

Se levantó con pereza, estirándose. No había dormido bien y tenía los músculos tensos.
Arrastrando los pies, se dirigió hacia la cocina, donde su amigo aguardaba de pie frente a la cafetera, con una camiseta gris descolorida y los restos del pintalabios de Daisy ya desaparecidos de su cara.

—Buenos días, cielito —le dijo, intentando sonar despreocupado mientras se servía una taza de café.

Logan le echó una mirada de soslayo y no dijo nada, como si el cansancio mental pesara más que cualquier respuesta ingeniosa.
Wade no soportaba esa frialdad, esa distancia emocional que Logan siempre parecía imponer entre ambos.

—¿Qué? ¿Ni un "buenos días"? —insistió, probando otro enfoque. Se dejó caer en la silla con su café, observando cómo Logan bebía el suyo en silencio—. ¿Demasiado agotado después de la... gran noche con Daisy?

Logan suspiró, dejando la taza en la encimera.

—¿Vas a seguir con eso todo el día? —le preguntó, directo, con esa voz grave que a Wade le encantaba y odiaba a partes iguales.
—Bueno... Considerando que me dejaste abandonado en el pub durante media hora, gastándome el poco dinero que tenía en beber para pasar el rato... —Sonrió, aunque había algo en sus ojos que delataba su amargura—. Supongo que sí. Quizás un poquito.

Logan lo miró fijamente, como si estuviera evaluando si responder o simplemente dejarlo pasar. Pero Wade siguió hablando antes de que pudiera tomar una decisión:

—Mira, sé que no soy exactamente una portada de revista —Señaló su propio rostro antes de tomar un largo sorbo de café—, pero creo que puedo ser mejor que ella.
—¿De qué demonios hablas?
—Nada, cosas mías —Selló su boca llevándose la taza de café con leche a los labios.

Logan lo miró con seriedad.

—No todo gira en torno a ti, Wade. Desde que te conozco, no has parado de acosarme con preguntas referentes a mi orientación sexual y la inexistente atracción que te esfuerzas por asegurar que siento hacia ti —bufó, sintiéndose en parte aliviado por poder expresarse sin tapujos—. Tú y yo hemos salvado el mundo juntos, y fue muy heroico cómo estuvimos dispuestos a sacrificarnos por ello.
—¿Heroico? Más bien fue muy erótico. El momento de la camiseta... —Se mordió el labio inferior al recordarlo—. Y tú no dejaste que muriese. Porque me quieres.

El otro se pasó las manos por el rostro, exasperado.

—Porque era lo que tenía que hacer —sentenció—. Y ahora, si no es mucho pedir, me gustaría que me dejaras en paz de una puta vez, que dejes de perseguirme como lo hace la perra contigo, que me dejes a mi aire y te dediques a tus cosas. Yo me limitaré a coexistir a tu lado y al de Al, porque no tengo otra forma viable de hacerlo.

Wade, que se había terminado el café, se levantó de la mesa, desperezándose.

—¿Sabes qué? Tienes razón, Zarpitas. Hay vida más allá de tus abdominales —Llevó su taza vacía al fregadero y la dejó con aire despreocupado—. Llamaré a Daredevil y le pediré que seamos colegas follamigos que luchan contra el mal mientras se petan los culos.

Logan, que estaba tomando un sorbo de café, se detuvo al escuchar lo último. Durante unos segundos, su mano quedó inmóvil, la taza a medio camino hacia sus labios, mientras procesaba lo que Wade acababa de decir.
Su mandíbula se tensó ligeramente, como si algo lo incomodara, pero no dijo nada.

ERES LUZ EN MI OSCURIDAD (Poolverine)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora