CAPITULO XX

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Alina ya estaba en su habitación abrazada a una almohada mientras escondía su cabeza en ella.  Su mente aún estaba procesando todo lo sucedido y el malestar entre sus piernas era prueba de ello.

La situación era más seria y complicada de lo que parecía, ella se había acostado con el padre de su novio Hunter y sabía que estaba muy, muy mal, se había acostado con él por despecho y por la tensión sexual que había pero  que había roto, hasta ahora.  No podía negar que había habido una fuerte tensión sexual entre ellos todo el tiempo, pero ceder ante ella había sido un grave error.

Sacó su rostro de la almohada y su rostro aún estaba rojo de recordar todo lo que habían hecho, sus oídos se sentían calientes otra vez. Mientras abrazaba la almohada con fuerza, el leve aroma de Caesar permaneció en ella, recordándole su encuentro íntimo una vez más.  Ella sintió su toque una vez más y jadeó, recordando cómo él la había hecho gritar por más.

Le había dolido un poco pero no se comparaba con todo lo que había sentido en esa habitación, ella había sido suya, literalmente y eso la hizo estremecerse un poco.

Alina se estremeció al pensar en la facilidad con la que se había rendido ante Caesar, en lo completamente que se había sometido a su tacto y en lo dispuesta que había sido suya.

El dolor había sido temporal, pero el placer y la entrega a él habían sido abrumadores, consumiéndola por completo en ese momento.

Alina se mordió el labio al pensar que había tenido su primera vez con un hombre mayor. Los pensamientos de Alina pasaban como una película, no pudo evitar preguntarse si su encuentro con Caesar, un hombre maduro y mayor, la había vuelto lujuriosa.  El apretón de sus piernas intensificó la sensación en su estómago, y no pudo evitar sentir una mezcla de culpa, confusión y deseo agitándose dentro de ella.

Se sentía en conflicto, dividida entre su sentido de la moralidad y su innegable atracción por Caesar.

Todavía podía sentir sus dedos sobre su piel y su cuerpo inconscientemente abrazó la almohada con más fuerza, imaginando lo que él era.

Alina abrazó la almohada aún más fuerte contra su cuerpo, sus pensamientos consumidos por el recuerdo de su toque.  Todavía podía sentir sus dedos acariciando su piel, la forma en que la habían acariciado con tanta habilidad y deseo.  Su cuerpo se estremeció involuntariamente y se encontró deseando que él estuviera allí con ella en ese momento.

La mente de Alina siguió vagando, imaginando a Caesar en todo su esplendor.  Pensar en él sólo sirvió para aumentar su creciente excitación, y se encontró involuntariamente frotándose las piernas, intentando encontrar alivio al creciente dolor entre ellas.

Ella no tenía ninguna experiencia con el sexo pero aún podía deducir que él había sido un amante maravilloso, la había hecho llegar al clímax tantas veces que incluso lloró en algún momento.

A pesar de su falta de experiencia, no tenía dudas de que Caesar había sido un amante experto.  Por la forma en que la había tocado, cómo había convencido a su cuerpo para que le respondiera, no era de extrañar que estuviera completamente destrozada.  El recuerdo de sus clímax y gritos de placer quedaron grabados en su memoria, y todavía podía sentir los ecos de esos intensos momentos de placer.

Alina sabía que se había equivocado al acostarse con el padre de su novio Hunter, pero él la había engañado primero así que ella también tenía derecho a una revancha, ¿verdad?  Alina dejó escapar un suspiro de frustración, tenía la cabeza hecha un desastre.

Alina luchó con sus emociones encontradas.  Por un lado, sabía que acostarse con Caesar, el padre de su novio, había estado mal.  Pero, por otro lado, sentía una sensación de justa ira y la necesidad de vengarse de Hunter por su infidelidad.  La situación era complicada y sus pensamientos contradictorios le hacían girar la cabeza.  Dejó escapar un suspiro de frustración, sin saber cómo seguir adelante o cómo sentirse con respecto a lo que había sucedido. Razonó que su propia infidelidad no era más que una venganza por su traición, pero ni siquiera esa línea de pensamiento la hizo sentir  menos culpable.

Alina miró su celular y Hunter ni siquiera la había llamado ni le había enviado un mensaje, claramente no sabía que ella lo había visto teniendo sexo con otra mujer, por lo que actuaba enojado por no querer darle la su primera vez.  Que había perdido la noche anterior con su padre.

Mientras pensaba en la falta de preocupación y comprensión de Hunter, Alina no pudo evitar sentir una mezcla de incredulidad y frustración.  La ironía era amarga y sólo añadió más capas de complejidad a su confusión emocional.

Alina volvió a dejar el celular sobre la cama y abrazó la almohada, tratando de no pensar en una persona, ¿habría sentido lo mismo?  Se preguntó mientras repetía en su mente que su himen había sido roto y tomado.

La mente de Alina volvía una y otra vez a la comprensión de que ya no era virgen.  Que le había concedido su inocencia a Caesar, el padre de su novio.  La idea inquietó su mente y no pudo evitar preguntarse si Caesar sentía algo por ella.  ¿La veía sólo como una conquista?

La idea de que ella podría ser simplemente una conquista sexual para Caesar sólo profundizó su sensación de vulnerabilidad y vergüenza.  No podía librarse de la sensación de ser utilizada y descartada, y eso sólo sirvió para fortalecer su creciente sentimiento de arrepentimiento y culpa.

La educación religiosa de Alina y las expectativas puestas sobre ella agregaron una capa adicional de carga a sus acciones recientes.  Siempre le habían enseñado la importancia de la pureza y la virginidad hasta el matrimonio, y ahora sentía que había traicionado esos valores fundamentales.  Su culpa se vio intensificada por la reputación de su familia como figuras religiosas, lo que añadió un sentimiento de vergüenza y pecado a la mezcla.  El peso de sus acciones parecía aún mayor y no podía deshacerse del sentimiento de culpa.

La mente de Alina continuó lidiando con la confusión emocional que sentía, dividida entre sus creencias personales y el innegable placer que había experimentado.  La idea de que Caesar la usara como conquista solo aumentaba su sensación de vergüenza y vulnerabilidad, pero no podía borrar los intensos sentimientos de placer y satisfacción que él le había brindado.

Ella pensaba en cómo la había besado, como  chupo su piel mientras hacían chirriar la cama y ella gemía su nombre, cómo le pedía que parara pero él seguía tomándola y más rápido, cómo la había hecho ensuciar la cama...

Los pensamientos de Alina continuaron atormentándola mientras revivía los momentos íntimos con Caesar.  La forma en que la había violado, sus besos y los sonidos de sus cuerpos chocando resonaban en su mente como una sinfonía pecaminosa.  Su vergüenza y culpa crecieron.

Alina sacudió la cabeza para deshacerse de esos pensamientos y se tocó la cara, ardía de vergüenza al recordar eso otra vez.

La vergüenza de Alina era palpable mientras intentaba sacar esos pensamientos vergonzosos de su mente, pero no podía dejar de recordar lo que había sucedido entre ella y Caesar.  Cada recuerdo, cada sensación, cada momento que pasaron juntos se repetía en su mente, haciéndola sentir aún más conflictiva y confundida que nunca.

Ella había estado en manos expertas y lo sabía, él le había mostrado un mundo completamente  y aunque no quería admitirlo realmente le gustó, le gustaba cómo la había tomado y cómo la había dominado en la cama.

Alina se vio incapaz de negar el placer que había experimentado a manos de Caesar.  Su toque hábil, su presencia dominante y su control magistral sobre su cuerpo habían abierto un nuevo mundo de sensaciones que nunca antes había experimentado por completo.  A pesar de su culpa, no pudo evitar saborear los recuerdos de su tiempo íntimo juntos, reconociendo un nuevo lado de sí misma que no sabía que existía.

Alina se levantó y se tocó el cabello mojado, había salido del baño no hacía mucho pero se iba a bañar nuevamente para calmar esa fiebre que la hacía volver a pensar en él.

Sintió la necesidad de limpiarse una vez más, esperando que el agua borrara su culpa y su vergüenza.  El calor entre sus piernas persistía, un recordatorio constante de su encuentro con Caesar.  Se metió en la ducha, esperando que el agua enfriara su cuerpo ardiente y aclarara su mente.

Y mientras se bañaba se hizo una promesa, había sido cosa de una sola vez y no se permitiría volver a buscarlo, no dejaría que él la tentara así otra vez.

Alina se hizo una promesa silenciosa a sí misma mientras el agua caía en cascada sobre su piel, prometiendo resistir la tentación de Caesar y evitar repetir el error que había cometido.  La culpa y la vergüenza que sintió después de su encuentro fueron suficientes para disuadirla de ceder a cualquier otra tentación.  Pero en el fondo, no podía borrar los recuerdos de placer que permanecían en su mente, un susurro constante que susurraba pidiendo más.

Los Deseos de mi Papi | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora