CAPITULO XXXVI

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Alina miró a Caesar a través del espejo mientras él le abrochaba el sostén, el rubor en sus mejillas aún estaba presente y trató de peinarse el cabello desordenado con agua del fregadero.

Caesar terminó de abrocharle el sostén, sus dedos rozaron su piel con un toque suave antes de inclinarse y darle un ligero beso en su hombro desnudo.  La observó intentar arreglarse el pelo, con un destello de diversión en su mirada.

“Sabes”, murmuró en voz baja, su cálido aliento contra su cuello.  “Te ves más hermosa desordenada”.

“No lo digas por favor…” Habló ella mojándose también la cara, no estaba usando maquillaje así que no fue un problema para ella lavarse el rostro, tenía que quitarse el rubor de la cara antes de irse del baño.

Caesar se rió suavemente ante su petición, su aliento cálido contra su piel.  “Está bien, amor”, susurró, plantando otro ligero beso en su hombro.  La observó lavarse la cara, sus ojos se llenaron de una mezcla de cariño y deseo.

Una vez que ella terminó, él se apoyó contra la pared y la miró con una sonrisa en los labios.  “Pero puedes estar seguro de que estaré pensando en tus ‘gritos’ todo el día”, murmuró, su voz mezclada con un toque de maldad.

Alina lo miró con el rostro mojado y el ceño fruncido, parecía que él no estaba dispuesto a dejar morir el asunto y cerró el agua.

Caesar no pudo evitar reírse ante su ceño fruncido, sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y deseo.  “Ahora, ahora, amor”, murmuró, su voz llena de encanto, “No puedes esperar que un hombre olvide un sonido tan dulce tan fácilmente”.  Se alejó de la pared y se acercó a ella de nuevo, con una sugerente sonrisa jugando en sus labios.

Ella tomó la toalla de mano y se secó el rostro y las manos sin hacer caso a su comentario, dejó la toalla nuevamente en su lugar y giró para mirarlo, su sonrojo que quería desaparecer, nuevamente apareció al ver sus labios hinchados como los de ella.   “Me tengo que ir…” dijo suavemente mientras se acercaba a él, quería olerlo antes de irse.

Caesar la observó secarse la cara y las manos, con un brillo travieso en sus ojos mientras ella ignoraba su comentario anterior.  Cuando ella se giró para mirarlo, él levantó una ceja juguetonamente y una pequeña sonrisa en sus labios.  Pero a medida que ella se acercaba, él no pudo evitar sentir un destello de emoción al ver su sonrojo y sus labios hinchados.

Mientras ella inhalaba su aroma, él le rodeó la cintura con los brazos y la acercó a él.  “¿Ya te vas tan pronto?”  Bromeó, su voz era un susurro ronco.

“Si no voy, Hunter vendrá a buscarme…” habían estado en el baño durante 15 minutos y él se daría cuenta así que tenía que regresar a la habitación.

“Ah, siempre pensando en ese maldito niño”, murmuró Caesar en voz baja, su expresión se oscureció un poco ante la mención del nombre de Hunter.  Pero sabía que ella tenía razón, si se quedaban más tiempo, el riesgo de que él viniera a buscarla aumentaría.

A pesar de su molestia, la acercó a él y la abrazó con fuerza.  “Bien, entonces será mejor que te vayas”, dijo, su voz áspera pero mezclada con un toque de desgana.

Alina no dijo nada solo miró sus labios, ella tampoco quería irse. Ella respiró cerca de su piel, manteniendo su aroma mientras giraba sus tiernos ojos para que él la besara.

Caesar no pudo resistir la vista de ella mirándolo con tanta ternura.  Vio la invitación silenciosa en sus ojos, la necesidad y el deseo claros como el día.  Sin dudarlo, capturó sus labios en un profundo y tierno beso.  Sus brazos la rodearon con un agarre posesivo, acercándola mientras devoraba su boca.

El beso se intensificó, sus bocas se movieron juntas con una pasión frenética.  Las manos de Caesar recorrieron su cuerpo, tocando y explorando cada centímetro que podía alcanzar.  La habitación se llenó con el sonido de su respiración entrecortada y los suaves gemidos que escaparon de sus labios.  Era como si el mundo exterior no existiera, sólo estaban ellos, perdidos en el abrazo del otro.

Alina rompió el beso cuando empezó a volverse más intenso y caliente, sus brazos permanecieron en su cuello por un momento mientras tomaba aire, su respiración era dificultosa.

Caesar gimió suavemente cuando ella rompió el beso, su respiración se volvió entrecortada mientras ambos luchaban por recuperar el aliento.  Apoyó su frente contra la de ella, con sus brazos todavía alrededor de ella, abrazándola cerca.  “Maldita sea, mujer”, murmuró, su voz áspera y llena de deseo.  “Me vuelves loco.”

Alina sintió su rostro arder y no lo miró, su corazón dio un vuelco ante sus palabras, no sabía por qué pero la hacía sentir un poco tímida.  Soltó su cuello y sus brazos que la sostenían bajaron hacia los de ella, sus palabras de alguna manera la emocionaron.

Caesar se rió entre dientes ante su tímida reacción, una sonrisa tirando de las comisuras de sus labios.  No pudo evitar encontrar atractiva su inocencia y su timidez.  “No seas tímida ahora, amor”, bromeó, su voz era un susurro aterciopelado.  “Después de todas las cosas que hemos hecho, ¿todavía te sonrojas como una colegiala?”

Alina frunció el ceño pero no podía enfadarse con él, no podía cuando él la miraba así.   Ella unió su mirada a la de él y entrecerró sus ojos todavía tímidos.   “¿Podríamos vernos más tarde?”   Tan pronto como se escapara de Hunter tendría mucho tiempo.

Una sonrisa maliciosa curvó sus labios ante su sugerencia.  “Entonces quieres más, ¿verdad?”  Bromeó, su voz llena de un tono sugerente.  Un brillo astuto brilló en sus ojos mientras estudiaba su expresión tímida.

Se hacercó, su cuerpo presionó contra el de ella y su pulgar trazó suaves patrones en su cadera.  “Me gusta esa idea”, murmuró, con la boca flotando cerca de su oreja.

“Oye…” ella se quejó un poco ante sus burlas y su rostro se puso un poco más rojo pero era cierto, quería estar con él un poco más.   Sus dedos tocaron su mano que había tocado muchas partes de ella y la acariciaba.   Sus manos sabían tocar a una chica como ella.

Caesar se rió entre dientes ante su protesta juguetona, sus ojos brillaron con diversión mientras su rostro se sonrojaba de un tono rojo aún más profundo.  Le encantaba el efecto que tenía en ella, lo nerviosa que se ponía bajo su toque.

Cuando ella tomó su mano, él envolvió sus dedos alrededor de los de ella, su piel callosa acarició suavemente su suave carne.  Su mirada se clavó en la de ella mientras ella pasaba su mano por su cuerpo.  “Te gusta lo que estas manos pueden hacerte, ¿no?”  murmuró, su voz era una provocación profunda y sensual.

“Ellos conocen todos esos pequeños y dulces lugares”, continuó, y su voz se convirtió en un susurro ronco mientras se acercaba.  “Aquellos que te hacen temblar y jadear.”  Su mano trazó un camino por su columna, su toque era a la vez sensual y provocativo.

“Zar…” Susurró en un susurro y ahora quería irse aún menos cuando él la tocaba así.   “Puedo escabullirme a tu habitación cuando termine…" continuó mientras se aferraba a su cordura.

La sonrisa de Caesar se amplió ante su súplica susurrada, el sonido de su apodo en sus labios le provocó un escalofrío por la espalda.  “Sabes que me estás poniendo muy difícil dejarte ir”, gruñó suavemente, su mano todavía explorando su espalda en círculos lentos y tortuosos.

Ante su sugerencia de colarse en su habitación, su expresión se oscureció con una mezcla de deseo y satisfacción.  “¿Sí? ¿Vas a colarte en mi habitación en plena noche, amor?”  preguntó, su voz llena de promesa posesiva.

“¿Tuviste suficiente de eso?”   Preguntó mirándolo, lo habían hecho rápido y sin tiempo para disfrutarse como es debido, un polvo rápido había sido excitante pero no había tiempo para mucho.

Caesar se rió suavemente ante su pregunta, sus ojos recorriéndola con una mirada ardiente.  “Ni siquiera cerca”, admitió, con voz baja y áspera.  “Apenas tuvimos tiempo para saborearnos el uno al otro”.

Se acercó, su cuerpo presionó contra el de ella una vez más mientras sus manos recorrían sus curvas.  “Hay mucho más que quiero hacer contigo, amor”, murmuró, sus labios rozando su oreja.  “Hay mucho más que quiero mostrarte”.

“Alina, ¿estás ahí?”   Se escuchó una voz al otro lado de la puerta del baño, era Hunter.

Alina rápidamente palideció cuando escuchó su voz y miró su teléfono celular.  Llevaba 20 minutos encerrada en el baño y había venido a buscarla.

La expresión de Caesar se oscureció cuando escuchó la voz de Hunter afuera de la puerta del baño.  Podía sentir a Alina tensarse a su lado, su color desapareciendo de su rostro ante el sonido de la voz de su novio.

Maldijo por dentro, sabiendo que se les había acabado el tiempo.  “Maldita sea”, murmuró en voz baja, apretando su cadera con más fuerza.

Alina rápidamente cubrió la boca de Caesar con sus manos asustadas y se aclaró la garganta.   “¡Sí, soy yo! ¡Ya voy!”   Gritó detrás de la puerta, realmente no esperaba que viniera a buscarla.

Los ojos de Caesar se abrieron momentáneamente por la sorpresa cuando ella le tapó la boca, pero rápidamente reprimió cualquier reacción.  Maldijo en silencio su mala suerte por haber sido interrumpido justo cuando las cosas se estaban calentando.

Mientras ella le gritaba su respuesta a Hunter, él contuvo una risa, divertido por la situación en la que se encontraban. Su mirada se fijó en la de ella, con una mezcla de molestia y emoción en sus ojos.

Le quitó la mano de la boca y se acercó, su aliento cálido contra su oreja.  “Será mejor que te deshagas de él rápidamente”, susurró, su voz era un gruñido oscuro.  “Porque cuando vuelvas, no dejaré que me dejes otra vez”.

Él le dio un beso rápido y posesivo antes de dar un paso atrás, sin dejar de mirarla a los ojos.

“Cariño, ¿estás bien? Has estado allí durante casi media hora”.   Volvió a hablar Hunter, parecía un poco preocupado de que algo había pasado dentro y él no se había dado cuenta.

“¡Estoy bien! ¡Ya voy, dame un minuto!”   Gritó con la voz un poco temblorosa por el beso que Caesar le había dado.   “Me tengo que ir…” susurró contra sus labios, la situación se había vuelto peligrosa y tenía que salir del baño.

Los labios de Caesar se curvaron en una sonrisa ante su voz temblorosa, una parte de él saboreaba la idea de que él era responsable de ese efecto en ella.  Pero ante sus palabras susurradas, su expresión se endureció y su agarre en su cadera se hizo más fuerte.

“No te vayas todavía”, murmuró, su voz era un gruñido bajo.  No pudo reprimir el deseo posesivo de mantenerla con él, de no entregársela a Hunter todavía.  “Necesito un momento más…”

Alina estaba atrapada entre la espada y la pared, Caesar parecía no querer dejarla ir y Hunter la estaba esperando afuera, estaba muy tensa y no sabía qué hacer.

  “Iré a tu habitación, esperaré allí”.   Susurró, depositando un beso en sus labios mientras se alejaba un poco de él.   Tenía que salir de allí.

Caesar dejó escapar un profundo gruñido de aprobación ante su promesa susurrada, y su agarre en su cadera se aflojó de mala gana.  Pero la posesividad en sus ojos no disminuyó, observando con una mirada ardiente mientras ella daba un paso atrás.

“Será mejor que vengas a mí rápidamente”, gruñó suavemente, su voz era una oscura advertencia.  “No estaré muy contento si me haces esperar.”

“Lo prometo.”   Se acercó nuevamente a él y le dejó otro beso en los labios, fue su beso de despedida.

Caesar le devolvió el beso, su boca capturando la de ella en un beso posesivo y reclamante.  La abrazó cerca por un momento más, saboreando su sabor por última vez antes de dejarla ir de mala gana.

Él la miró con ojos intensos e inquebrantables mientras ella retrocedía hacia la puerta.  “Será mejor que cumplas tu promesa, amor”, murmuró, su voz era una oscura advertencia.  “O tendrás que lidiar conmigo.”

Alina se despidió en un susurro antes de abrir la puerta y salir para encontrar a un Hunter listo para tocar la puerta del baño nuevamente.

  “Hola…” le dijo a Hunter con una sonrisa nerviosa mientras cerraba la puerta.

La expresión de Hunter se convirtió en sorpresa cuando vio a Alina salir del baño con expresión nerviosa.

   “Oye… ¿Estás bien?”    Le preguntó, levantando una ceja mientras bajaba la mano.    “Estuviste allí por mucho tiempo. Me estaba preocupando”.

“Lo siento, solo estaba discutiendo con mamá que me llamó para ver dónde estaba…” Mintió alejándose de la puerta y sintiéndose fatal por mentir.   “¿Llegué demasiado tarde? Se me acabó el tiempo…” dijo caminando hacia la habitación de Hunter.

Hunter la siguió y su expresión se suavizó cuando ella mencionó que había estado hablando con su madre.  Él la creía, no había motivos para desconfiar de ella.

“Está bien”, la tranquilizó con una pequeña sonrisa, rodeando su cintura con un brazo mientras caminaban hacia su habitación.  “Llegas justo a tiempo. Nunca llegas tarde para mí”.

“¿Qué tal si estudiamos una parte por hoy? Mamá quiere que vuelva a casa pronto”.   Dijo entrando a la habitación mientras Hunter le abría la puerta.

Hunter se rió entre dientes y cerró la puerta detrás de ellos mientras entraba a la habitación.

“Por supuesto”, estuvo de acuerdo con una sonrisa, caminando hacia su escritorio y tomando una pila de libros.  “Entonces nos concentraremos en estudiar por un tiempo”.

Acercó una silla y se sentó, indicándole que se reuniera con él en el escritorio.

Alina se sentó en la silla a su lado, sus hombros casi tocándose.  Hunter comenzó a hojear las páginas de los libros, señalando diferentes secciones y preguntándola sobre conceptos clave.

Mientras estudiaban juntos, Hunter la miraba de vez en cuando, podía sentir algo extraño en ella, normalmente no era una persona nerviosa, más bien era de carácter suave, así que no pudo evitar  preguntarse qué tenía entre manos.

Los Deseos de mi Papi | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora