Capitulo 9

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Creditos al autor (a): Rukiaharuno

Había perdido la cuenta de bebidas que Ino presionó contra mi mano, diciéndome que, como ella era el conductor designado, yo tenía que beber por dos.
—Tampoco puedo tocar a ninguno de eso chicos caliente, de todos modos, así que tengo que vivirlo indirectamente. Ahora termínate tu margarita, deja de fruncir el ceño, y mira a uno de esos chicos hasta que él sepa que no va a perder el miembro por invitarte a bailar.
—¡No estoy frunciendo el ceño! —junté mis cejas, obedeciendo y vaciando
mi bebida. Hice una mueca.
El tequila barato se negó a permanecer oculto bajo la mezcla de la margarita, más barata aún, pero eso es lo que consigues por no cubrir los cargos y bebidas de cinco dólares.
Aún era relativamente temprano, el pequeño club que decidimos ocupar esta noche no estaba muy lleno de estudiantes y pueblerinos que se dejarían caer pronto. Ino, Ten ten y yo reclamamos una esquina de la vista casi vacía.
Después de haber derribado las bebidas y equipadas perfectamente, me moví con la música, perdiéndome gradualmente mientras me reía de las poses de porrista de Ino y los movimientos de vallete de Ten ten.
El primer chico que se nos acercó se dirigió a Ino, pero ella sacudió su cabeza y vocalizó con sus labios la palabra novio. Ella lo giró hacia mí y pensé: Esa soy yo: sin novio. Si más relación.
Sin más Kiba. Sin más Tú eres mi Cerezo.
—¿Quieres bailar? —gritó el chico sobre la música, moviéndose como si estuviera listo para desaparecer si me negaba. Asentí, ahogando el dolor sin sentido, casi físico. Era la no novia de alguien, por primera vez en tres años.
Nos movimos a un espacio abierto a unos cuantos metros de Ino y Ten ten, quien también tenía novio. No me tomó mucho averiguar que ellas dirigirían a cada chico que les pidiera bailar hacia mí.
Era su proyecto mascota de esa noche.
Dos horas después, había bailado con tantos chicos que no podía recordar, esquivando manos peligrosas y rechazando cada bebida que Ino me ofrecía.
Una mesa alta al lado de la pista estaba llena de gente, nosotras apoyamos las caderas en los taburetes que la rodeaban, mirando la actividad de ligue de alrededor.
Cuando Ten ten volvió saltando y haciendo piruetas de su camino al baño, le pregunté si podíamos irnos ya, y Ino me echó una mirada que se reservaba generalmente para los clientes mal educados del restaurante. Sonreí hacia ella y sorbí mi bebida.

Cuando el próximo chico se acercó por detrás de mí, supe inmediatamente
que Ino y Ten ten lo aprobaban, porque sus ojos se ampliaron simultáneamente, y se centraron sobre mi hombro. Unos dedos rozaron la parte de atrás de mi brazo, y yo tomé una profunda respiración y exhalé antes de girarme.
Cosa buena, también, porque era Naruto el que estaba parado ahí, sus ojos cayeron en mi escote por una milésima de segundo.
Él me miró a los ojos y elevó una ceja, sin disculparse por mirar. Los tacones de mis botas estaban matándome los pies, pero no eran lo suficientemente altos para poder mirarlo a los ojos.
En vez de elevar la voz como todos los demás, él se inclinó cerca de mí y me susurró: —¿Bailas conmigo? —Sentí su respiración caliente e inhalé la esencia de su loción de afeitado, algo básico y masculino, antes de que él se retirara, con sus ojos sobre los míos, esperando una respuesta. Un entusiasta empujón entre mis hombros me dio el voto de Ino—: Ve a bailar con él.
Asentí, y tomó mi mano para hacer el camino hacia la pista, maniobrando entre la multitud, que se apartaba fácilmente para él.
Una vez alcanzamos el piso de roble desgastado, se volvió y me empujó cerca, nunca soltando mi mano. Como encontramos el ritmo de la canción lento, bailando juntos. Unió mi otra mano a la suya y puso ambas detrás de mi espalda, gentilmente manteniéndome captiva. Mis pechos contra su pecho y luché por no jadear por el sutil contacto.

No había dejado que nadie me tocara en toda la noche, rechazando
categóricamente todos los bailes lentos. Mareada por los débiles pero abundantes margaritas, cerré mis ojos y dejé que él me guiara, diciéndome a mí misma que esa diferencia la hacía el alcohol en la sangre, nada más.
Un minuto más tarde, él liberó mis dedos, paseó sus manos a través de la parte baja de mi
espalda, y mis manos se movían por su bíceps.
Sólidos, como sabía que serían. Siguiendo aquel camino, mis manos encontraron sus hombros igual de duros.
Al final enganché mis dedos por detrás de su cuello y abrí mis ojos.
Su mirada era penetrante, sin dudar un momento, y mi pulso golpeaba bajo su escrutinio silencioso. Al final me estiré hacia su oreja, y él se inclinó para escuchar mi pregunta. —Ah... Así que, ¿cuál es tu especialidad? —suspiré. De reojo vi torcerse la esquina de su boca. —¿RÉl se rió, y sentí las vibraciones de su pecho a través del mío. —¿Si no hablamos? —sus manos en mi cintura se apretaron un poco más, con los pulgares presionando en mis costillas y sus dedos aún en mi espalda.
Parpadeé por un momento, sin entender lo que sus palabras implicaban, y al siguiente sabiéndolo sin dudas.
—No sé a lo que te refieres —mentí.
Él se inclinó hacia mí aún más, su mejilla rozando contra la mía mientras murmuraba. —Sí, lo sabes. —Me golpeó de nuevo su esencia, limpia y sutil, a diferencia de las colonias modernas que Kiba prefería, las que siempre parecerían dominar cualquier olor que usara.
Sentí el impulso de llevar mis dedos sobre su rostro y pasarlos por su mandíbula recién afeitada, la sexi barba de ayer se había ido. Su piel no enrojecería la mía ahora si me besara, fuertemente. No sentiría nada más que su boca contra la mía, o tal vez ese pequeño anillo en el borde de su labio...
El errante pensamiento hizo que mi respiración se atrapara.
Cuando sus labios tocaron justo el sur del lóbulo de mi oreja, pensé que a lo
ealmente quieres hablar sobre eso? —Mantuvo la cercanía, nuestros torsos apretados desde el pecho hasta los muslos, al parecer esperando mi respuesta.
No podía recordar la última vez que estuve tan llena de deseo puro, incondicional.
Tragué. —¿Entonces de qué quieres hablar?
mejor podría pasar.
—Vamos a bailar —dijo. Echándose hacia atrás lo suficiente para mirarme a
los ojos, dibujó mi cuerpo contra él suyo, y mis piernas obedecieron cuando él dijo
vamos.
Santo Dios, ¿Quién era ese chico ardiente? —Con cuidado, Ino maniobró el Volvo Sedan amueblado de su papá en torno a las personas que caminaban borrachas por el estacionamiento—. Si no estuviera sobria, pensaría que él era un producto de mi imaginación, hambrienta de sexo.
—Psshh —murmuré, con los ojos cerrados, la cabeza dándome vueltas, colgando hacia atrás contra el reposacabezas
—. Ni siquiera me hables de estar hambrienta de sexo. —Ino me agarró la mano y la apretó.
—Oh, mierda. Lo siento, S. me había olvidado.
Habían pasado tres semanas desde mi separación, pero no estaba dispuesta a revelar el hecho de que habían pasado más de cuatro semanas... tal vez cinco, desde la última vez que había estado en toda intimidad.
Debería haber visto la falta de interés de Kiba como un signo de lo que era, en lugar de darle justificaciones en mi cabeza, él estaba ocupado con las obligaciones de fraternidad, mientras yo encajaba al menos dos horas de práctica al día —más cuando tuve el ensayo conjunto. Él tenía su línea —un promedio de calificaciones para mantener, y yo tenía clases de música para dar.

Un minuto más tarde, Ten ten elevó la voz desde el asiento trasero.
—¡No has respondido a la pregunta, Sakura! —Su discurso era casi como arrastrando las palabras, al igual que el mío, mi nombre pronunciado en tres sílabas distintas, como tres palabras separadas
¿Quién era ese hombre hermoso?, y lo más importante, ¿por qué no resuelves tu hambruna de sexo con él? ¡Santo infierno, creo que estaría dispuesta a arrancar a Neji fuera de la cama
por una noche con ese hombre!
—Zorra. —dijo Ino, poniendo los ojos en su espejo retrovisor. Ten ten se echó a reír.
—En este caso... infiernos. Sí.
Ambas se quedaron en silencio, mirándome fijamente, esperando a que revelara quién era él. Mentalmente ordené todo lo que sabía acerca de Naruto. Me había salvado del ataque de Deidara, cosa que no le había contado a nadie. Había golpeado la mierda de Deidara, algo que tampoco había contado a nadie.
Él me había mirado a lo largo de economía el miércoles, y luego me había ignorado por completo el viernes, cosa que no le había contado a nadie.
Trabajaba en el Starbucks. Y él me preguntaba si yo estaba bien... pero no me lo había preguntado esa noche.
Esa noche había sido otra cosa. Por acuerdo tácito, había bailado varias danzas sin parar, lento, rápido, y todo lo demás. Sus manos nunca salieron de mi cuerpo, lo que provocó un aumento de la nostalgia que no había sentido en un muy largo tiempo —más de cuatro o cinco semanas. Sus manos no me habían tocado de manera inapropiada, sus dedos ni siquiera se colaron por debajo de la tela de mi top a la cintura, pero habían abrasado la piel debajo de él, sin apenas
notarlo.
Y luego desapareció. Doblado, con los labios junto a mi oído, me dio las gracias por los bailes, me llevó de regreso a mi mesa, y desapareció en la multitud de personas. No lo había visto otra vez, y sólo podía suponer que había dejado el club.

—Su nombre es Naruto. Está en mi clase de economía. Y dibuja cosas. —
Ten ten comenzó a reír y golpear el asiento de cuero.
—¿Él dibuja cosas? ¿Qué tipo de cosas? ¿Chicas desnudas? Esa es más o menos la medida en la que la mayoría de los chicos son artísticos.
Por lo general ni siquiera las chicas completas. Sólo sus pechos. —Ino y yo reímos con ella.
—No sé lo que él dibuja. No hacía más que... dibujar algo en la clase del viernes. No creo que escuchara la conferencia en absoluto.
—Oh, no, Ino —se inclinó Ten ten tan arriba como el cinturón de seguridad se lo permitió
—. Suena como que el dios es un mal estudiante. Sabemos lo que eso significa para Sakura.
Fruncí el ceño—. ¿Y eso que quiere decir? —Ino movió su cabeza. Sonriendo.
—Vamos, S. ¿Alguna vez en tu vida te has sentido atraída por un chico malo? ¿O un chico que es, hum, un desafío académico?
En otras palabras, un chico que no es... ¿un cerebrito? —Mi boca cayó abierta.
—¡Cállate! ¿Estás diciendo que soy una snob intelectual?
—¡No! No decimos que seas... no queremos decir eso. Sólo tratamos de decir... tú definitivamente no te veías indiferente ante este tipo Naruto esta noche, mientras los dos bailaban juntos como por siempre, y eso sonaba como si él tal vez fuese tu tipo usual...
—¡Mi único "tipo" ha sido Kiba por los pasados tres años! ¿Quién sabe cuál es mi tipo?
—No te pongas malhumorada. Sabes lo que quiero decir, ni siquiera te encaprichas con chicos tontos.
—Bueno, ¿quién lo hace? —me rebelé contra la idea de que Naruto fuese tonto. Tal vez estaba desmotivado en economía, pero no hay nada en él que pareciera poco inteligente.
—¿¡Hola!? —Llamó Ten ten
—. ¿Alguna vez conociste a Neji? —Todas nos disolvimos en un ataque de risa. El novio de Ten ten era un hombre dulce, y probablemente podría presionar la plataforma de un pequeño Honda, pero no se ganaba ningún reconocimiento por su GPA4.
—Shikamru es más inteligente que yo, pero eso no es decir mucho —dijo Ino.
He intentado varias veces conseguir que deje de golpear su intelecto de promedio B, pero en algún momento de su vida, ella se convenció de que no es inteligente. Le di un codazo en el brazo, al igual que hacía cada vez que decía aquella autocrítica sin sentido.
—¡Ay! ¡Sólo estoy siendo honesta!
—No, no lo eres.
—De todos modos —Ino continuó—, he sido conocida por visitar los barrios bajos y comprar en los pasillos del amordazarlo y embolzarlo, lo crean o no. — Ten ten ululó una carcajada detrás de nosotros mientras Ino continuaba
—: ¿Han visto el hombre que me llevó al baile de graduación?
—Todas habíamos visto sus fotos de ese tipo: el Adonis en un esmoquin, y sus brazos alrededor de su cintura contra el vestido de seda
—. Qué cuerpo, santo Dios, yo sólo quería lamer sus abdominales. Él tomaba clases de recuperación, pero déjame decirte, que estaba dotado y era talentoso en un montón de ocupaciones no académicas.
Podía asegurar que mi rostro estaba encendido, igual de siempre que mi compañera de piso tocaba de forma tan explícita el tema, y Ten ten se reía tan fuerte que tenía problemas para respirar. Ambas habían llegado solteras y sexualmente experimentadas la universidad. Kiba y yo habíamos estado durmiendo juntos desde las vacaciones de invierno del último año, pero nunca
había estado con nadie más.
No había tenido ninguna queja sobre nuestra vida sexual, aunque algún artículo de la revista ocasional, o algo que Ino dijo me hizo preguntarme si había más que yo desconocía.

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