Capitulo 3

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Creditos al autor (a): RukiaHaruno

Grandioso. Estaba en un estacionamiento, sola, con un extraño insultador, de rostro perforado, que tenía mis llaves. No podía soportar más. Un sollozo salió de mi garganta mientras trataba de mantener la compostura.
—¿Me das mis llaves, por favor? —Extendí mi mano, deseando que los temblores disminuyeran.
Tragó saliva, mirándome, y le devolví la mirada a sus ojos claros. No podía decir su color en la tenue luz, pero contrarrestaban con su cabello rubio. Su voz fue más suave, menos hostil.
—¿Vives en el campus? Déjame llevarte. Puedo regresar caminando, y conseguir un aventón luego.
No luché más, asentí, y me agaché por mi bolsa. Me ayudó a guardar mi labial, cartera, tapones, ligas para el cabello, plumas y lápices que se esparcieron en el suelo. La última cosa que recogió fue un paquete de condones. Se aclaró la garganta y me los ofreció.
—Eso no es mío —dije, retrocediendo.
Frunció el ceño. — ¿Segura?
Cerré mi mandíbula, tratando de no cabrearme otra vez. —Muy segura.
Miró de vuelta a Deidara. —Hijo de puta. Probablemente iba... —Miró mis llaves y de regreso a Deidara, frunciendo el ceño—. Uh... A ocultar la evidencia.
Ni siquiera podía contemplar eso. Metió el paquete cuadrado en el bolsillo frontal de sus jeans. —Lo tiraré lejos... Es seguro como el infierno que él no lo volverá a intentar. —Con el ceño aún fruncido, su mirada volvió a mí mientras subía al auto y lo encendía
— ¿Estás segura de no llamar a la policía?
Una risa sonó de la puerta trasera de la casa y asentí. Enmarcado exactamente en el centro de la ventana, Kiba bailaba con sus brazos alrededor de una chica que usaba un vaporoso vestido blanco, alas y un halo.
Perfecto. Simplemente perfecto.
En algún momento de mi batalla con Deidara, había perdido la diadema con cuernos de demonio que Ino colocó en mi cabeza mientras me sentaba en la cama, quejándome de que no quería ir a una estúpida fiesta de disfraces. Sin el accesorio, era sólo una chica con un diminuto vestido de lentejuelas rojo, porque siempre me rehusó a usar un disfraz.
—Estoy segura.
Los faros iluminaron a Deidara mientras nos retirábamos del estacionamiento.
Tapó sus ojos con una mano, e intentó sentarse. Pude ver su labio partido, su nariz deformada y los ojos hinchados, incluso desde la distancia.
Era buena idea que no estuviera detrás del volante. Probablemente lo habría atropellado.
Di el nombre de mi dormitorio cuando mi conductor me lo preguntó, y miré fuera de la ventanilla, incapaz de hablar mientras serpenteábamos el campus.
Abrazándome a mí misma, intenté ocultar los temblores que me sacudían cada cinco minutos. No quería que él lo notara, pero no podía detenerlos.
El estacionamiento del dormitorio estaba casi lleno; los lugares cerca de la puerta se encontraban todos ocupados. Anguló la camioneta en un espacio y saltó, rodeando el coche para encontrarse conmigo mientras me deslizaba del asiento del copiloto. Cerca de perder los nervios, tomé las llaves después de que él activara el seguro de las puertas, y lo seguí hacia el edificio.
— ¿Tu identificación? —preguntó cuando llegamos a la puerta principal.
Me temblaban las manos mientras abría mi bolsa y sacaba la tarjeta.
Cuando la tomó de mis dedos, noté la sangre en sus nudillos y jadeé.
—Oh, Dios mío. Estás sangrando.
Él miró su mano y negó con la cabeza.
—Nah. No es mi sangre. —Apretó sus labios y se giró para pasar la tarjeta a través de la puerta de acceso, y me pregunté si me seguiría adentro. No creía poder mantener el control por más tiempo.
Después de abrir la puerta, me entregó mi identificación. A la luz del vestíbulo, pude ver sus ojos con mayor claridad: eran de un claro azul debajo de sus cejas.
— ¿Estás segura de qué te encuentras bien? —preguntó por segunda vez, y sentí mi cara arrugándose.
Bajando mi barbilla, metí la tarjeta en mi bolso y asentí débilmente.
— Sí. Bien —mentí.
Dejó escapar un suspiro de incredulidad, pasando una mano por su cabello.
— ¿Puedo llamar a alguien por ti?
Negué. Tenía que llegar a mi habitación antes de desmoronarme.
— Gracias, pero no. —Pasé a su lado, con cuidado de no rozarlo, y me dirigí a las escaleras.
— ¿Sakura? —llamó en voz baja, sin moverse de la puerta. Miré hacia atrás, agarrando la barandilla, y nuestros ojos se encontraron—. No fue tu culpa.
Mordí mi labio, fuertemente, asintiendo una vez más antes de girarme y subir corriendo las escaleras, mis zapatillas resonando en los escalones. En el rellano del segundo piso, me detuve abruptamente y regresé mi mirada a la puerta. Él se había ido. No sabía su nombre, y no podía recordar haberlo visto antes, mucho menos conocerlo. Recordaría esos inusuales ojos claros. No tenía idea de quién era... y me llamó por mi nombre.
—Sakura—, no Cerezo el apodo que llevo desde que salía con Kiba en nuestro primer año del instituto.

"Dos semanas atrás"
— ¿Quieres subir o quedarte? Ino se está quedando con Shikamaru este fin de semana... —Mi voz fue juguetona, cantarina—. Su compañero de habitación salió de la ciudad. Significa que tendré el dormitorio para mí sola.
Kiba y yo teníamos un mes de haber pasado nuestro tercer aniversario. Así que no había necesidad de ser tímida. Ino solía decirnos que éramos una vieja pareja de casados. A lo cual yo replicaba: —Estás celosa. —Y luego ella hacía una seña obscena.
— Hm, sí. Subiré un rato. —Masajeaba su nuca mientras entraba en el aparcamiento del dormitorio y buscaba un área vacía, su expresión era inescrutable.
Una punzada de aprehensión surgió en mi pecho, y me tragué la inquietud.
— ¿Está todo bien? —El masajeó su cuello, era una señal de estrés.
Lanzó una rápida mirada en mi dirección. —Sí. Claro. —Se estacionó en el primer espacio libre, dejando su BMW entre dos camionetas. Él nunca, nunca, dejaba su más importante tesoro en espacios reducidos. Las puertas golpeadas lo volvían loco. Algo ocurría. Sabía que él se preocupaba por los exámenes parciales, especialmente por cálculo. Su fraternidad tendría fiestas la noche siguiente, también, lo cual hacía imposible que estudiara el fin de semana antes de los exámenes.
Entramos en el edificio y subimos las escaleras que siempre me ponían los pelos de punta cuando estaba sola. Con Kiba detrás de mí, noté que se encontraban sucias, con la pintura de las paredes viejas, casi oliendo a rancio.
Corrí hasta el último escalón y salimos al pasillo.
Me giré para verlo mientras abría la puerta, sacudí mi cabeza cuando vi el encantador dibujo de un pene que alguien garabateó en la pizarra que Ino y yo utilizábamos para dejar notas a los otros compañeros de cuartos. Los dormitorios mixtos eran los más baratos en las universidades. Algunas veces creo que vivo con un grupo de niños de doce años.
— Si te sientes enfermo podemos vernos mañana, ya sabes. —Puse mi palma en su brazo—. O puedes quedarte aquí conmigo, escondido mientras pasamos el fin de semana estudiando para los exámenes... Y hacemos algunas otras actividades para reducir el estrés... —Sonreí con picardía. Él miró sus zapatos.
Mi corazón se aceleró y de pronto me sentí preocupada. Algo iba definitivamente mal. Quería que lo escupiera, que lo dijera, pero mi mente conjugaba posibilidades alarmantes. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que tuvimos una pelea o un conflicto que me sentía sorprendida.
Caminó dentro de mi habitación y se sentó en la silla de mi escritorio, no en mi cama.
Fui hacia él, nuestras rodillas chocaron, esperando que me dijera lo que lo tenía de mal humor, o si era sólo preocupación por los próximos exámenes. Mi corazón latía pesadamente, puse una mano en su hombro.
— ¿Kiba?
— Cerezo, necesitamos hablar.
Mi pulso retumbando en mis oídos se hizo más fuerte, y mi mano cayó de su hombro. Entrelacé mis manos y me senté en la cama, a un metro de él. Mi boca se sentía seca y no podía tragar, mucho menos hablar.
Se quedó en silencio, evitando mis ojos por un par de minutos que se sintieron como una eternidad. Finalmente, levantó su mirada hacia mí. Parecía triste. Oh, Dios. Oh, Dios, Dios, Dios, Dios.
— He estado teniendo algunos... problemas... últimamente. Con otras chicas.
Parpadeé, me alegró estar sentada. Mis piernas no me hubieran sostenido y me habría caído si hubiera estado de pie. — ¿Qué quieres decir? —Mi voz salió ronca—. ¿Qué quieres decir con "problemas" y "otras chicas"?
Suspiró profundamente. — No es así, no realmente. Quiero decir, no he hecho nada —apartó la mirada y volvió a suspirar—. Pero creo que quiero.
¿Qué diablos?
— No te entiendo —Mi mente trabajaba frenéticamente para salir de esta situación pronto, pero cualquier alternativa parecía tonta.
Se levantó y caminó por el dormitorio dos veces antes de detenerse a medio camino entre la puerta y yo. —Sabes lo importante que es para mí seguir con mi carrera en leyes y política.
Asentí, aún aturdida, en silencio y tratando de seguirle el ritmo.
— ¿Conoces la hermandad de las chicas?
Asentí una vez más, recordando que fue una de las cosas que me preocupó cuando él se mudó a la casa de la fraternidad. Al parecer, no me preocupé lo suficiente.
—Hay una chica... en realidad, un par de chicas, que... bueno.
Traté de mantener mi voz racional y normal. —Kiba, esto no tiene sentido. Dices que no has hecho nada, o que quieres...
Sus ojos se encontraron con los míos, así no habría error. — Quiero hacerlo.
Parecía como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago, porque mi cerebro se negaba a comprender las palabras que él decía. No podía entenderlo.
— ¿Quieres hacerlo? ¿Qué diablos significa que quieres hacerlo?
Caminó de regreso a la silla, después a la puerta y de regreso. Seguíamos a un metro de distancia. — ¿Qué crees que significa? Jesús. No me hagas decirlo.
Jadeé. — ¿Por qué no? ¿Por qué no lo dices? Si ya te imaginas haciéndolo, entonces, ¿por qué mierda no lo dices? ¿Y qué tiene que ver con tus planes...?
— Estaba por llegar a eso. Mira, todo el mundo sabe que una de las peores cosas que arruinan a un candidato político o representante electo es verse envuelto en un escándalo sexual. —Sus ojos se posaron en los míos mientras reconocí su expresión seria—. Soy humano, Cerezo, y si sigo con estos deseos que me carcomen y los reprimo, probablemente los tendré después, que será peor. Sin embargo, esto me está matando —extendió sus manos sin hacer nada—. No tengo más remedio que sacarlo de mi sistema mientras pueda hacerlo sin que eso arruine mi futuro profesional.
Me dije a mí misma: Esto no está sucediendo. Mi novio de tres años no rompía conmigo porque quería enredarse con otras chicas con descaro.
Parpadeé con fuerza y traté de respirar profundamente, pero no pude. No había oxígeno en la habitación. Lo fulminé con la mirada, en silencio.
Su mandíbula estaba apretada. —Bien, supongo que intentar que lo comprendieras fue mala idea...
— ¿Está es tu idea de que intente comprenderte? ¿Romper conmigo para que así puedas acostarte con otras chicas? ¿Sin sentirte culpable? ¿Lo dices en serio?
—No eres tú, soy yo.
Lo último que pensé antes de tomar mi libro de economía y lanzárselo fue:
¿Cómo puede usar esa mierda de cliché en un momento como este?

Todos

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Fanfic NS: Operacion Chico Malo [+18][Actualizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora