Capitulo 7

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Creditos al autor (a): Rukiaharuno

Sonreí a su sincera admisión de no tener coche, mi cara cayó cuando lo comparé con el sentido de auto-importancia que tenía Kiba de su coche.
Justo antes de que nos graduáramos sus padres le dieron su Mustang a su hermano de dieciséis años, quien había destrozado su Jeep el fin de semana anterior.
Como un regalo de graduación temprano, ellos sustituyeron el Mustang de Kiba por un nuevo BMW—negro y elegante, con todas las mejoras disponibles, incluyendo asientos de cuero y un equipo de música que podías escuchar a una manzana de distancia.
Maldita sea. Tenía que dejar de vincular cada cosa que me pasaba con Kiba.
Entonces me di cuenta de que él todavía era mi defecto.
Durante los tres últimos años, nos habíamos convertido en el hábito del otro. Y aunque él había separado su hábito de mí cuando se fue, yo no había separado mi hábito de él.
Todavía lo estaba atando a mi presente, a mi futuro. La verdad era que ahora Kiba pertenecía a mi pasado, y ya era hora de que empezara a aceptarlo, por mucho que doliera hacerlo.
***
Tan pronto como llegamos al campus el primer año, Kiba se había comprometido con la fraternidad de su padre.
A pesar de la necesidad de mi novio de una elitista afiliación, yo nunca había compartido esa aspiración. A él no pareció importarle cuando le dije que prefería no meterme en ninguna hermandad, siempre que yo apoyara su necesidad de pertenecer a una para su futuro político. Una vez me dijo que de alguna manera le gustaba que yo fuese una novia MI.
—¿Una MI? ¿Qué es eso?
Él se rió y dijo: —Significa que eres malditamente independiente. Cuando se marchó de mi habitación hacía ya casi tres semanas, no se me había ocurrido que se estaba llevando con él mi círculo social cuidadosamente cultivado.
Sin mi relación con Kiba, no tenía invitación automática a las fiestas o eventos de la fraternidad, aunque Shikamaru y Ino podrían invitarme a algunas porque entraba dentro de la lista de cosas aceptables que llevar a cualquier fiesta: alcohol y chicas.
Impresionante. Había pasado de ser una novia independiente a una parafernalia de fiesta.
Pasar al lado de grupos de mis antiguos amigos era incómodo en el mejor de los casos. Justo fuera de la biblioteca principal, mesas de chicos de fraternidad vendían café, jugo y pasteles todas las mañanas durante una semana para ganar dinero como entrenamiento de liderazgo.
Armados con barbacoas portátiles, los Tri-Delt acamparon en tiendas sobre el césped para mostrar la situación de los sin-techo (le sugerí a Enrique que la mayoría de los sin techo no
tendrían barbacoas Coleman portátiles y equipos de camping REI, y él resopló y
dijo: —Sí, ya lo dije. Mi aviso cayó en oídos sordos).
No podía dejar mi dormitorio y caminar en cualquier dirección sin pasar al lado de personas con quienes yo había tenido relaciones sin complicaciones tan sólo unos días antes.
Ahora, sus ojos se deslizaban a otro lado cuando caminaba junto a ellos, aunque algunos todavía sonreían o saludaban antes de pretender estar metidos en una conversación con cualquier otra persona.
Unos pocos me decían "Hola, Cerezon". No les dije que ya no usaba ese nombre.
Al principio, Ino insistió en que los desaires estaban en mi cabeza, pero después de dos semanas, ella de mala gana estuvo de acuerdo.
—La gente siente que necesita elegir bandos cuando una relación termina, es la naturaleza humana—dijo, sus clases de psicología entrando en acción—. Aun así, cobardes.

Aprecié que ignorase su desinteresado análisis para apoyarme. No me sorprendió que prácticamente todos eligieran a Kiba. Era uno de ellos, después de todo. Él era futuro líder extrovertido y encantador. Yo era la novia tranquila y linda, pero algo extraña...
Después de la ruptura, me convertí en sólo una estudiante no hermanada—para todos, excepto para Ino.
El martes, pasamos a la pareja real del campus. Katy era la presidenta de la hermandad de Ino y DJ. era el vicepresidente de la fraternidad de Kiba.
—¡Hola, Ino! Magnífico conjunto —dijo Katie, como si yo no estuviera allí. DJ levantó la cabeza y le sonrió a Ino, sus ojos se posaron en mí, pero no reconoció mi existencia más de lo que su novia lo había hecho.
—¡Gracias! —dijo Ino— Gilipollas —murmuró justo después, enlazando su brazo con el mío.

Cuando me mudé a mi dormitorio hacía ya un año, estuve horrorizada al descubrir que tenía una compañera de habitación que encarnaba el estereotipo de chica de hermandad. Ino ya había reclamado la cama que estaba más cerca de la ventana.
Encima de la cabecera había pegado los pompones azules y dorados de la escuela a un recorte enorme que decía "INO" que estaba recubierto con purpurina dorada. Alrededor de las letras gigantes había carteles cubiertos de fotos de eventos y bienvenidas, de animadoras con corpulentos jugadores de futbol.

Mientras estaba parada mirando con la boca abierta a su reflectante lado de nuestra pequeña habitación, ella apareció a través de la puerta.
—Oh ¡Hola! ¡Tú debes de ser Sakura! ¡Soy Ino!
Diplomáticamente, no expresé el comentario de ninguna mierda de las que se me vinieron a la cabeza.
—Como no estabas aquí, elegí la cama, ¡espero que no te importe! Casi he terminado de desempacar, así que puedo ayudarte.
Vistiendo una camiseta de la universidad, que combinaba casi exactamente con su cabello rubio sin peinar, tomó mi bolsa más pesada y la balanceó sobre la cama.
—He puesto una pizarra en la puerta para que podamos dejarnos mensajes la una a la otra.
Fue idea de mi madre, realmente, pero pareció una sugerencia útil, ¿no crees?
Parpadeé hacia ella, murmurando "Uh-huh", mientras ella abría mi bolsa y empezaba a sacar las pertenencias que había traído de casa.
Tenía que haber algún error. Había llenado una larga hoja de preferencias de atributos de compañera de habitación, y esta chica parecía que no tenía ninguna de esas deseadas cualidades.
Yo básicamente había descrito: un ratón de biblioteca silenciosa y estudiosa que se fuera a la cama a una hora decente. Una no-fiestera que no trajera un desfile de chicos a nuestra habitación, o la convirtiera en la sede de planta de la cerveza pong.
—Es Cerezo, en realidad —le dije.
—Cerezo ¡muy lindo! Aunque tengo que admitir que me gusta Sakura.
(Tan elegante. Tienes suerte, ¡puedes elegir! Yo de alguna manera estoy atascada con Ino.) Es bueno que me guste, ¿eh? Bien, Cerezo, ¿dónde deberíamos colgar este cartel de... qué es esto?
Miré al cartel que sostenía, el retrato de uno de mis cantantes favoritos, quien también tocaba el contrabajo.
—Esperanza Spalding.
—Nunca he oído nada de ella. ¡Pero es linda! —Había cogido un puñado de tachuelas y saltó sobre mi cama para presionarlo contra la pared—. ¿Qué tal aquí?
Ino y yo habíamos recorrido un largo camino en quince meses.

Al llegar un minuto antes de que economía comenzara, el miércoles por la mañana, lo último que esperaba era ver a Kiba, inclinado contra la pared fuera de la clase, intercambiando números con una Zeta novata.
Riendo después de tomarse una foto de sí misma, ella le devolvió el teléfono. Él hizo lo mismo, sonriéndole. Él nunca me sonreiría así otra vez.
No me di cuenta que estaba congelada en aquel sito hasta que un compañero de clase me golpeó, tirando mi pesada mochila de mi hombro. — Disculpa —gruñó, su tono era mucho más como un apártate de mi camino, que un siento chocar contigo.
Cuando me agaché para recoger mi mochila, rezando porque Kiba y su admiradora no pudieran verme, una mano agarró la correa y balanceó la mochila desde el suelo.
Me incorporé y miré dentro de unos ojos color azul cielo.
—La caballerosidad no está muerta realmente, ya sabes. —Su profunda y calmada voz era justamente igual como la recordaba del sábado por la noche, y del lunes por la tarde, detrás del mostrador de Starbucks.
—¿Oh?
Él deslizó la correa de vuelta a mi hombro. —No, ese chico sólo es un idiota —gesticuló hacia quién me había golpeado, pero podía jurar que sus ojos cayeron por encima de mi ex, también, quien estaba cruzando la puerta, riéndose con la chica. Sus pantalones de chándal naranja brillante decían ZETA en la parte trasera.
—¿Estás bien? —por tercera vez, esta pregunta, viniendo de él, tenía un significado más profundo que la implicación normal de todos los días.
—Sí, bien. —¿Qué podía hacer sino mentir?—, Gracias —me giré y entré en la clase, tomé mi nuevo asiento y pasé los primeros cuarenta y cinco minutos de clase con mi atención fija en el Dr. Hatake , la pizarra que llenó y las notas que tomé.
Obedientemente copié el esquema de equilibrio a corto plazo y la demanda agregada, todo eso me parecía algo sin sentido. Me di cuenta, que tendría que rogarle a Minato Uzumaki para que me ayudara después de todo.
Mi orgullo sólo me causaría que me deslizara más atrás. Minutos antes de que la clase acabara, me giré y alcancé mi mochila como excusa para mirar furtivamente al chico de la última fila.
Él estaba mirando hacia mí, con un lápiz negro perdiéndose entre sus dedos, tamborileando la
libreta que tenía delante.
Encorvado en su asiento, con un codo apoyado detrás del mismo, y una bota casualmente apoyada en la parte baja del escritorio.
Cuando nuestros ojos se encontraron, su expresión cambió sutilmente de ilegible a
la más mínima sonrisa, aunque resguardada. No quitó la mirada, incluso cuando yo miré dentro de mi mochila y lo observé otra vez.
Volví mis ojos hacia delante, con el rostro ardiendo. Los chicos habían mostrado interés por mi durante los últimos tres años, pero aparte de un par, ciertamente nunca me rebelé o actué sobre alguno de los enamoramientos —uno fue mi propio tutor universitario, y otro mi compañero de
laboratorio de química— nunca me he sentido atraída por nadie a parte de Kiba.
Con la lección de economía como un balbuceo de fondo, no podía decidir si mi respuesta a ese extraño era un ligero sentimiento de vergüenza, gratitud por haberme salvado de Deidara , o un simple flechazo. Quizás las tres.

Cuando la clase terminó, guardé mi libro de texto dentro de la mochila y resistí la urgencia de mirar en su dirección otra vez. Me entretuve lo bastante para que Kiba y su admiradora se fueran. Cuando me levanté para irme, el chico persistentemente somnoliento que se sentaba junto a mí, habló.
—Oye, ¿qué preguntas dijo que teníamos que hacer para los créditos extras? Debí quedarme dormido cuando las dictó, mis notas son indescifrables. —
Miré hacia el lugar donde él indicaba sus notas, y de verdad sus garabatos se volvían menos y menos legibles—. Soy Sasuke , por cierto.
—Oh, hum... Déjame ver —busqué a través de mi libreta de espiral y apunté a los detalles asignados, impresos en la parte superior de la página—. Aquí están —mientras él las copiaba, yo añadí—: Soy Sakura.
Sasuke era uno de esos chicos con los que la adolescencia había sido buena. — Un cabello y ojos negros y una sonrisa que se le arrugaba adorablemente decoraban su cara.

—Gracias, Sakura . Esto salvó mi trasero, necesito esos puntos extra. Te veo el viernes —chasqueó su cuaderno cerrándolo—. A menos que inconscientemente me duerma —añadió, dándome una sonrisa genuina.
Le devolví la sonrisa cuando me moví por el pasillo. —Sin problemas. Quizás yo era capaz de hacer amigos fuera del círculo de Kiba. Esa interacción, junto con la deserción de la mayoría de nuestros amigos con Kiba después de la ruptura, me hizo darme cuenta de lo dependiente de él
que me había vuelto. Estaba un poco sorprendida. ¿Por qué nunca había tenido este pensamiento? ¿Por qué nunca pensé que Kiba y yo pudiéramos romper?
Tonta, supuestamente ingenua. Obviamente.

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Fanfic NS: Operacion Chico Malo [+18][Actualizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora