Capitulo 5

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Creditos al autor (a): RukiaHaruno

Oí un suspiro al mismo tiempo que un pañuelo apareció delante de mi vista.
—Es su día de suerte, señorita Haruno.
Tomé el pañuelo y lo presioné contra mis mejillas mojadas, mientras me giraba para mirarle cautelosamente.
—Da la casualidad de que tengo una hija sólo un poco menor que usted.
Recientemente pasó por una ruptura muy desagradable. Mi perfecta estudiante de promedio diez se convirtió en un desastre emocional, que no hacía otra cosa que llorar, dormir, y volver a llorar, durante unas dos semanas.
Entonces, recapacitó y decidió que ningún chico arruinaría su récord escolar. Por comprensión a mi hija, le daré una oportunidad. Una. Si la desperdicia, recibirá la nota que se ha ganado al final del semestre. Lo entiende, ¿verdad?
Asentí con la cabeza, mientras más lágrimas se resbalaban por mis mejillas.
—De acuerdo —mi profesor empezó a sentirse incómodo, y me dio otro pañuelo—. Oh, por el amor de Pete; como le dije a mi hija, no hay ningún chico en el planeta que se merezca toda esta angustia. Lo sé bien, yo solía ser uno de esos chicos... —garabateó algo en un papel y me lo entregó—. Aquí está el correo electrónico de un tutor que da mis clases, Minato Uuzmaki. Si no está usted familiarizada con sus sesiones de enseñanza suplementaria, le aconsejo que
empiece a familiarizarse con ellas. Usted, sin duda, necesita también una serie de tutorías cara a cara. Él fue un estudiante excelente en mi clase, hace dos años, y ha sido mi tutor particular, al que recurro desde entonces. Le daré los detalles del proyecto que quiero que me entregue, como remplazo del examen trimestral que no hizo.
Se me escapó otro sollozo cuando le di las gracias, y pensé que él estaba por explotar de desagrado.
—Bueno, bueno, está bien, de nada... —sacó la distribución de asientos de clase—. Enséñeme dónde se sentará a partir de ahora en mis clases, así podrá ganarse esos cuartos de punto por la asistencia.
Le señalé mi nuevo asiento, y él escribió mi nombre en el rectángulo. Tenía
la oportunidad que necesitaba. Solamente debía ponerme en contacto con ese tal Minato y centrarme en el proyecto. No podía ser tan difícil, ¿no?
* * *
La cola en el Starbucks para el sindicato estudiantil era ridículamente larga, pero llovía y yo no estaba de humor para empaparme cruzando la calle, e ir a la cafetería indie que había detrás del campus, para obtener mi dosis antes de las clases de la tarde. Por otro lado, ese era también el lugar en el que probablemente estaba Kiba; íbamos allí casi todos los días después de comer.
En principio, él solía evitar las "empresas monstruosas" como Starbucks, incluso aunque el café fuera mejor.
—De ninguna forma me dará tiempo a cruzar el campus si espero en esta
cola —gruñó Ino irritada, inclinándose para ver cuántas personas había delante de nosotras—. Nueve personas. ¡Nueve! Y otras cinco esperando sus bebidas. ¿Quién demonios son todas estas personas? —el hombre que estaba delante nuestro nos miró por encima de su hombro con el ceño fruncido.
Ella le devolvió el gesto, y yo me mordí los labios para no reírme.
—¿Adictos a la cafeína como nosotras? —sugerí.
—Uff —resopló, y luego me agarró del brazo—. Casi se me olvida, ¿has oído lo que le pasó a Deidara el sábado por la noche?
Mi estómago se redujo. Precisamente la noche que quería olvidar, no me dejaba tranquila.
Negué con la cabeza.
—Le asaltaron en el aparcamiento de detrás de la casa. Un par de chicos
querían su cartera. Probablemente gente sin techo, dijo él —eso es lo que logramos por tener el campus justo en el centro de una gran ciudad. Al final no consiguieron nada, los desgraciados, pero, maldita sea, la cara de Deidara está bien golpeada —se acercó más a mí—. Él realmente se ve mucho más caliente así. Grr, si entiendes lo que quiero decir.
Me sentí enferma, quedándome allí quieta y muda, fingiendo interés en vez de refutar las explicaciones de Deidara sobre cómo le habían partido la cara.
—Bueno, mierda. Voy a tener que traquetear como una estrella de rock
para llegar a tiempo a la clase de policiencias. No puedo retrasarme, tenemos examen. Te veo después —me dio un abrazo rápido y salió corriendo.
Avancé hacia adelante con la cola, mientras mi mente viajaba hasta la noche del sábado por enésima vez.
No podía quitarme aún de la cabeza lo vulnerable que me había sentido. Nunca había estado ciega sobre el hecho de que los chicos eran más fuertes.
Kiba me había levantado en sus brazos tantas veces que ni las podía contar, una vez incluso me había lanzado sobre su hombro y había corrido por las escaleras conmigo, mientras yo me agarraba a su espalda, boca abajo y riendo.
Fácilmente me había abierto frascos y botes que yo no podía abrir, o había trasladado muebles que yo a duras penas habría podido desplazar un poco.
Su fuerza para mí se hizo evidente incluso cuando yo le ayudaba a entrenar, y veía sus duros músculos.
Hacía dos semanas, me había roto el corazón, y nunca antes me había sentido tan herida, tan vacía.
Pero él nunca usó su fuerza física en mi contra. No, eso lo hizo Deidara.Deidara, un buen mozo del campus que no tenía ningún problema en conseguir chicas.
Un chico que nunca me había dado a entender que pudiera —o quisiera hacerme daño, o que me veía como a alguien más que la novia de Kiba Podría culpar al alcohol... pero no. El alcohol te desinhibe.
No provoca violencia criminal donde antes no la había.
—Siguiente.
Salí de mis ensoñaciones y miré por encima del mostrador, preparada para
hacer mi pedido habitual, y allí estaba el chico de la noche del sábado.
El chico al lado del cual había evitado sentarme esa mañana en economía. Mi boca estaba abierta, pero no dije nada. Otra vez, la noche del sábado se recreó en mi mente.
Me sonrojé, recordando la posición en la que había estado, todo lo que él seguramente había visto antes de intervenir, lo tonta que debía considerarme.
Pero después, él me había dicho que no era mi culpa. Y me llamó por mi nombre. El nombre que no había utilizado, desde hacía dieciséis días.
Mi pequeño deseo de que no me reconociera no fue concedido. Le devolví su mirada penetrante, y pude ver que él me recordaba, claramente.
Me mortificó. Me sonrojé.
—¿Estás lista para hacer tu pedido? —su pregunta me sacó de mi desconcierto. Su voz era tranquila, pero sentí su exasperación por los clientes que estaban detrás de mí.
—Un Gran Café Americano. Por favor —mis palabras fueron un murmullo,
por lo que esperé a que me pidiese que lo repitiera.
Pero él marcó la copa, y fue entonces cuando noté las dos o tres capas de
gasa fina y blanca, envueltas alrededor de sus nudillos.
Pasó la copa a la barista y pidió la bebida, mientras yo le extendía mi tarjeta de crédito.
—¿Te encuentras bien hoy? —me preguntó, sus palabras sonando
aparentemente casuales, sin embargo, estando llenas de significado para nosotros.
Tomó mi tarjeta y me la devolvió junto con el recibo.
—Estoy bien. —Los nudillos de sus manos estaban raspados, pero no severamente heridos.
Mientras agarraba la tarjeta y el recibo, sus dedos rozaron los míos.
Tiré rápidamente de mi mano. —Gracias.
Sus ojos se agrandaron, pero no dijo nada más.
—Quiero un macchiato de caramelo, y que sea ligero. —La chica impaciente que estaba detrás de mí ordenó su pedido desde mi hombro, sin tocarme, pero presionando demasiado mí espacio personal para mi comodidad.
Su mandíbula se tensó casi imperceptiblemente cuando desvié la mirada hacia ella.
Marcando la copa, él le dijo el total en un tono cortado, mientras me miraba una vez más a medida que me apartaba. No sé si me volvió a mirar después de eso.
Esperé mi café al otro lado del establecimiento, y me alejé sin añadir mi dosis habitual de leche y tres sobres de azúcar.
La economía era un campo de estudio, por lo que la lista de anotados era
enorme —probablemente unos doscientos estudiantes. Podía evitar el contacto visual con dos chicos en medio de tanta gente durante las seis semanas de clase que quedaban del semestre de otoño, ¿verdad?

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Fanfic NS: Operacion Chico Malo [+18][Actualizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora