Capítulo 7 -NuNew

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Mi teléfono no se apaga. El ruido no se detiene.

Jesús. Joder.

Me duele la cabeza, el cuerpo y podría vomitar. No pasa nada. Esto está bien.

¿Por qué sigo haciéndome esto? Es tan divertido.

Con los ojos cerrados, doy manotazos en la cama hasta que encuentro el aparato y abro un ojo para mirar la pantalla.

¿Son mis padres?

Acepto la videollamada y me tapo los ojos con el brazo para bloquear la luz.

—Esta vez sí que lo has conseguido, NuNew Perdpiriyawong.

—Buenos días, madre. ¿Cómo estás esta bonita mañana? Estoy bien, gracias por preguntar. Llámame pronto. —Finjo un tono alegre, aunque me siento como una mierda. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que envió un mensaje de texto para saber cómo estaba? ¿Un mes? ¿Tres meses? No me acuerdo.

—Vas a ir a Diamante Negro. —Su tono me pone de los nervios, pero llama mi atención.

—¿Qué? —Miro la pantalla. El rostro decepcionado y enfadado de mi madre me mira fijamente. Un miedo frío y punzante me envuelve por dentro. —¿De qué demonios estás hablando?

—¡Hay un vídeo por todo internet de ti teniendo sexo con un hombre en un sucio callejón detrás de un bar gay! ¡Un bar gay! Te juro que no te importa en absoluto cómo nos veamos el resto de nosotros —grita, y mi corazón se agita en algún lugar detrás de mi ombligo. —Así que te vas a Diamante Negro, ¡ahora mismo! Vas a esconderte hasta que esto deje de ser noticia. La historia oficial es que vas a rehabilitación, así que no hagas ninguna otra puta estupidez, ¡o también te apagaré el maldito teléfono!

Mi silencioso —¿Qué? —no detiene su diatriba y se pone en marcha. Me amenaza con cortarme y me dice que soy una vergüenza para la familia y para la memoria de Mark.

Me han grabado haciendo un montón de cosas en los últimos años, me he enfrentado a homófobos y al odio, me han puesto micrófonos en la cara mientras me preguntaban todo tipo de cosas atroces, pero nunca se ha hecho público un vídeo sexual. Nunca se ha publicado una foto de mi polla ni nada parecido. Me siento violado. Mi privacidad fue violada de la peor manera, y ella está enojada.

Mamá sigue despotricando, pero es sólo ruido. Desconecto la llamada y me dirijo al baño. Las náuseas que me recorren, el dolor de cabeza que me grita y la congestión que me da ganas de llorar son demasiado para mí.

Tengo el cuerpo tenso y enrojecido, el pecho apretado como si tuviera un peso encima. Los pensamientos acelerados me llenan los ojos de lágrimas y la ansiedad se dispara.

Ya no puedo salir de casa. Me atacarán; los buitres serán aún peores ahora, gritándome en público preguntas que no tienen por qué hacerme, acosándome aún más sobre mis padres y mis citas.

Con el corazón acelerado y la cabeza ocupada, encuentro mi kit en el baño pegado con cinta adhesiva a la parte inferior del lavabo y me siento en el suelo. Las lágrimas me corren por la cara, los sollozos me dan hipo en el pecho mientras saco el pequeño cuchillo negro que Zee me regaló cuando cumplí diecisiete años. Está todo arañado de tanto aprender a afilar cuchillas en una piedra húmeda, pero no puedo estar sin él el tiempo suficiente para mandarlo a afilar. El mero hecho de tenerla me hace sentir mejor. Saber que está ahí es reconfortante. Y es lo único que me queda de él.

La cara interna de mi muslo es un amasijo de líneas cicatrizadas que trepan como una escalera hasta la única parte de mí que le importa a alguien. Coloco la punta de la hoja contra mi carne, atravieso mi piel con un poco de presión y arrastro. El ardor y el goteo de sangre que me recorre la pierna me concentran. Hace que el zumbido de mi cabeza se calme, y es tan embriagador como el subidón de la coca.

Me siento hasta que se calienta la baldosa, con el cuchillo aún en la mano, pero la hemorragia ha cesado. Mi cuerpo se ha hundido contra la pared, dejando que la pesadez de mi pecho se alivie un poco con la adrenalina del momento. La presión disminuye hasta que siento que puedo volver a respirar.

Abro los ojos a la fuerza, cojo una toallita de mi botiquín y limpio la cuchilla y la sangre del suelo, luego lo guardo todo y me meto en la ducha. El agua caliente golpea mi cuerpo dolorido y agotado. Estoy cansado de luchar. Cansado de luchar para que me vean, de luchar para ser suficiente, de luchar para que me quieran o simplemente para que me aprecien. ¿La vida es así de dura para todo el mundo, o yo simplemente no soy más que un bebé? ¿Los demás fingen mejor?

No quiero seguir viviendo así. Vencido y sin vida. Mi vida es un revoltijo de tonos grises y lo ha sido durante tanto tiempo que no recuerdo cómo se siente otra cosa. Ya no sé cómo encontrar los colores brillantes. Los fantasmas de mi pasado oscurecen la luz de las flores y del sol hasta que lo único que veo son las sombras que quedan.

Para cuando estoy limpio y salgo de la ducha, estoy entumecido. Lo único que quiero es volver a la cama. A través de la puerta abierta, veo mi habitación, pero apenas me fijo en el desorden de ropa tirada por el suelo. ¿Cuándo fue la última vez que hice la colada? ¿O que me duché?

Encuentro una camiseta holgada que era de Mark y me la pongo con unos pantalones cortos. Estoy a punto de volver a la cama cuando alguien aporrea la puerta principal. Uf. ¿Quién me molesta ahora? ¿Por qué no puedo desaparecer en mi cabeza un rato?

—¡NuNew! —La voz de Ian recorre el apartamento cuando abre la puerta y entra.

Me dejo caer pesadamente en la cama y miro la puerta de mi habitación por si entra.

—Si no estás decente, cúbrete —dice unos cinco segundos antes de abrir la puerta y encontrarme sentado en mi cama desordenada. Sus hombros caen al verme. —Hora de hacer la maleta. Tienes que coger un avión.

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Gracias por leer nos vemos en el próximo capítulo 🤗

Nzial....

Roto 💔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora