Capítulo 12 - NuNew

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Consigo mantener la compostura hasta que salgo de la villa y me pierdo por un sendero entre los árboles. Me detengo en medio del sendero de tierra, apoyo las manos en las rodillas y sollozo. Por fin dejo salir parte del dolor que se ha grabado en mi existencia, en mis huesos. Esta vez, tal vez me sienta mejor cuando termine en lugar de peor, pero estoy tan cansado de llorar. Sólo quiero volver a sonreír.

Me vienen a la cabeza recuerdos de Zee y Mark, de una época en la que sabía que había gente que me quería y se preocupaba por lo que me pasaba. Cuando no estaba tan jodidamente perdido todo el tiempo. Quiero perdonar a Zee. Quiero. Odiarle duele tanto, joder. La lágrima en mi corazón sigue rasgándose, haciéndose más profunda. ¿Cuánto más puedo aguantar antes de que se rompa por la mitad y ya no tenga arreglo? ¿Se puede arreglar a estas alturas o estoy demasiado dañado para recuperarme?

Saco el móvil del bolsillo con dedos temblorosos y ojos borrosos y busco a Janis. No tengo ni idea de qué hora es en Los Ángeles, y no me importa. Necesito que me saque de este atolladero. Mi teléfono se tambalea cuando me lo acerco a la oreja y lo escucho sonar varias veces antes de que ella conteste.

—NuNew —dice aliviada. —¿Dónde estás? ¿Estás bien?

—¡Él sabía que Mark estaba muerto cuando se fue! — sollozo, sin estar del todo seguro de que las palabras tengan sentido para alguien que no sea yo.

—¿Qué? ¿Quién? —La oigo revolverse dondequiera que esté.

—¿Dónde estás?

—Zee. Lo sabía. —Lloro un poco más bajo, frotándome el dorso de la mano contra la cara para secarme algunas lágrimas.

¿Cómo me queda alguna? —Estaba allí cuando Mark murió, avisó del accidente y se fue.

Me fallan las rodillas y caigo de espaldas al suelo. En esta isla paradisíaca, mi mundo se resquebraja un poco más, dejando al descubierto verdades que creía que quería, pero que no puedo superar ahora que las tengo. No sabía que podía dolerme tanto más de lo que ya me dolía. Me meto una mano entre las piernas y froto con los dedos las cicatrices levantadas de la cara interna del muslo hasta que encuentro la más reciente y rasco la costra. La punzada de dolor me ayuda a despejarme, pero solo un poco.

—Ay, cariño. —Su tono comprensivo es casi un abrazo cálido.

—¿Estás en casa? ¿Puedo ir? No quiero que estés solo.

—Estoy en el puto Diamante Negro —exclamo y vuelvo a secarme la cara, sorbiendo las emociones que parecen apenas contenidas por sacos de arena durante un huracán.

—¿En serio? —Casi puedo oír cómo giran las ruedas de su cerebro. —Probablemente pueda salir si quieres compañía.

—Zee está aquí —digo miserablemente. —Estoy compartiendo una estúpida villa con él. He estado durmiendo en la maldita bañera para alejarme de él.

Hay silencio después de esa revelación.

—¿Janis? —Me quito el teléfono de la oreja para mirar la pantalla y asegurarme de que no se ha cortado la llamada.

—No, estoy aquí. —Se aclara la garganta. —¿Por qué compartes habitación con él?

Me tapo los ojos con la mano libre. —No lo sé. Algo sobre una confusión y que no hay más habitaciones disponibles.

—Claro... —Se queda callada unos minutos, dejándome respirar y aferrándose a la única conexión que tengo con alguien a quien realmente le importo. —¿Qué necesitas ahora? ¿Necesitas estar enfadado? ¿Necesitas que te diga que es un idiota y que te mereces algo mejor, o necesitas que te guíe a través de todo esto lógicamente?

Roto 💔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora