Capítulo 6: La sombra de lo que fue
Esa noche, los sueños llegaron como fragmentos confusos. Caminaba por un pasillo largo lleno de puertas cerradas, algunas medio abiertas, revelando escenas de momentos pasados: conversaciones con Emilio, discusiones con mamá, risas fugaces con Alejandro. En una de esas puertas, escuché la voz de mi padre llamándome, pero al abrirla, solo encontré oscuridad. Me desperté con un sobresalto, la sensación de pérdida apretándome el pecho.
El sol apenas asomaba cuando decidí levantarme. No quería quedarme en la cama revolcándome en pensamientos. Las sábanas parecían contener el peso de todo lo que intentaba evitar: las preguntas sin respuesta, las decisiones no tomadas. Me vestí rápido y bajé al comedor, donde mamá ya estaba en pie, con el café humeando en su taza favorita.
—¿Dormiste bien? —preguntó sin apartar la vista del periódico.
—Más o menos.
—Alejandro ya salió para la escuela. Hoy tiene entrenamiento, así que no volverá hasta la noche.
Asentí, sintiendo el vacío en la casa como una presencia constante. Mi padre llevaba meses ingresado en el hospital, y cada día se hacía más evidente que su situación no mejoraría. La ausencia de papá se colaba en los rincones de la rutina, haciendo que todo pareciera a medias, incompleto. Mamá había adoptado ese silencio estoico, esa forma de soportar sin decir demasiado, pero yo podía ver cómo su mirada se apagaba cada día un poco más.
—Hoy iré a visitarlo —dije de repente, casi como si necesitara escucharlo en voz alta para convencerme.
Mamá dejó la taza sobre la mesa y me miró por primera vez esa mañana, con una mezcla de sorpresa y cansancio en los ojos.
—No tienes que hacerlo si no te sientes lista, Cami.
—Estoy lista —mentí.
No lo estaba, pero sabía que había cosas que no podían postergarse.
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El hospital tenía ese olor peculiar a desinfectante y algo metálico, un aroma que se mezclaba con el aire frío de los pasillos. Me dirigí al cuarto de papá lentamente, sintiendo que cada paso pesaba más que el anterior. Cuando abrí la puerta, lo encontré más delgado de lo que recordaba, casi irreconocible entre las sábanas blancas. Pero en cuanto me vio, sus ojos brillaron con ese mismo amor que nunca cambiaba, incluso cuando todo lo demás en él se desmoronaba.
—Cami... qué alegría verte —dijo con la voz apagada pero cargada de cariño.
Me acerqué y tomé su mano. Estaba fría, frágil. Me senté a su lado sin saber exactamente qué decir. No quería hablar de cosas triviales, pero tampoco sabía cómo enfrentar el peso de todo lo que estaba pasando.
—He pensado mucho en ti estos días —murmuró él, rompiendo el silencio.
—Yo también, papá.
Sus ojos se nublaron un momento, como si luchara por mantener la compostura.
—Hay algo que quiero pedirte, Cami. Quiero que sigas adelante, pase lo que pase. No dejes que nadie te haga sentir menos. Prométemelo.
Sentí un nudo en la garganta. No podía responder de inmediato, porque hacerlo significaba aceptar lo inevitable.
—Lo prometo —susurré finalmente, aunque la promesa se sintiera como una despedida.
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La tarde se desvaneció en un suspiro, y cuando volví a casa, la sensación de vacío era más profunda que nunca. Nathalia llamó, pero no contesté. No tenía energía para hablar con nadie. Me acosté temprano, esperando que el sueño me rescatara, pero la noche se sintió interminable, llena de pensamientos que no dejaban de girar en mi cabeza.
A la mañana siguiente, el mensaje que temía llegó. Papá había fallecido durante la madrugada. Todo se detuvo en ese momento, como si el mundo se hubiera quedado sin sonido, sin color. Mamá no lloró; solo asintió lentamente, como si ya lo supiera desde hacía tiempo. Alejandro se encerró en su cuarto, y yo me quedé en la sala, sintiéndome más sola de lo que jamás había estado.
Emilio llamó unas horas después, como si presintiera que algo había pasado. Contesté por inercia.
—Lo siento, Cami. ¿Quieres que pase por ti?
—No —respondí, con una calma que me sorprendió.
—¿Estás segura? No quiero que estés sola.
—No estoy sola —mentí, sabiendo que estar con Emilio no me haría sentir menos vacía.
Colgué antes de que pudiera insistir. Me recosté en el sofá y dejé que el silencio llenara la casa. Sentí un peso en el pecho, pero no eran exactamente tristeza o culpa. Era algo más profundo, una aceptación silenciosa de que la vida seguía, incluso cuando parecía haberse detenido por completo.
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El funeral fue sencillo, como él hubiera querido. Mamá se mantuvo serena, Alejandro apenas habló, y yo sentí que me movía como una autómata, cumpliendo con lo que se esperaba de mí. Las palabras de consuelo de amigos y familiares sonaban vacías, como ecos distantes. Lo único real era el agujero que dejaba su ausencia.
Después del funeral, Nathalia se quedó conmigo en casa. Nos sentamos en el suelo de mi cuarto, compartiendo una botella de vino barato. No hablamos mucho, pero su presencia era un bálsamo.
—¿Cómo estás? —preguntó finalmente, después de un largo silencio.
—No lo sé. No siento nada.
—Es normal. Tómate tu tiempo.
Asentí, aunque no estaba segura de qué significaba eso. ¿Cuánto tiempo se necesita para aprender a vivir con una ausencia tan grande?
Cuando Nathalia se fue, volví a quedarme sola con mis pensamientos. El teléfono vibró en la mesita de noche, pero no lo revisé. Sabía que era Emilio. Sabía que, tarde o temprano, tendría que decidir qué hacer con él, pero por ahora, solo quería existir en este espacio vacío.
Me recosté en la cama, mirando el techo. A través de la ventana, el cielo nocturno se desplegaba en toda su inmensidad, recordándome lo pequeña e insignificante que era mi existencia en comparación. Y, sin embargo, aquí estaba, lidiando con el peso de mis decisiones, de mis emociones, de mi vida.
Cerrar los ojos no me trajo alivio, pero al menos me dio un momento de paz. En el silencio de la noche, entre la tristeza y la calma, supe que estaba dando los primeros pasos hacia algo nuevo, aunque todavía no pudiera ver con claridad qué era.
Y quizás, solo quizás, eso era suficiente por ahora, quizás ya lo he dicho más de lo que debería.
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Entre lo que quise y lo que fui
Teen FictionUna joven llamada Camila ha pasado de relación en relación buscando un amor sincero, pero esta vez ha caído en lo más profundo: manipulación, mentiras y dolor. El hombre al que entregó su confianza se convierte en su peor error, y mientras su vida s...