Capítulo 1

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Camila observaba el techo de su habitación como quien intenta descifrar una constelación en medio de un cielo nublado. La luz del sol se filtraba perezosa por las cortinas entreabiertas, proyectando sombras irregulares sobre las paredes, pero nada en ese paisaje cotidiano lograba sacarla del peso en su pecho. Todo seguía igual y, sin embargo, había algo distinto en el aire: una sensación amarga, esa certeza incómoda de que esta vez también estaba a punto de romperse.

Llevaba días sin saber de él. Emilio. El nombre rondaba su mente como una melodía inacabada, difícil de ignorar pero imposible de entender del todo. Había conocido a muchos antes, pero ninguno como él. A veces le hacía sentir que había algo en ella que merecía ser amado, y al momento siguiente le arrancaba esa ilusión como si nunca hubiera sido real. Camila sabía que debía alejarse. Sabía que había señales, pequeños momentos en los que su corazón le gritaba "huye", pero ¿cómo se escapa de alguien cuando todavía crees que podría cambiar?

La vibración del teléfono sobre la mesita interrumpió su espiral de pensamientos. Lo tomó con prisa, esperando encontrar algún mensaje de Emilio. Pero no. Solo era Nathalia, su mejor amiga desde siempre.

"Ey, ¿vienes al café o vas a seguir haciendo guardia por ese idiota?"
Camila sonrió, aunque fuera un gesto breve. Nathalia siempre sabía cuándo meter el dedo en la llaga.

"Voy en un rato." Respondió rápido, sin demasiadas ganas de explicar. Nathalia ya conocía la historia. Era una de esas historias que las amigas escuchan una y otra vez, esperando que finalmente tengan el final correcto, aunque casi nunca lo tienen.

Mientras se vestía, sintió que todo lo que hacía era parte de una rutina desgastada. Cambiarse de ropa, aplicar un poco de maquillaje para cubrir las ojeras, agarrar el bolso y salir. Lo hacía para aparentar normalidad, para convencerse de que la vida seguía adelante, incluso cuando su mente insistía en quedarse atrapada en lo mismo.

Camila caminó hacia el café con pasos automáticos, el viento fresco de la mañana jugando con su cabello suelto. Los suburbios estaban tranquilos, con sus casas alineadas en silencio y las calles casi vacías. La calma del exterior contrastaba con el caos que sentía por dentro. Llegó al café antes que Nathalia y se sentó en su mesa de siempre, junto a la ventana. Mirar hacia fuera era mejor que mirarse a sí misma.

El aroma del café recién molido le dio un respiro momentáneo. Por unos minutos, se permitió olvidar. Sabía que Emilio probablemente no enviaría ningún mensaje ese día, como había hecho tantas veces antes. La espera, la duda, la pequeña angustia de no saber cuándo o si se dignaría a aparecer... todo era parte del juego que Emilio manejaba con precisión. A veces la atrapaba con gestos mínimos, como un "te extrañé" susurrado después de días de silencio, y otras veces la dejaba congelada en una indiferencia hiriente.

Nathalia llegó con su energía habitual, una mezcla de pragmatismo y ternura. No le hacía falta preguntar cómo estaba Camila; lo leía en su rostro sin necesidad de palabras.

-¿Otra vez pensando en él? -soltó sin rodeos, mientras se quitaba la bufanda y pedía un latte.
-Es complicado -respondió Camila, consciente de lo ridículo que sonaba eso después de todo lo que ya había dicho en el pasado.
-No, no lo es. Él no es complicado, tú eres la que sigue esperando algo que no existe.

Camila bajó la mirada, removiendo su café sin real intención. Sabía que Nathalia tenía razón, pero admitirlo sería como aceptar que todo lo que había sentido no valía nada. Y ese era el verdadero miedo: no perder a Emilio, sino aceptar que había invertido tanto en algo que nunca fue real.

Pasaron unos segundos en silencio, hasta que Nathalia habló de nuevo, esta vez con un tono más suave.
-Te mereces algo mejor, Cam. Lo sabes, ¿verdad?

Camila asintió sin demasiada convicción. ¿Qué era "algo mejor"? Había creído tantas veces encontrarlo, solo para ver cómo se desmoronaba. Quizá Emilio era solo otro nombre más en una lista de decepciones. Pero aún así, había algo en él que no la dejaba soltar. Como si aferrarse a esa relación rota fuese más fácil que enfrentarse a la idea de que tal vez ella no sabía cómo amar de verdad.

De camino a casa, sintió el peso de la conversación con Nathalia más fuerte que nunca. La realidad estaba ahí, gritándole, pero su corazón seguía buscando alguna excusa para darle a Emilio otra oportunidad. Tal vez esta vez sería diferente, tal vez él realmente cambiaría. O tal vez no. Pero Camila sabía que pronto tendría que decidir. Porque, al final, el amor no se trata solo de quién ocupa tu mente, sino de quién es capaz de quedarse sin hacerte pedazos.

El primer paso hacia el final ya estaba dado, aunque ella aún no lo supiera.

Entre lo que quise y lo que fui Donde viven las historias. Descúbrelo ahora