A partir de ese día, empezaron a encontrarse en el mismo lugar, bajo el árbol del patio trasero, durante el almuerzo. Al principio, sus conversaciones eran breves, llenas de silencios incómodos, pero con el tiempo, esos silencios se convirtieron en una parte natural de su amistad. Leonardo le contaba historias sobre el pueblo, sobre las leyendas que se susurraban en las noches de verano y sobre las luciérnagas que iluminaban los campos cercanos.
—Dicen que las luciérnagas de Valdeluz son mágicas —le explicó un día—. Se cree que cumplen deseos si las sigues hasta donde se esconden al amanecer.
Vera se rió, pero había algo en la manera en que él lo decía que la hizo desear que fuera verdad.
Conforme pasaban las semanas, Vera y Leonardo se volvieron inseparables. Sus risas se mezclaban con el viento, y sus miradas hablaban más que sus palabras. Ella descubrió que detrás de la tristeza de Leonardo había una historia dolorosa: su madre había fallecido hacía dos años, y desde entonces, él había construido un muro alrededor de su corazón, alejándose de todo y de todos.
—Me siento perdido, Vera —confesó él una tarde mientras caminaban por un sendero del bosque—. A veces pienso que nunca podré ser feliz de nuevo.
Ella lo miró, sintiendo un nudo en la garganta. Quería decirle que ella también se sentía igual, que la soledad la envolvía como una niebla espesa desde que llegó a Valdeluz. Pero en lugar de palabras, sólo pudo tomar su mano, esperando que su silencio le ofreciera el consuelo que las palabras no le podían dar.
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BAJO EL CIELO DE LUCIÉRNAGAS
RomanceEn el místico pueblo de Valdeluz, escondido entre colinas y ríos susurrantes, Vera encuentra algo inesperado: una chispa de esperanza en Leonardo, un chico marcado por la pérdida. Mientras el dolor de su vida anterior la consume, se siente atraída p...