Capítulo 6

266 46 13
                                    

Espero verte feliz
aunque sea sin mí

Fina Valero

  Ya había pasado cerca de una semana desde que Angustias anunció a Fina y a sus hijas  su decisión de mudarse a Illescas,  el pueblo de su hermana. A Fina le ofrecieron mudarse con ellas hasta que encontrara un lugar mejor en el que trabajar y ella no pudo más que aceptar su decisión e irse con aquella familia a servirles allí.

A veces se miraba a sí misma y no recordaba dónde estaba el carácter peleón que tanta gracia le hacía a su padre cuando vivían solos en aquel enorme caserío pegada a la fábrica familiar y su padre le hacía los peinados más horribles jamás vistos. Cuántas veces la Fina de seis años se habría negado a salir de casa con la ropa que su padre había escogido para ella, y cuántas veces la Fina adolescente se habría enfadado desmesuradamente cuando su padre se dejaba mangonear por los dueños del negocio.

Mientras seguía absorta en sus pensamientos, Fina escuchó el sonido del teléfono del salón, donde Angustias descansaba con sus hijas, "las niñas" como ella las llamaba tuviesen la edad que tuviesen. No pudo evitar poner la oreja y enterarse de que era Digna y que esa misma tarde iría a la casa a ver cómo estaba su hermana y a echar una mano.

—Fina— se escuchó decir a Angustias desde la cocina, llamándola— esta tarde viene mi hermana a tomar café, ¿podrías preparar unas pastas para convidarle?

—Por supuesto, señora.— asintió enlazando sus dedos tras la espalda mostrando atención plena— Voy a comprar lo necesario a la tienda de Manuela y las preparo antes de comer.
Fina recordó su mudanza próxima al pueblo y la nueva vida que se acercaba y...

—¡Por Dios! — exclamó para sí. Tras ver la sorpresa de Angustias en su rostro, le explicó—No le he preguntado a Gaspar qué le parece  nuestra marcha a Illescas, espero que no se enfade cuando se lo diga.

—Fina, hija, llámalo si quieres antes de salir a comprar. — dijo, comprensiva, la señora de la casa.
Fina agradeció el gesto y, arreglándose el pelo nerviosa como una adolescente, se acercó apresurada al teléfono.

Fina respiró hondo antes de levantar el pesado auricular negro. Con manos temblorosas, marcó el número de la centralita y esperó a que una voz femenina contestara al otro lado.

—Centralita, ¿en qué puedo ayudarle?
—Buenos días, necesito comunicarme con el cuartel del frente de Aragón, por favor —dijo Fina, nerviosa por la reacción que Gaspar podría tener.

—Un momento, por favor —respondió la operadora con tono profesional.

Fina escuchó el característico sonido de las conexiones manuales y de fondo, voces lejanas y distorsionadas. El tiempo parecía eterno hasta que por fin una voz masculina se hizo presente.

—Cuartel del Frente de Aragón, ¿con quién hablo?
—Soy Fina, la prometida de Gaspar de la Hoz. Necesito hablar con él un momento. Es urgente —respondió ella, mordiéndose las uñas para calmar la espera.

—Un momento, señorita, buscaré la información.
El silencio volvió a invadir la línea mientras Fina apretaba el auricular contra su oído, esperando que se diera la casualidad de que no había salido del cuartel aquel día. Minutos después, la voz retornó.

—Gaspar de la Hoz está en la línea de combate, señorita. No podemos comunicarlo directamente, pero informaremos de su llamada en cuanto podamos.

Fina suspiró desanimada, agradeciendo en el fondo poder posponer unas horas más aquella conversación.

—Gracias, muchas gracias.

—Buen día, señorita. Le mantendremos informada.

Se recostó unos segundos en la silla que acompañaba el teléfono del salón y un suspiro atravesó sus labios, soltando el aire que había contenido los últimos minutos. Sabía que debía tener esa conversación, pero no podía negar que le alegraba poder tenerla más adelante.

1938 | MAFINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora