Capítulo 11. Filosofía

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Mar Romero:

— Me refería a jugar ajedrez. ¿Realmente dejarás de ser mi amiga por esto?

Sirena no aceptó lo que le dije, por más que intenté explicarle la situación y dejarle en claro que nuestra amistad no podía ser, ella continuaba sin soltarme el brazo, acariciando delicadamente mi piel y mirándome con esos ojos suplicantes.

— Tengo novia, Sirena. Y tú te comportas de manera extraña conmigo, no está bien que me escribas todos los días, ni que siempre quieras estar pegada a mí. No respetas mi relación así que tendré que respetarla yo.

— ¿Tú armaste este discurso o es lo que ella te dijo?

— Sirena.

— No. Tienes que darte cuenta, Mar. No hablas con nadie, no sales a ningún lado. Tienes diecisiete años, eres muy joven. ¿Por qué dejas que se robe tu adolescencia? Vives obligada a actuar como un adulto, soportas cosas que nadie a tu edad debería pasar. No es amor, Mar, nunca lo será.

— Tú no sabes nada.

— ¿Hace cuanto que no escribes, Mar? — guardé silencio, intenté mirar hacia cualquier lado, tratando de ignorarla — ¿por qué no terminaste tu segundo libro?

— Eso no tiene que ver, son sólo niñerías.

— ¿Lo que más amas y te apasiona hacer es una niñería? — quise irme. Sirena se interpuso en mi camino haciéndome chocar con su cuerpo — te prohibió escribir, prácticamente te prohibió ser tu. Desinstalaste la aplicación, dejaste a tus seguidores sin un final, los abandonaste sin aviso sólo porque ella se sentía insegura de que varias personas te comentaran y enviaran mensajes felicitándote por tu trabajo. Aislarte de todos ya es una mierda, pero que incluso te dejes aislar de las cosas que te hacen ser tú es otro nivel de abuso emocional.

— Ya — le ordene guardar silencio. Si hubiese notado su desesperación por salvarme, si tan sólo la hubiese escuchado me hubiese ahorrado tantas cosas, tantas decepciones, tantas humillaciones, tanto dolor. Si yo hubiese sido lo suficientemente fuerte como para aceptar que estaba envuelta en un ciclo terriblemente tóxico quizás hubiese logrado salir a tiempo. Pero no lo hice, porque estaba cegada a un nivel casi inhumano, en el que creía que todos intentaban destruir mi relación, en el que veía a todos como villanos menos a Lucia, en el que por más que me decían lo incorrecto que era lo que estaba viviendo no podía escuchar a nadie — sólo acepta que no quiero ser tu amiga. No me molestes más, Sirena.

El amor se confunde con muchas cosas.

En un mundo de inexpertos el listo siempre consigue lo que quiere.

El verdadero problema de no conocer cómo se supone que se debería sentir el amor, es que confundes cualquier pequeña muestra de atención y cariño con sentimientos fuertes. Lamentablemente una gran mayor parte de la población pasa por situaciones que no debería, las soporta, las acepta y se queda, porque en su cabeza, aquello que les hace sentir un treinta por ciento bien, vale lo suficiente como para sufrir en silencio el otro setenta por ciento.

Era obvio que Lucia no se iba a quedar tranquila, y que mis acciones para alejar a Sirena no le serían suficientes. Lucía sabía mover todo a su conveniencia, tirando de los hilos necesarios para moverlo todo a su favor, logrando sus objetivos como sea. Mi relación se basaba en ella acusándome de no amarla y de ser igual a su ex, y en mi haciendo cualquier cosa que ella ordenará con tal de demostrarle que si la amaba y que no era igual a su ex.

Y fue así como acepte el treinta por cierto más jodido de mi vida.

— Te dije que esa niña no vale la pena — me dijo Lucia cuando le conté que le pedí a Sirena que se alejará de mí — intentó ponerte en mi contra con lo de la escritura, cuando es obvio que me prefieres a mí que, a un montón de desconocidos depravados del internet, ¿cierto?

Mi esposa no me haria esoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora