Mar Romero:
Creo que fue el miedo en mi mirada lo que la hizo reaccionar y soltarme de inmediato, sus facciones se relajaron y terminó por parpadear con los ojos llorosos, como si estuviera volviendo en razón y finalmente comenzó a caminar sin decirme nada, alejándose de mí y secándose sus nacientes lágrimas.
— ¡Lucia! — corrí tras ella, aunque la llame no se detuvo, y tuve que alcanzarla, tomarla de los hombros y obligarla a mirarme. Lucia estaba llorando, mi corazón dolía de verla de esa manera y comenzó a plantarse la pequeña semilla en mi cabeza de que yo era la culpable de eso — ¿A dónde vas?
— Lo siento — soltó finalmente con la voz entrecortada, se aferro a mi cuerpo como un perrito callejero, mojado y hambriento que conocí por primera vez a un ser humano que lo trata con cariño. La escena anterior me había asustado, pero tan pronto note la vulnerabilidad en su voz me olvide de todo, la abracé y me centré solo en ella — lo siento tanto, Mar, no quería hablarte de esa forma.
— Esta bien, no te preocupes, estoy bien — traté de tranquilizarla, ella se apartó solo un poco, mirándome con sus pestañas húmedas y su nariz roja, yo no podía creer lo hermosa que se veía incluso al llorar. Limpie sus lagrimas con mis pulgares, depositando un beso en cada ojo y abrazándola de nuevo — se que no querías.
Se sentía tan pequeña en comparación conmigo, y es que lo era, su pequeño cuerpo jamás hubiese sido capar de alertar a nadie sobre su edad.
— No quiero que vuelvas a mirarme así — me suplicó — la manera en que reaccioné no fue correcta y cree en mi cuando te digo que jamás fue mi intención hacerte daño.
— Lo sé.
— Lo siento. A veces se me olvida que ya no tengo que actuar a la defensiva todo el tiempo.
Ladeé la cabeza sin entender, pero volviéndome a sentir segura con su mano en la mía, con sus ojos suplicantes y su voz rota.
— ¿A la defensiva? Yo no te hice nada, no estaba haciendo nada.
— Lo sé — acarició mi rostro, besó dulcemente mis labios antes de continuar hablando — no sé como reaccionar a la amistad, y no es tu culpa, Mar. Es sólo que me hicieron creer que los amigos traicionan, y yo jamás podría compararte con ella, pero hay muchas heridas que me hizo y que juegan con mi cabeza.
— Málena es mi amiga, solo eso, lo prometo.
— Y te creo — me aseguró — confió en ti, Mar, confió en ti más que en nadie. Y sé que el que ella se haya acostado con varias de sus amigas no quiere decir que tu serás igual. Tu eres buena, Mar, tan buena que se te nota en la cara, tan buena que das ternura y es algo que me encanta de ti. Sé que me queda mucho en que trabajar, aprender a soltar y superar algunos miedos. Tu me das ganas de ser buena para ti también, y no la persona rota en que ella me convirtió.
Levante su mentón con mi pulgar, quería que me mirara, quería que pudiera confiar en mí, en mis palabras, en la sinceridad de mis sentimientos, en la inmensidad de mi amor por ella.
— Yo no soy ella. Mirame bien, Lucia, jamás seré como ella. Yo moriría por ti, daría todo por ti, lo abandonaría todo sin importarme nada. Te lo prometo, yo nunca, nunca, nunca te hare daño — mi sonrisa era real, tanto como la de ella después de escuchar eso, tanto como el beso que compartimos y que tuvimos que cortar cuando un auto pasó a toda velocidad.
— Sé que no eres ella. Eres mejor, eres única — unió su frente a la mía — eres mi nuevo tesoro, quiero tenerte toda la vida. No soy perfecta, estoy dañada, pero te juro que me esfuerzo, te juro que estoy intentando hacer las cosas bien. No quiero hacerte daño. No a ti, mi amor.
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Mi esposa no me haria eso
Storie d'amoreUna jóven que esta aprendiendo de su sexualidad y gustos, pasa años conociendo a personas en distintas etapas de su vida con las que aprende sobre el amor, el desamor, la desconfianza, las primeras veces y las primeras experiencias. Tras cada relac...