Kilian
La penumbra de la mansión me envuelve como un manto familiar. Cada trazo que aplico sobre el lienzo me conecta con la esencia de mis víctimas, sus gritos aún reverberan en mi mente como un eco distante, alimentando mi locura. Miro con satisfacción cómo la sangre se convierte en pigmento, una mezcla perfecta de arte y horror. Cada retrato es una celebración de mi poder, un testimonio de mi superioridad sobre esas almas débiles.
El cuarto en el que me encuentro es el más apartado de la casa, una pequeña celda de madera y sombras que parece existir en un tiempo diferente. Está situado en el rincón más alejado, un refugio solitario donde el eco del mundo exterior apenas llega. Sin embargo, esta distancia es engañosa; aunque aquí nadie puede escuchar lo que sucede dentro, yo, en cambio, puedo percibir cualquier ruido que se filtra desde el resto de la mansión.
Mientras mi pincel danzaba sobre el lienzo, creando sombras y formas que daban vida a mis visiones macabras, un ruido rompió la quietud de la noche. La casa, en su penumbra habitual, pareció respirar, y el eco de ese sonido resonó en mi mente como un grito lejano. Intrigado, dejé mi obra por un momento y me acerqué a la ventana que se abría hacia el exterior, donde la luz de la luna se filtraba, revelando un mundo distorsionado y etéreo.
Al asomarme, mis ojos se ajustaron a la penumbra, y allí, entre las sombras del jardín, vi una figura. Mi corazón latió con fuerza, un ritmo que coincidía con la emoción del momento. No era un simple transeúnte. Reconocí la silueta; era el compañero del estúpido detective que había estado husmeando en mis asuntos, un hombre que, con su impertinente curiosidad, había comenzado a desentrañar mi mundo.
La luz de la luna iluminaba su rostro de manera tenue, revelando la concentración que marcaba sus rasgos. Se movía con cautela, como un depredador al acecho, buscando en cada rincón lo que yo había escondido. Sus ojos, aunque no podía verlos con claridad, brillaban con la intención de descubrir la verdad que había estado ocultando.
Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Qué estaba haciendo aquí? La noche, que debería ser mi aliada, se había vuelto un campo de batalla. Cada paso del compañero del detective resonaba como un tambor en mi mente, un recordatorio de que mis secretos estaban en peligro de ser expuestos. Sin embargo, a medida que lo observaba, una chispa de adrenalina iluminó mi ser. Era un juego peligroso, y la posibilidad de que mi mundo se viera amenazado solo alimentaba mi locura creativa.
Me retiré un poco de la ventana, buscando una mejor perspectiva. Mientras me asomaba nuevamente, el hombre se detuvo, levantando la linterna que traía consigo. La luz cortó la oscuridad como un cuchillo, iluminando partes de la mansión que había querido mantener en la penumbra. Cada destello de luz revelaba mis secretos, cada sombra desterrada un fragmento de mi ser que podría quedar al descubierto.
Con cada movimiento que hacía, la tensión se acumulaba en el aire, como un alambre tenso listo para romperse. Era una danza peligrosa, y el compañero del detective, aunque audaz, no sabía que estaba jugando con fuego. Mientras lo observaba, una mezcla de desprecio y fascinación brotó en mí. No podía permitir que se interpusiera en mi obra, en mi vida, pero también había un retazo de admiración por su osadía. Había algo admirable en su determinación por desentrañar lo oculto.
Estaba apunto de salir de la habitación pero algo me detuvo, observe él como una figura femenina también se acercaba, observe con atención de quien se trataba y la vi, Lilith con su pijama y pantuflas había salido al patio.
Mierda
El detective le podría hacer daño, inmediatamente me acerque a la ventana para observar mejor, pero Lilith tenia algo en su mano, un cuchillo, y antes de que pudiera pensar en que es lo que hacia a altas horas de la noche con un cuchillo, ella se abalanzo hacia el hombre apuñalándolo.
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En la Sombra
HorrorMe encontraba en una situación aterradora, haber entrado a la tienda me había dado tiempo para pensar mi próximo movimiento, pero no había importado por que a donde fuera que yo vaya el esta ahí. En la Sombra acechando.