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   Era de noche cuando irrumpí en su casa. A lo lejos, como si la presencia del resto no le importara y fuera opacada por la suya, estaba sentado, en un sofá, con su oscuro traje y licor en la mano. Nazi miraba el balcon frente a él, con la vista perfecta a la torre Eiffel y su bandera flameando cerca de alli...

–Ya no somos más aliados... –. Daba un trago a su bebida. –Lo sabes perfectamente. Seguiré con mi plan–.

En ningún momento volvió a mirarme. A pesar de la traición y el descontento de ambos, aquel país que creció a mi lado y daba más color a mi vida, no se dignó a mirarme los ojos... aquellos como un océano profundo que tanto ansié durante tanto tiempo.

No... no podía...

–Por favor, Reich... –. Me acerqué a él y me arrodillé cerca suyo. Mi cordura se agotaba, todo se venía abajo muy rápido y quería tener a alguien al lado por lo menos.

Apenas oyó su nombre, giró sus ojos para verme. –Hay gente cerca. Mi nombre aca no es ese... lo sabes bien –.

–Solo escuch –.

–Dilo –. Dijo mirando por fin mis ojos. Por fin... nuestras miradas se encontraron y sentí que su humanidad seguía viva en algún parte de su ser. –Di mi nombre –.

–...Augusto –. Dije con la mirada gacha. Su nombre humano, el cual toda la gente lo reconocía. –Augusto, Augusto, Augusto... –.

Dije en susurros y apoyaba su mano en mi rostro, buscando su cálido toque... Él realmente era lo único que quedaba, quien llegó a darle sentido a mi vida.

Era Augusto para oficiales, mayores y presidentes, para países era Nazi y para mi era Ale. Mi simple Ale.

Me acompañó durante años, me sentí vivo durante aquellos años, deseaba tenerlo muchos más años...

Deseaba que no me culpen, que no me retracten y es que... cuando en tu miserable vida lo único que la emocionó y dio ganas de seguirla ya no estaba, la razón de tu vivir se esfumó. Sabía que no recuperaría a mi amado de la sumisión por el poder y era por eso que al menos intentaría volver a sentirlo. Al menos... hasta que mi inminente muerte llegará.

Sentí su mirada irse de mi y en ese instante sentí que su poco amor también se iba.

"Dios"

Apreté su mano más fuerte y me dejé llevar por primera vez en mi vida por los sentimientos...

"Dios"

Repetía en mi cabeza temblando.

"Dios... si realmente existes... no te lleves mi vida"

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Un Viejo Mundo Para Un País NuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora