Capítulo 2: La Galería

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Marta despertó lentamente con el peso y cansancio aún presente en sus párpados. Sentía el calor de otro cuerpo junto a ella y, por un instante, deseó que esa sensación le trajera algo de paz. Abrió los ojos y vio a Selena, su invitada de la noche anterior, tumbada a su lado. Los mechones oscuros de la chica se esparcían sobre la almohada, su respiración era profunda y pausada, perdida en el sueño. Marta la observó en silencio, esperando sentir algo más que el vacío con el que había despertado tantas mañanas antes. Pero esa esperanza se desvaneció tan pronto como apareció.

Marta se deslizó cuidadosamente fuera de la cama, asegurándose de no despertarla. Se puso una bata ligera y caminó hacia la ventana, observando cómo el cielo plomizo empezaba a iluminarse bajo una luz tenue y fría. El sonido de la lluvia golpeando el cristal era monótono, casi hipnótico, pero no le traía la paz que tanto necesitaba.

Con un suspiro pesado, Marta dejó una nota breve en la cocina y salió de su apartamento en silencio. Una exposición de fotografía que le había recomendado su amiga Digna era su destino, aunque ni siquiera estaba segura de qué estaba buscando allí. Quizás esperaba que el arte de otros pudiera romper ese muro invisible que le impedía crear, o al menos, que le ofreciera un escape temporal de sus pensamientos.



Marta caminaba despacio por la galería, sus ojos se encontraban repasando las paredes llenas de fotografías sin prestar demasiada atención a los detalles. Había venido para distraerse, para sumergirse en el arte de otros y, tal vez, encontrar algo de inspiración. Llevaba un par de semanas bloqueada con sus propios proyectos, sin saber qué camino tomar.

Sin embargo, hubo una imagen que hizo que se detuviera en seco. Una foto en blanco y negro, algo abstracta pero con una textura emocional que la atrapó al instante. Parecía transmitir soledad, un sentimiento que Marta conocía bien. Se acercó más, tratando de descifrar qué la hacía tan magnética.

—¿Qué te parece esa foto? —preguntó una voz suave a su lado.

Marta se giró lentamente y vio a una chica de cabello castaño oscuro y ondulado, con una cámara colgada del cuello. Tenía los ojos curiosos, aunque con un toque de nerviosismo.

—Es... intensa —respondió Marta, buscando las palabras adecuadas—. Me gusta, aunque no estoy segura de por qué.

La chica sonrió, un poco incómoda.

—Eso es lo que más me frustra de esa foto.

—¿Por qué? —Marta frunció el ceño, intrigada por la confesión.

—Porque no debería gustarte. Bueno, al menos a mí no me gusta —dijo la chica, señalando la fotografía con un leve gesto—. Soy Fina, la fotógrafa de esta exposición.

—¿En serio? —Marta la miró con sorpresa, intentando alinear la imagen que tenía frente a ella con la persona a su lado—. Soy Marta.

—Un placer —respondió Fina con una sonrisa amable—. Y sí, aunque no estoy particularmente orgullosa de esa imagen en particular.

Marta rió con suavidad, pero había algo en la mirada de Fina que la hizo querer profundizar más.

—¿Por qué no te gusta?

Fina suspiró, como si la pregunta abriera una vieja herida. Miró la foto con una mezcla de resignación y cansancio.

—Hace dos años quedé finalista en un concurso de fotografía de mi zona. Fue un momento importante para mí, y seleccionaron una de mis tres fotos para la exposición. Pero eligieron la que más odiaba. —Fina rió, aunque no había diversión en su tono—. Mi cabeza no entendía por qué escogieron esa y no otra de las que me gustaban de verdad, y esa sensación me martirizó al punto de prohibir que mi familia fuera a la exposición.

Lienzo del alma - MafinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora