Susana se quedó dormida luego de llegar a casa. Ni siquiera cenó, no tiene apetito. Se encerró en la habitación y se durmió.
Antonio la observaba dormir, su rostro luce serio en intimidante. Esa es la mujer que ocupó su lugar, el lugar que le pertenecía por derecho propio. Pero su padre y su madre, dos cobardes, no fueron capaz de enfrentar a la familia con un hijo enfermo, y prefirieron dejarlo abandonado a su suerte en un orfanato mientras se llevaban a la niña que habían elegido, una chica fuerte.
Deslizó su mano sobre el cuello desnudo de la mujer tocando su piel tibia y suave. Su respiración es tranquila y monótona, sería tan fácil acabar en este momento con ella. Apretar ese delicado cuello y dejarla sin respirar. Acabar con la existencia de la mujer que llegó a reemplazarlo tomando lo que era, en realidad, suyo.
Pero hay una obsesión que no puede entender, un sentido de pertenencia que se le escapa de las manos, la desea como suya, la quiere tener entre sus brazos sin soltarla jamás, que ella dependa de él tanto que no pueda vivir sin estar a su lado.
Por ello pasó su lengua por el cuello de Susana haciendo que aquella soltará un suave gemido sin despertar. Luego la estrechó de la cintura apegándose a su espalda de forma que la mujer pudo sentir su agitada respiración. Besó su nuca, lamió hasta morderla, como si quisiera marcarla como suya. Esto despertó a la mujer que somnolienta sintió como las manos del hombre subía por su cuerpo y agarraban sus pechos desnudos debajo de su ropa.
—¿Qué haces? —masculló atolondrada apenas abriendo los ojos.
—Quiero sentir la calidez de mi esposa —le respondió dándole varios besos en la nuca.
Susana dejó escapar una ligera risa irónica sin abrir del todo sus ojos.
—¿Tu esposa? —musitó con voz adormilada—... ¿Quieres seguir jugando al matrimonio? ¿Tú crees que no me doy cuenta de que en realidad nos odias?
Esta última pregunta detuvo al hombre que no ocultó su sorpresa. Los recuerdos olvidados afloraron en su cabeza y la imagen de Susana siendo aun una niña vino a su mente.
"¿En realidad nos odias?" le preguntó en ese entonces con una expresión dolida y triste.
No respondió en ese entonces y ahora tampoco lo hizo. Solo la giró para besarla con pasión sin que Susana pusiera resistencia, e incluso respondió a sus caricias.
—¿Quién eres en realidad, Antonio Vélez? —susurró Susana con los ojos cerrados.
El hombre sonrió con maldad.
—Solo un niño solo y enfermo abandonado en un orfanato dispuesto a vengarse de su familia biológica —susurró en su odio.
Susana pestañeó confundida y Antonio se echó a reír como si acabara de contarle una mentira. La mujer no dijo nada y solo se restregó los ojos como si quisiera despertar del todo. Antonio separó ambas muñecas y las colocó en la almohada haciendo presión.
—Soy solo un hombre que desea hacerle el amor a su mujer —indicó sonriendo en forma seductora.
Susana sintió que el calor se subía a sus mejillas y abrió los ojos sorprendida por la declaración. Avergonzada desvió la mirada, hasta ahora ninguno de los hombres con los que se ha acostado le han dicho que quieren hacer el amor con ella, solo hablaban de sexo, de follarla. No quisiera que esto le causara mayor efecto, pero con su abuela al borde de la muerte inconscientemente se esta aferrando a la única persona que tiene a su lado.
—Haz lo que quieras —señaló sin mirarlo.
Antonio notando su rostro enrojecido sonrió con malicia. Susana ha comenzado a caer entre sus manos y satisfecho se aferró a su cuerpo besándola.
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En manos de un psicópata
RomanceLa vida alocada de Susana ha colmado la paciencia de su abuela. Como futura heredera de la empresa familiar se ha dedicado solo a ir a fiestas y acostarse con todos los hombres apuestos que ha encontrado en su camino. Pero todo se acaba cuando el CE...