Capítulo 11

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Susana fue llevada a la oficina sin poder soltarse de las manos de Antonio, pero apenas entraron, fue empujada al interior sin nada de consideración.

Apenas se vio libre, arrugó el ceño, dispuesta a quejarse, hasta que vio al hombre tomar asiento en el sofá y suspirar de forma desganada. Parece desanimado, descolocada, no supo que decir y titubeó sin entenderlo.

—¿Te gusta? —le preguntó de repente.

Susana pestañeó sin entenderlo.

—¿Quién? —respondió intencionalmente, fingiendo no darse cuenta de quién hablaba. Pero es lógico que lo dice por Víctor.

Antonio volvió a suspirar y se colocó de pie caminando hacia ella. Aunque luce triste, sus ojos son como de un animal salvaje, conteniendo su ansiedad por matar. Instintivamente, retrocedió hasta chocar contra la pared.

Estaba a punto de moverse de lugar cuando Antonio la acorraló sin darle espacio para huir y colocó su frente encima de la suya, obligándola a no poder quitarle la vista de encima. La cercanía le produjo escalofríos y más cuando se sintió atrapada en sus garras.

—¿Qué puedo hacer para que me elijas a mí en vez de a otros? —le preguntó dolido para luego deslizar su mano por sus mejillas y terminar rodeando su cuello sin aplicar presión.

Si lo hiciera la estaría ahorcando y ese pensamiento no desaparece de la cabeza de Susana. Está en una situación en que si él decidiera ahorcarla con su mano no podría detenerlo ni defenderse.

Respiró agitada antes de recibir un beso en la punta de su nariz y ser liberada.

Paralizada y confundida, no se movió de su lugar hasta ver a Antonio volver a su escritorio ¿Qué le pasa? Antes la hubiera desnudado y obligado a tener relaciones en castigo o que hiciera cualquier otra cosa obscena... pero ¿Esto?

No puede evitar sentirse confundida, y algo decepcionada. Porque en su propia toxicidad no puede negar que le gusta tomar el rol de sumisa, pese a que con todos sus sentidos funcionando sin estar drogados por su libido se da cuenta de que nada de esto es sano.

Pero tampoco esto... desde que su abuela se accidentó no le ha puesto un dedo encima ¿Acaso ya dejo de serle atractiva? Esto debería darle alivio a la situación de estar atada a un matrimonio a la fuerza, sin embargo, ¿Por qué se siente dolida y rechazada?

—Nosotros... no vamos... —no terminó su frase y, en cambio, se mordió los labios al darse cuenta lo patética que sonaría su pregunta.

Antonio, que ya se encontraba concentrado en su trabajo, alzó la cabeza mirándola con inocencia.

—¿Qué pasa? ¿Quieres que desayunemos juntos? Lamentablemente, ahora no puedo, tengo una reunión en cinco minutos —le respondió volviendo a lo suyo.

Susana tensó su mirada. Esperaba más, algo más. Y sin decir palabra alguna salió dando un fuerte portazo. Apenas desapareció de su oficina, Antonio sonrió con maldad para luego tomar su teléfono.

La secretaria que recién llegaba a su puesto vio a Susana salir echa una furia de la oficina del CEO, se quedó paralizada sin saber que hacía esa mujer con su jefe o qué pasó para que saliera en ese estado.

En ese momento su comunicador empezó a sonar.

—Buenos días, señor Vélez —respondió con su mejor ánimo.

—Buenos días —le respondió con un tono tranquilo, contrastando con la actitud de la mujer que salió muy molesta de su oficina—. ¿Podrías decirle a Víctor que venga a mi oficina? Necesito hablar con él con urgencia.

En manos de un psicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora