—Señorita Fave, un gusto volver a verla por aquí —señaló el empleado del motel sonriendo a los recién llegados.
Susana había intentado por todos los medios que no dijera eso. Pero de nada le valió tantas señas y muecas cuando el idiota del motel no pudo entenderla.
"Idiota..." masculló con los dientes apretados.
—Le reservamos su habitación favorita —agregó el tipo sonriendo tontamente, esto la molestó aún más.
Susana le quitó las llaves de mala gana avanzando al interior mientras Antonio se quedaba atrás. Aquel solo inclinó la cabeza saludando en forma cordial al recepcionista antes de seguir caminando tranquilamente detrás de la mujer.
El hombre del motel no pudo evitar sentir escalofríos ante esa mirada a pesar de la amistosa sonrisa.
Susana avanzaba sin dejar de maldecir. Sus planes se han arruinado y debe pasar otra noche con ese tipo. Aunque no niega que es placentero tener relaciones con él y que hasta ahora nadie la había hecho disfrutar del sexo de esa forma, tener que entregarse por decisión de él la hace sentir más rabia.
Es el perro fiel de su abuela, con quien la obligaron a casarse, y es esto lo que provoca que no quiera caer en la tentación de sus brazos. Su orgullo le duele al pensar que todo esto lo hace simplemente por seguir sus órdenes. Por ello se llevó la uña de su dedo pulgar mordiéndolo entre sus dientes.
—¿Con que está es tu habitación favorita? —señaló Antonio entrando detrás de ella para luego adelantarse mirando hacia el enorme espejo del techo—. ¿Te encanta mirarte cuando te la po...
—Cállate —masculló en forma agria sentándose en la cama.
Antonio sonrió para luego quedarse mirando un extraño sofá y unas esposas.
—¿Te gustan estas cosas? —preguntó curioso—. ¿Qué te pongan aquí y te esposen?
Susana sonrió con maldad.
—No, son ellos quienes se deben sentar ahí y esposarse, por ahí hay un látigo con que los golpeos ¿Quisieras experimentarlo?
Antonio alzó sus cejas acercándose a la cama antes de contemplarla de forma seductora.
—No lo sé, me resulta más placentero imaginarte a ti atada en ese lugar —señaló con tono malicioso.
Susana le dirigió una agria mirada antes de acercarse a la cama y colocar una mano acercando su rostro al hombre. Sus ojos quedaron unos frente al otro.
—Para ver eso, tendrías siquiera estar a mi nivel, pero no eres más que un miserable perro bastardo —susurró en su oreja con tono despectivo.
Se levantó dispuesta de irse de esa habitación cuando Antonio la tomó de repente del brazo y la tiró devuelta a la cama haciéndola caer de espaldas. No logró reaccionar cuando con su otro brazo la rodeó por la espalda atrapándola entre su cuerpo y la cama.
—Tomaré eso como una promesa —susurró besando su cuello.
Se siente bien sentir sus besos húmedos, y esas manos acariciando su cintura. Su tacto es tibio y suave, su piel se estremece, pero a la vez eso le gusta. No pudo evitar entrecerrar los ojos dejando a la vista el deseo que no puede contener. El hombre sonrió al verla, como si ese semblante fuese otra victoria más para él. Pero de repente Antonio se separó de su lado, colocándose de pie y caminando rumbo al bar.
—Ya fue bastante duro, no quiero que tu cuerpo sufra el exceso de sexo —musitó ante la expresión descolocada de Susana.
"Este infame acaba de calentarme solo para dejarme así... ¡¿Qué mierda se cree para burlarse así de mí?!"
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En manos de un psicópata
RomanceLa vida alocada de Susana ha colmado la paciencia de su abuela. Como futura heredera de la empresa familiar se ha dedicado solo a ir a fiestas y acostarse con todos los hombres apuestos que ha encontrado en su camino. Pero todo se acaba cuando el CE...