Capítulo 7

2 0 0
                                    

Susana suspiró con expresión cansada. Sus días como asistente han sido peor de lo que hubiera imaginado. Se levanta todos los días a las cinco para luego llegar a la oficina a las siete y preparar el trabajo excesivo que Víctor le deja cada día. Debe ordenar carpetas, digitalizar la documentación, preparar las reuniones y dejar todo listo para cuando el CEO llega a la oficina.

Antonio aparece reluciente, caminando por el pasillo, con una sonrisa angelical, mientras todas parecen atraídas a él como abejas a la miel. Susana solo masca amargura, porque ella sabe perfectamente lo enfermo psicópata que es ese hombre.

"Si todos conocieran su verdadera personalidad, no estarían tan ansiosas de tirarse encima de él" pensó entrecerrando su mirada con un semblante agrio que no pasó desapercibido para Antonio.

Aquel no pudo evitar contemplarla con cierta malicia para luego sonreír triunfal y solo mirar el anillo de matrimonio en sus dedos. No es un secreto que el CEO se ha casado, pero nadie sabe quién es la "afortunada" mujer con quien se unió.

—Susana, ¿Has dejado listo los papeles de la reunión de hoy? —le preguntó deteniendo sus pasos frente a ella.

La mujer se cohibió al notar que todos los ojos de la oficina estaban encima de ellos dos, Víctor la contempla con severidad mientras nota el celo y envidia en los ojos de las otras mujeres.

—Sí... —estaba a punto de tutearlo antes de corregir sus palabras—, señor Antonio, todo está en su escritorio.

—Bien, sígame que quiero que me dé una explicación rápida —y dicho esto alzó su mirada con una maldad que solo ella pudo notarlo.

Pestañeó tensa mordiéndose los labios y solo moviendo la cabeza. Lo vio alejarse, pero las miradas de envidia y odio siguieron encima de ella. Suspiró con fastidio antes de seguirlo. Siquiera pensar en un día reemplazarlo se le hace aún más pesado ¿Cómo trabajar en un lugar donde ya siente el ambiente poco amigable hacia ella? A diferencia de Antonio, que parece que lo idolatran como a un Dios, a ella solo la miran como la basura pegada en los zapatos del ser supremo.

"Todo se facilitaría si supieran que eres la verdadera hereda y futura dueña de todo esto" pensó con amargura hablándose en tercera persona.

Pero la verdad es que no sabe si eso será así, notando el afán de amor extremo que Antonio provoca a su alrededor con esa sonrisa que creen que es sincera, pero ella sabe que no es así.

—Buenos días, señor Antonio —la secretaria apenas notó la presencia de su jefe, saltó como un resorte a saludarlo con su mejor sonrisa.

—Buenos días ¿Puedes pedir el desayuno? Y que esta vez sea para dos personas, tengo que trabajar toda la mañana con mi asistente Susana —le habló Antonio con cortesía—. Víctor encárgate de lo que te pedí al llegar y hablamos en la reunión.

—Sí, señor —dijo el hombre mirando de reojo el rostro agrio y cansado de la mujer.

No deja de pensar que hayan elegido a alguien tan inadecuado para su reemplazo puede provocarle a su jefe más problemas de lo esperado. Y no entiende como aquel parece tan feliz de tener a una asistente que no serviría ni para repartir papeles en la calle.

Susana notó la mirada del hombre que de mala gana se alejaba de ambos para luego casi caerse cuando la secretaria al pasar a su lado intencionalmente le dio un golpe con su codo haciéndola perder el equilibrio.

—Lo siento, no la vi —dijo la mujer sonriendo con burla.

Susana arrugó el ceño, es claro que fue intencional.

—Debería ir al médico porque tiene que estar ciega como un topo para no ver a alguien parado casi frente suyo —masculló de mala manera.

Antonio sonrió divertido, pero ignorando a ambas mujeres entró a la oficina.

En manos de un psicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora