Los días después de aquella caminata con Gabriel fueron una mezcla de emoción y paciencia. Sabíamos que lo que sentíamos era especial, pero también entendíamos que nuestras vidas individuales necesitaban un espacio para desarrollarse sin prisas ni presiones.
Sin embargo, esa determinación de “simplemente ser” era más difícil de lo que parecía. Los días pasaban, y la presencia de Gabriel se hacía sentir en cada rincón de mi mente. Los recuerdos de la cabaña y la noche de la cena resonaban, recordándome lo felices que habíamos sido y, al mismo tiempo, lo incierto de lo que estaba por venir.
Una tarde, mientras estaba ocupada en casa organizando unas viejas fotografías, mi teléfono sonó. Era un mensaje de Gabriel: “¿Café en tu casa? Tengo algo que contarte”.
En cuanto leí esas palabras, mi corazón comenzó a latir más rápido. Sin pensarlo mucho, respondí que sí. En menos de media hora, Gabriel estaba tocando mi puerta, con su sonrisa habitual y una chispa en los ojos que me hizo sentir que algo importante estaba por suceder.
Nos acomodamos en la sala con tazas de café caliente en las manos. La atmósfera era tranquila, casi como si cada rincón de mi casa estuviera preparado para recibir esa charla tan especial.
—¿Entonces, qué es lo que quieres contarme? —pregunté, intentando que mi voz sonara casual.
—Bueno... —Gabriel hizo una pausa, su mirada fija en el suelo antes de levantarla para mirarme directo a los ojos—. Recibí una oferta de trabajo en otra ciudad.
La noticia cayó sobre mí como un balde de agua fría. Aunque habíamos hablado de ir despacio, no me esperaba algo así. Traté de mantener la calma mientras procesaba lo que él acababa de decir.
—¿Y… qué piensas hacer? —pregunté, esforzándome por sonar comprensiva.
—No lo sé. Es una buena oportunidad, algo que siempre quise hacer, pero también hay algo aquí, contigo, que me hace dudar. No quiero perder lo que tenemos… ni apresurarme y lamentarlo después —explicó, y pude ver el conflicto reflejado en sus ojos.
Por un instante, ambos guardamos silencio. Era como si las palabras se hubieran agotado, y solo quedara el peso de la decisión.
Finalmente, respiré hondo y encontré el valor para hablar con el corazón. —Gabriel, pase lo que pase, quiero que seas feliz, y si ese trabajo es importante para ti, no quiero que te detengas. Lo que hemos construido es fuerte, y si es real, sobrevivirá a la distancia.
Él sonrió con una mezcla de tristeza y agradecimiento. —No sé cómo lo haces, pero siempre tienes las palabras correctas. Esto no es una despedida; es una decisión de que quiero que lo nuestro continúe, incluso si el camino se complica.
En ese momento, me acerqué y le tomé la mano. —Entonces, sigamos explorando juntos, incluso a la distancia. Sé que encontraremos la manera de estar cerca, aunque sea en la distancia —le dije, sonriendo con confianza.
Gabriel asintió y se inclinó hacia mí para darme un abrazo largo, lleno de calidez y promesas. Sabíamos que el futuro era incierto, pero también estábamos seguros de que nuestra conexión trascendía cualquier desafío.
Esa tarde, nos despedimos con la firme convicción de que, a pesar de la distancia, seguiríamos construyendo juntos. Entre susurros y realidades, el amor que habíamos descubierto se preparaba para una nueva prueba.
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Amor entre mi vecino.
RomansaCuando Gabriel se muda al departamento junto al de Emma, ambos comienzan a compartir risas, café y una atracción que no pueden ignorar. Pero aunque la conexión entre ellos es evidente, Gabriel guarda un secreto que podría poner en riesgo su incipien...