6. Felices veinticinco

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Miércoles, 4 de octubre, 18:29
(Dos días más tarde)

Lucas

El cursor permanece inmóvil en el centro de la pantalla. No sé por dónde empezar. La retroalimentación que recibí esta mañana en el trabajo no fue como esperaba y la lista de tareas para hacer en casa ha duplicado su tamaño.

- Bajar la saturación de la composición
- Probar una nueva paleta de colores
- Solucionar el contraste (Hay demasiada luz. No funciona)
- Modificar la tipografía
- ¡Importante: Solucionar el contraste!
- Aumentar dos puntos el interlineado
- ¡¡¡Solucionar el CONTRASTE!!!

Estoy tan concentrado leyendo la agenda que tardo unos segundos en darme cuenta de que el teléfono está sonando. Alcanzo el móvil con torpeza y me lo llevo a la oreja.

—¡Feliz cumpleaños!

El grito efusivo de mi hermana me hace sonreír.

—Gracias, Silvia.

—¿Te han felicitado ya mamá y papá?

—Sí, hace un rato. Aunque sospecho que lo que querían en realidad era echarme la bronca.

—Insistieron en que los llamarás más, ¿a qué sí?

—Me amenazaron con no dejarme entrar en casa como volviera a estar tres días sin hablar con ellos.

—Eso es porque eres su favorito. A mí me suelen chantajear con desheredarme.

Me da la risa. Aprovecho para estirar las piernas bajo el escritorio.

—También dijeron que me habían comprado un nuevo cuaderno para dibujar —añado.

—Mira, eso es un buen motivo para hacerles una visita.

—Iré en cuanto pueda. Ya sabes que...

—Eres adicto al trabajo.

Resoplo.

—Me mato a trabajar porque no tengo un buen curro como tú. Yo hago malabares para llegar a fin de mes.

—Cuando tenía tu edad yo también hacía malabares.

Silvia tiene treinta y un años, pero siempre se le han dado mejor las cosas que a mí. Que viva en Madrid y sea una buena abogada es la prueba de ello.

—Gracias por llamarme niñato.

—No te llamo nada. Solo te recuerdo que ir apurado con el sueldo a los veintipocos es normal. Pero claro, como eres un orgulloso de mierda y no dejas que papá te envíe dinero...

—No me va tan mal.

—Hombre, tienes techo y comida, pero ¿y tiempo para vivir?

—¿Tú también vas a regañarme por teléfono como mamá?

—Depende. Si me dices que vas a tomarte la tarde libre, me ahorro el sermón.

Miro la pestaña abierta en el portátil. Le prometí a Héctor que tendría todo hecho para el viernes.

—Además, ¿en serio no tienes algún plan especial para hoy? —sigue diciendo mi hermana—. ¿Ni una cena con tus amigos?

Desde siempre fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora