Capítulo 💞

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-Hey, parece que hoy no es tu día -dijo Andrew, acercándose.-Lo sé -respondió Aidan, continuando hacia la salida.-¿Qué pasó? -preguntó Andrew, deteniendo a Aidan, quien se sumió nuevamente en sus pensamientos.-Algo malo -respondió, dejando el tema en el aire.-¿Cómo te sientes ahora?- insistió Andrew.-¿Recuerdas la sensación de tener el pañal lleno de mierda? -preguntó Aidan sin esperar respuesta - Bueno, así me siento-

-No creo que haya sido tan grave... -comentó su amigo, a lo que Aidan negó con la cabeza.-¡La cagué en grande, Andrew! -exclamó Aidan, levantando los brazos. Andrew le bajó uno de los brazos.-Entiendo que la cagaste, pero si no me dices qué o cómo, no podré ayudarte -dijo Andrew, acercándose más.-Bien, te contaré... -suspiró Aidan.

-Yo... -Aidan no pudo continuar, sintiendo un brazo sobre sus hombros y escuchando una voz conocida. -Hola, virgen -saludó el rubio, quien había apoyado su brazo sobre él.

-Bueno, me voy -dijo Andrew, ignorando el saludo -Luego me cuentas - añadió, haciendo el gesto de una llamada con la mano.-¿Qué le contarás? -preguntó el rubio una vez solos, notando la tensión de Aidan.-Nada importante, ¿nos vamos? -dijo Aidan, apartando el brazo de sus hombros y caminando rápidamente hacia el auto.

Dorian se quedó al otro lado, sonriendo burlonamente, encontrando adorables las acciones de Aidan.

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-¿Qué tal la escuela?- preguntó Dorian, mientras conducía -Bien- respondió brevemente el menor, sin muchas ganas.

-Eso no sonó como un bien de bien, sonó como un bien de mal- dijo el rubio, intentando alargar la conversación. -Estoy bien, solo que ahora estoy cansado- replicó el castaño, viendo hacia la ventana.

Cuando llegaron, ambos se metieron a su habitación, uno para cambiarse y otro para esconderse entre sus sabanas y quedarse profundamente dormido.

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Una mano se deslizó audazmente sobre las firmes y hermosas piernas del joven, como una brisa inesperada, que interrumpía la calma de su sueño. La suave caricia lo perturbó, obligándolo a abrir los ojos lentamente, aturdido y confuso, mientras su mente trataba de comprender la fuente de aquella sensación tan intensa. Al dirigir su mirada hacia el lugar de origen, se encontró con la figura de Dorian, sin camisa, su piel blanca como la nieve brillando a la luz  tenue del entorno, enredado entre sus muslos de una manera que lo hacía sentir tanto vulnerabilidad como excitación.

Al verlo, una mezcla de sorpresa y ansia lo invadió, y, casi instintivamente, intentó apartar sus piernas para recuperar la distancia y la calma que había perdido. Sin embargo, la firmeza del agarre de Dorian, que parecía decidido a mantenerlo en su lugar, se lo impidió. La presión de sus manos sobre su piel lo mantenía atrapado en un instante que, aunque desconcertante, también despertaba en él una curiosidad irresistible. La boca de Dorian recorrió su piel, creando una sensación eléctrica que arrancó un gemido del joven al sentir la cálida boca de Dorian envolviendo su miembro. Los dedos largos del rubio se adentraron en el interior de sus boxers, apretando con gusto sus nalgas, provocando que Aidan se contrajera.

La boca atrevida de Dorian se dirigió al elástico de sus boxers, quitándolos con los dientes y liberando de un salto el erecto miembro del joven.

-¿Qué estás haciendo? -susurró Aidan, con las mejillas sonrojadas, apoyándose sobre sus brazos mientras observaba cómo Dorian besaba suavemente su glande. -Lo que deseas, esto es lo que quieres -respondió Dorian, levantándose entre sus piernas y acercándose a sus labios con la intención de besarlos.

De repente, el sonido del teléfono rompió el ambiente, haciendo que Dorian desapareciera y Aidan despertara de su sueño húmedo. El sonido del teléfono resonaba en la habitación, con el nombre de Dorian en la pantalla.

Aidan se quedó atónito por lo que acababa de soñar, levantó la cabeza y miró al techo blanco, esperando no encontrar lo que temía entre sus pantalones. Bajó la mirada, cerró los ojos y contó hasta tres antes de ver su erección sobresalir.

El teléfono seguía sonando insistentemente, y Aidan contestó sin mirar el nombre del contacto.-¿Hola? -respondió.-Aidan, llevo llamándote, deja de dormir y baja a comer. Si no bajas en 3 minutos, iré con la bandeja a tu habitación -dijo la voz demandante.-Está bien, ya bajo -contestó Aidan, cortando la llamada.Miró su erección y suspiró.-Ahora, ¿qué haré contigo? -murmuró.

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Ya habían pasado tres minutos desde que el rubio había mencionado que volvería, y, tal como lo había prometido, apareció en la puerta con una bandeja de comida en las manos. La bandeja estaba cuidadosamente dispuesta, con un plato de carne en medio, un jugo de naranja y un postre de fresa. Sin embargo, en el fondo de su mente, Dorian deseaba olvidar todo lo ocurrido la noche anterior, ese torbellino de emociones y sensaciones que lo habían dejado desorientado. Quería convencerse de que nada había pasado, tal como Aidan estaba intentando hacer en ese momento, con su actitud distante y evasiva.

A pesar de sus esfuerzos por desestimar lo que había sucedido, Dorian no podía ignorar el hecho de que, de alguna manera, le había encantado experimentar esa conexión tan intensa. Era un sentimiento que lo envolvía, y tanto fue así que, en medio de su agitación interna, no pudo controlar su escritura ese día. Las ideas fluían en su mente como un torrente desbordado, y logró avanzar más de siete páginas en su trabajo, cada palabra impregnada de la emoción que lo consumía.

Mientras se acercaba a la puerta, con el puño listo para tocar y anunciar su llegada, se detuvo al escuchar unos sonidos extraños provenientes del interior de la habitación. Al principio, los ruidos eran confusos y no se distinguían con claridad, pero si te concentrabas un poco, podías oír una voz jadeante, acompañada de gemidos ahogados.

TOC TOC TOC

No hubo respuesta, y la curiosidad comenzó a crecer en su interior como una llama. Sin poder contenerse, Dorian abrió la puerta sin más, impulsado por la necesidad de entender la fuente de esos sonidos intrigantes. Lo que encontró al cruzar el umbral fue una escena que jamás podría olvidar, un momento que cambiaría su decisión.

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----------- Tres minutos antes------------------

Vio cómo su erección sobresalía, y la liberó de sus pantalones, observando cómo saltaba con un impulso. Tomó su celular y buscó lo que cualquier adolescente hormonal buscaría: "porno". Al encontrar una serie de videos, se puso los audífonos, y los gemidos de la mujer desnuda en su pantalla inundaron sus oídos.

Agarra su miembro excitado y se masturba sin poder llegar al clímax. Buscó otro video, pero tampoco pudo lograrlo. Estuvo a punto de rendirse y dejar que la excitación disminuyera, pero la idea de que Dorian pudiera notar su estado intensificó su insistencia.Sin tomar en serio el tiempo que Dorian le había dado, pensó en cosas que podrían excitarlo. Fue entonces cuando su mente le jugó una mala pasada. Con los audífonos puestos y un video de un hombre masturbándose, Aidan recordó la noche anterior, lo intensa que había sido y las nuevas sensaciones que había experimentado.

Mientras sus recuerdos se volvían más claros, comenzó a tocarse, sintiendo cada caricia que el rubio le había dado. No se dio cuenta del momento en que empezó a jadear. Se colocó con el pecho apoyado sobre la cama y las rodillas flexionadas, intentando recrear el mismo roce que había experimentado la noche anterior. Sus gemidos fueron ahogados por la almohada que cubría su rostro, y los golpes en la puerta fueron brutalmente ignorados por el castaño, quien, aunque los escuchó, estaba tan inmerso en la intensidad del momento que no pudo pensar con claridad.

Un estruendo lo sacó de su ensueño, llevándolo por inercia a dirigir la mirada hacia el origen del ruido, encontrándose con los ojos de Dorian, quien lo observaba boquiabierto y con la vista fija en él.

"Maldita sea", fue lo primero que pensó.

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