9.- Padre/Hijo

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Frank había conseguido el trabajo. La solicitud indicaba "personal para el mantenimiento", pero ocupó el puesto de recepcionista, y eso no tenía absolutamente nada que ver con el hecho de Gerard fuera muy amigo de la directora. Claro que no.

Linda Iero lucía feliz y cada día más enamorada de su nieto y más orgullosa de su hijo.

Frank Iero (padre), incluso invitaba a algunos empresarios, amigos suyos del club donde suele jugar golf para que conocieran al nuevo Iero.

Y Frank Iero (hijo), igual de divo, pero con un pequeño de increíbles ojos sobre sus brazos. El pequeño Aidan ya comenzaba a tener una colección de ropa y zapatos apenas comparable con la suya, y si seguían a ese paso, pronto se compararía con la de su madre.

Estaba a pocos días de iniciar los cursos de inducción en la Universidad, y esa tarde, en teoría, sería de las últimas tardes que podría disfrutar plenamente con Dan y Gerard siendo universitario. Sus padres adoraban a Gerard. Su madre le llenaba de besos en ambas mejillas a él y a su hijo, por eso, Frank sólo los había llevado a cenar en dos ocasiones. Por supuesto, Gerard no se quejaba, pero sabía que al psicólogo le molestaba la coloración rojiza que lucía su rostro en toda la velada al estar frente a los Iero. Sus padres creían que era una excelente influencia, y "podría aprender de él". Frank sonrió y asintió. Porque nunca la palabra 'aprender' venía en un contexto más divertido e interesante que en el contexto que involucraba a Gerard y su hijo en su vida. El destino les había unido, y Frank Iero no iba a dejar que algo les separara. Porque eran amigos. Porque Gerard era amigo de Frank, y si Frank no lo iba a abandonar, entonces, nadie abandonaría nada. Frank manda. Esa es la ley.

Llegó al café con diez minutos de retraso.

Frank aún se sorprendía y admiraba que Dante, siendo un niño tan pequeño, pudiera quedarse quieto en un lugar tan silencioso y, sinceramente, aburrido como un elegante café al centro de la ciudad, sólo con una rebanada de pastel con fresas y una enorme malteada de chocolate. Aidan, que sólo se dedicaba a comer y dormir no daba muchas molestias, aún sus llantos eran ligeros, por lo que ambos hombres podían charlar por horas, hasta que la pequeña voz de Dan les interrumpiera diciendo que tenía que ir al baño.

Padre Soltero [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora