3.- Aidan

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Navegó por Internet unos minutos antes de bajar y subir junto a su madre en el BMW. Su chofer viajó con rumbo a una tienda departamental, mientras su madre hablaba por celular, con el bebé aún en brazos. Frank no podía verlo. Se le revolvía el estómago apenas oírlo llorar, aunque fuera un poco. No quería verlo, porque entonces, todo sería una realidad. Él sería un papá, y ese niño envuelto en una manta azul, sería su hijo; y todavía quería pensar que era un sueño, no le importaba si ya hasta había buscado nombres Irlandeses.

Linda Iero se despegó del teléfono, y le informó a Louis, que se dirigiera a otro lugar.

Frank no prestaba atención. Miraba las calles mojadas, el cielo nublado y las personas con abrigos largos. Amaba la lluvia. Los días lluviosos le ponían feliz, pero aparentemente, desde el día de ayer, nada ni nadie, le devolvería la felicidad de su vida perfecta.

Resultó que era el lugar donde registrarían al bebé.

Un hombre de traje les esperaba en el recibidor, y Frank lo reconoció como Adolf, el abogado de la familia. Le dio la mano y saludó al bebé acariciando la cabeza. Cuando Adolf sonrió, Frank sintió curiosidad por hacerlo, pero la reprimió.

- ¿Y cómo se llamará el pequeño? -Preguntó el juez, que curiosamente era amigo de la familia, y no preguntó más detalles. Parecía que Adolf lo tenía todo previamente arreglado.

Linda le miró expectante, y Frank suspiró, mirando por primera vez, el pequeño que levantaba las pequeñas manitas hacia el biberón que tenía en la boca y succionaba vorazmente.

-Aidan -murmuró finalmente.

Su madre pareció contenta, porque sonrió y se dirigió al juez: "Aiden Iero Pricolo". El niño tuvo su nombre, y si no fuera porque se recordaba lo mismo cada cinco segundos, taladrándole el cerebro, podría engañarse pensando que ese pequeño era su hermano menor. Pero no lo era. Era su hijo.

Luego fueron a la tienda departamental, donde su madre con instintos de compradora compulsiva, miraba, tocaba y exclamaba por todo. Frank se sentía confundido. Mareado. Realmente, sentía ganas de vomitar. Su madre quería que asimilara todo demasiado rápido, y no podía creer si quiera que ese bulto fuera real. No podía.

-Frankie, ¿podrías sostener a Aidan? Necesito ver las tallas de esto.

Y sin esperar respuesta, Linda empujó el bebé contra su pecho. En un movimiento reflejo, Frank tomó el pequeño cuerpo y sintió todo su cuerpo temblar. No lo soportó más. Con el cuerpo estremeciéndose y la frente sudada, Frank entregó a Aidan a su madre y corrió buscando la salida. El pequeño rompió a llorar, y Linda no tuvo más opción que esperar a que su hijo se calmara.

Padre Soltero [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora