Era el treinta de octubre, víspera de Halloween. En casa de Martin, él y sus dos inseparables amigos, Ben y John, se habían reunido para planear qué hacer durante la noche de Halloween que estaba a la vuelta de la esquina.
Los chicos eran inseparables amigos desde la infancia pues se habían criado juntos en el mismo vecindario y en él habían jugado tantas tardes que compartían multitud de recuerdos a pesar de ser solo unos críos. En verdad, Martin y John tenían ambos la misma edad, 12 años, e iban a la misma clase. Ben era dos años menor, pero eso no había supuesto ningún obstáculo para su amistad.
Martin era un fanático de los temas paranormales y siempre le gustaba contar historias de fantasmas a sus dos amigos. En aquellos días previos a Halloween, les deleitaba con toda clase de relatos sobre espectros, brujas y demás seres fantasmales.
Normalmente, durante la noche mágica de Halloween siempre planeaban algo especial. Les gustaba juntarse para ir a pedir caramelos por el vecindario, ver pelis de terror y contar historias de miedo. Incluso, en alguna ocasión, se habían atrevido a realizar prácticas de espiritismo y ouija, pero aquellas experiencias habían acabado siempre en un mero juego, afortunadamente para ellos.
A Ben y John les encantaban aquellas historias, aunque, en alguna ocasión, les había costado poder dormir tras escucharlas. Pero formaba parte del encanto de aquella noche y los chicos, a través de sus walkie-talkies, se comunicaban para ver cómo iba la noche una vez que cada uno había regresado a su casa.
Y como los años anteriores, llegado el treinta de octubre, allí estaban reunidos los tres amigos, planeando la noche de brujas que aquel año querían que fuese algo especial.
- ¿Sabéis por qué los fantasmas se representan con sábanas blancas?- les preguntó Martin, deseoso de dar sus argumentos.
-No, ni idea- contestó John.
-Ni yo. Cuenta, Martin- sentenció Ben.
-Veréis- comenzó Martin. Antiguamente, era costumbre poner un sudario.
- ¿Un sudario?- interrumpió el pequeño Ben.
-Un sudario es una especia de sábana blanca- aclaró John.
-Más o menos- terminó de concretar Martin. - En realidad es una sábana con la que se cubría el rostro o el cuerpo de un cadáver.
No tenía por qué ser necesariamente blanca, pero solía ser de este color. Y es por eso que cuando empezaron a representar los fantasmas en las ilustraciones antiguas, lo hacían tapados con una sábana blanca. Y esa es la imagen que se ha ido transmitiendo en la literatura de terror y en luego en el cine hasta nuestros días.
-Pero entonces, en realidad un fantasma cuando se aparece no lo hace con una sábana blanca, ¿verdad? - preguntó John, en el que la curiosidad por saber más sobre el tema ya había hecho mella.
-Pues no sé- dijo Martin-. A mí nunca se me ha aparecido un fantasma. Pero supongo, que, de hacerlo, si hubiera sido enterrado con un sudario, podría hacerlo con él.
-Yo no tengo ninguna necesidad de descubrirlo. Prefiero no saberlo- replicó Ben. Y a ti, John, ¿te gustaría ver un fantasma?
-A mí, pues no sé. En realidad, ya estoy viendo uno- dijo mientras lo miraba.
-No te pases, para fantasma tú- profirió Ben algo enfadado.
-No empecéis a discutir. Sois unos fantasmas los dos y punto- bromeó Martin-. Chicos, tengo otra pregunta para vosotros. ¿Sabéis por qué se cerraban los ojos y la boca, incluso les cosían los labios en ocasiones, a los difuntos?
-No, Martin. Dinos- replicó Ben, lleno de curiosidad.
-Pues porque se creía que cuando alguien moriría, los demonios podían entrar en el cuerpo de los recién fallecidos a través de sus ojos y boca. De ahí la práctica de cerrarles los ojos y la boca. De hecho, se pensaba que las apariciones de algunos fantasmas, en realidad, eran más bien apariciones demoníacas ya que aquellos habían sido poseídos el cuerpo del difunto justo al morir. Aprovechaban el cuerpo del mismo para atormentar a familiares y amigos, que pensaban que eran el fantasma de su ser querido el que se les aparecía porque tenía algún mensaje que darles o porque, por algún motivo, no lograba descansar en paz tras la muerte.
- ¡Vaya! ¡Sí que sabes de fantasmas, Martin! - exclamó John.
-Entonces, ¿si se aparece un fantasma, es este un verdadero fantasma o un demonio, Martin? - quiso saber Ben.
-Muy buena pregunta, Ben. Tradicionalmente los fantasmas son considerados inofensivos, son como retazos de otro tiempo que han quedado ligados al presente. Es como si estuviéramos viendo una proyección de algo pasado. Pero si el fantasma se comporta de un modo violento o atemorizante, entonces, seguramente se tratará de un demonio que ocupó el cuerpo de una persona justo en el momento de su muerte y lo está utilizando para un fin malévolo.
- ¡Qué pasada!-dijo Ben con asombro. Ahora menos que nunca me gustaría ver un fantasma. No quisiera que, en lugar de uno inofensivo, fuera en realidad un demonio.
-Pues veréis-continuó Martin- he pensado algo muy especial para celebrar Halloween este año.
- ¿De veras? ¿De qué se trata? - preguntó John.
-Sí, dinos qué has pensado- añadió Ben.
-Escuchad con atención. Os contaré primero una historia real. Una historia real de fantasmas que os pondrá la carne de gallina.
Ben y John estaban entusiasmados con la propuesta de Martin. Se acomodaron en sus asientos y se dispusieron a escuchar aquel relato de fantasmas.
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EL MEJOR HALLOWEEN
HorrorTres niños, Ben, John y Martin, planean celebrar Halloween visitando la casa del señor Edevane, lugar donde, esa misma noche, hace unos años, un chico de su edad desapareció sin dejar rastro. Ránkings logrados: #1-> relatodeterror