Capítulo 5.- EL SEÑOR EDEVANE.

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- ¡Has visto en qué ha resultado tu idea de venir aquí! - exclamó John.

- ¡Y yo qué iba a saber! No me juzguéis ahora por esto. Si lo hubiera sabido, tampoco yo habría querido venir- dijo Martin en su defensa.

-Nos largaremos en cuanto regrese- prosiguió John. Esto ha sido un desatino.

Mientras ellos hablaban, Ben se dio cuenta de que, en su lecho, el Señor Edevane se revolvía.

- ¡Chicos! Algo le pasa al Señor Edevane.

Ciertamente se le notaba bastante inquieto. Hacía gestos como si quisiera decir algo.

- ¿Se encuentra usted bien? - le preguntó Martin.

Pero con aquel aparato que le cubría nariz y boca, no podía responder. Entonces les hizo un gesto con una de sus manos señalando la mesilla de noche que estaba junto al a cama.

- ¿Quiere algo que está en la mesilla? - volvió a preguntar Martin.

Hizo un gesto como asintiendo y entonces el chico abrió el primer cajón de los tres que tenía. Había cuartillas de papel en blanco y bolígrafos, así que el muchacho, cogiendo unas cuantas y un boli, se dirigió al anciano.

- ¿Es esto lo que quiere?

Él asintió de nuevo. El chico le puso en su mano unas cuantas y el bolígrafo.

Entonces, aquel escribió algo en el papel y luego levantó la mano para dárselo a Martin.

Sobre aquella cuartilla Martin pudo leer dos palabras escritas con la caligrafía de alguien que está a un paso de la muerte, pero legibles:

Soy Bill.

Martin se quedó de piedra cuando leyó aquello. Al ver cómo se le transformó la cara al leer aquella nota, sus amigos se inquietaron.

- ¿Qué ocurre, Martín? ¿Qué pone? –preguntó John.

-Mirad – les contestó mientras les mostraba la misma.

- ¡Pero eso es imposible! -exclamó Ben.

- ¡No tiene sentido! - añadió John.- Este hombre tiene el aspecto de tener unos 100 años y Bill desapareció hace unos veinte años, ahora tendría unos treinta.

El anciano volvió a pedirle a Martin que le diera otra cuartilla y así lo hizo. Después de unos segundos, se la entregó otra vez.

- ¿Qué dice, Martin? ¡Dinos! – dijo John.

Y les mostró la cuartilla que en esta ocasión tenía escrito el siguiente mensaje: Marchaos ya o moriréis.

- ¡Dios mío! Vamos a morir aquí. Todo por tu culpa, Martin – repetían los dos chicos.

-Nadie va a morir. Tenemos que salir de aquí ahora que ese monstruo está abajo buscando la medicación- ordenó Martin.

Justo entonces, el resplandor de un relámpago se coló por entre las cortinas y poco después sonó un gran trueno. Al instante, la habitación quedó a oscuras, salvo por la tenue luz de la lámpara de aceite que estaba graduada para alumbrar lo menos posible.

- ¡Lo que faltaba! - exclamó Ben. Apenas se ve nada.

Martin se aproximó como pudo al enorme ventanal y corrió las cortinas para que, al menos, entrara la luz de la calle, pero esta también había quedado a oscuras tras apagarse todas las farolas debido al apagón.

EL MEJOR HALLOWEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora