The Night of Masks

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Alex llegó al baile de máscaras acompañado por su madre, bajando por las elegantes escaleras del salón. El brillo de las lámparas de cristal reflejaba en los rostros cubiertos de máscaras, y las notas de la orquesta llenaban el aire, envolviendo el ambiente en una atmósfera intrigante y seductora. Aunque rodeado de personas, Alex sintió que cada figura en el salón era un misterio, un rostro oculto tras capas de secretos.

La noche avanzó entre bailes y conversaciones sin trascendencia. Mujeres de diferentes países y estilos, todas adornadas con máscaras cuidadosamente elegidas, se acercaban a él, pero ninguna despertaba en él algo especial. Después de varios intentos fallidos de encontrar una conexión auténtica, Alex decidió apartarse un momento para servirse un trago en la barra. Tomó un vaso de cristal y lo llenó con un ron oscuro y añejo, esperando que el licor le proporcionara la paz que la velada no había logrado ofrecerle.

Entonces, una voz femenina, baja y cargada de ironía, lo sacó de sus pensamientos.

-Esperaba que alguien con tu reputación fuera más original con su elección de bebida.

Alex giró y se encontró con una mujer a su lado, vestida en un deslumbrante vestido rojo que parecía estar hecho para las sombras tanto como para la luz. La máscara que llevaba era de un rojo profundo, cubriéndole gran parte del rostro y dejándole ver solo un par de ojos oscuros y penetrantes. No sabía quién era, ni su nombre, ni su país de origen, pero esa desconocida irradiaba una confianza y un aire de misterio que lo dejaron sin palabras.

Recuperando la compostura, Alex esbozó una media sonrisa y respondió:

-No suelo buscar originalidad en el licor. Prefiero calidad -dijo, observándola con intensidad-. Pero, ¿tú sabes de rones o solo pretendes saber?

Ella se rió suavemente, y su mirada se desvió a su vaso, sin prisa alguna.

-Digamos que sé lo suficiente. Más de lo que tú imaginas.

Él sintió un ligero estremecimiento al escuchar aquella respuesta. Había algo en el tono de su voz y en la forma en que lo miraba, que lo desafiaba y, al mismo tiempo, le hacía desear saber más. La orquesta, como si sintiera la tensión entre ellos, comenzó a tocar un vals, y Alex no perdió el impulso.

-Entonces, ¿me permitirías este baile? -le ofreció su mano, con la misma sonrisa retadora.

Ella lo miró con un destello de burla en sus ojos, y después de una pausa deliberada, arqueó una ceja.

-¿Y por qué debería aceptar bailar con un arrogante como tú?

Alex apenas contuvo una risa ante la respuesta y mantuvo su mano extendida.

-Porque estás aquí para eso, ¿o no? -dijo, su tono igualmente desafiante.

Ella lo miró un segundo más y, finalmente, aceptó. Sus manos se entrelazaron mientras avanzaban hacia el centro de la pista. Alex sintió la suavidad de su tacto, pero también la firmeza de alguien que sabía exactamente quién era. En cada giro del vals, ella mantenía una distancia calculada, su cuerpo tensándose cada vez que él intentaba acercarse más, como si cada paso fuera parte de un juego cuidadosamente planeado.

Mientras giraban en perfecta sincronía, Alex se percató de que aquella mujer no era como las demás; no se mostraba deslumbrada por su presencia, ni interesada en complacerlo. Más bien, parecía disfrutar manteniéndolo en un desconcierto constante. Sus ojos, apenas visibles bajo la máscara, lo miraban como si pudiera leer todos sus secretos y aún así no le diera importancia.

Al final del vals, cuando las notas se desvanecieron, Alex sintió que quería seguir a su lado, descubrir más sobre aquella desconocida que había logrado captar su atención de una forma que nadie más había conseguido.

-Ha sido... interesante, Alex, -murmuró ella con una leve inclinación de cabeza y un tono cargado de ironía.

Él apenas pudo esbozar una respuesta cuando, sin previo aviso, ella se soltó y comenzó a alejarse entre la multitud, deslizándose entre los invitados como una sombra, hasta desaparecer. Alex intentó seguirla, sus ojos recorriendo el salón en busca del vestido rojo, de alguna pista que le revelara quién era ella, o al menos de qué país representaba. Pero la mujer ya no estaba.

Su madre apareció a su lado, observando su expresión perdida.

-¿Todo bien, querido? -le preguntó, con una mirada de complicidad.

Él mantuvo la vista fija en el lugar donde ella había desaparecido, todavía absorto en la intensidad de aquel momento.

-No sé quién era, ni de dónde venía, pero no dejaré que desaparezca tan fácil -murmuró para sí mismo.

El eco de sus palabras flotó en el aire, mezclándose con la música y la penumbra del salón. No sabía qué le depararía aquel encuentro, pero una cosa estaba clara: aquella noche, en ese baile de máscaras, había conocido a alguien que iba a desafiar cada una de sus reglas.

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⏰ Última actualización: Oct 29 ⏰

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