The Erotic Night

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Alex salió del edificio de la sociedad con una sonrisa apenas perceptible en su rostro. La reunión había sido un éxito. Había sentido las miradas y susurros de otros miembros, ansiosos y competitivos, pero él se mantuvo inmutable. Ahora, mientras descendía las escaleras hacia la entrada, su mente ya estaba en otro lugar, en otra persona.

Su Rolls Royce esperaba frente a él, impecable bajo la luz de los postes de la calle. Su chofer, un hombre de confianza, le abrió la puerta sin decir una palabra. La atmósfera era silenciosa, casi ritualística. Alex se acomodó en el asiento trasero, cruzando una pierna sobre la otra mientras miraba por la ventana, dejando que las luces de la ciudad pasarán como un flujo interminable.Al apartamento", ordenó en voz baja, sin quitar la vista del paisaje nocturno.

Minutos después, llegaron a un edificio elegante y discreto en el corazón de la ciudad. A simple vista, era una propiedad más, oculta en la cotidianidad del barrio; pero dentro, guardaba el espacio privado de Alex, su refugio donde se permitía ser él mismo sin límites. El ascensor lo llevó directo a su piso privado, donde cada rincón estaba diseñado con precisión para satisfacer sus deseos más profundos.

Entró en su apartamento, un espacio minimalista en tonos oscuros y cálidos, diseñado para brindar confort y sensualidad en cada detalle. Muebles de cuero, madera pulida, iluminación baja... cada elemento escogido para reflejar elegancia y control. Allí, en una de las habitaciones, estaban sus utensilios cuidadosamente dispuestos: cuerdas de seda, ataduras de cuero y una variedad de instrumentos meticulosamente organizados. Todo debía estar en su lugar. Para Alex, el orden era fundamental; cada cosa tenía un propósito, cada momento, una intención.

"Busca a Eva", le indicó a su chofer antes de que este cerrara la puerta al salir. Sabía que Eva estaría lista; su sumisa siempre estaba preparada para él. Ella sabía obedecer, sabía entregarse y permitirle ejercer el control absoluto que tanto ansiaba. Entre ellos no existían preguntas, solo un acuerdo tácito, una sinergia construida a base de confianza y una entrega compartida.

Mientras esperaba, Alex ajustó los detalles de la habitación. La temperatura era la justa para que cada sensación fuera amplificada; la luz, tenue, resaltaba solo los contornos de las sombras. Respiró profundo, sintiendo la calma previa a la tormenta. Este lugar era su santuario, su espacio privado donde el mundo exterior dejaba de existir.

Cuando el timbre sonó, Alex sintió una pequeña oleada de anticipación. Caminó con pasos seguros hasta la puerta y abrió, encontrándose con la imagen perfecta: Eva, envuelta en un vestido negro ajustado, minimalista y elegante, que dejaba entrever la silueta que él conocía tan bien. Sin una palabra, ella bajó la mirada, mostrando la sumisión que tanto le complacía.

Sin decir nada, Alex le hizo un gesto para que entrara, observándola mientras cruzaba el umbral. La habitación parecía un escenario, y ambos actores estaban listos para el acto que habían ensayado una y otra vez, cada vez con una intensidad nueva.

Eva, en silencio, se dirigió al centro de la habitación y comenzó a desvestirse. Sus movimientos eran lentos, calculados, como si cada prenda fuera una capa que dejaba caer para revelarse completamente. Alex observaba, su mirada fija en cada uno de sus gestos, en la vulnerabilidad que ella le ofrecía sin reservas.

Finalmente, cuando ella estuvo completamente expuesta, Alex se acercó, posando una mano firme en su cuello, inclinándola suavemente hacia atrás mientras sus ojos se encontraban. En ese momento, el silencio era más elocuente que cualquier palabra. Sus dedos recorrieron la piel de Eva con una precisión y suavidad que hablaban de una familiaridad profunda y un control absoluto.

Sin prisas, comenzó a usar cada uno de los instrumentos que había preparado, creando un crescendo de sensaciones que elevaban la temperatura en la habitación. La respiración de ambos se mezclaba en el aire, aumentando en intensidad con cada movimiento, cada orden que ella obedecía sin dudar.

Alex se aseguraba de llevar a Eva al límite, sin rebasarlo. Sabía exactamente cuándo detenerse y cuándo presionar un poco más, explorando esa línea entre placer y control que los unía en un nivel casi espiritual. No era solo un acto físico; era un baile de poder, de entrega, de confianza.

La noche avanzaba, y todo se tornaba más caliente mientras Alex recorría todo el cuerpo de Eva con sus dedos, introducía suavemente en su bajina mientras Eva solo gemia hasta que dijo solo entrala y Alex golpea su nalga con su látigo rojo y le dice mientras la mira a los ojos.

soy quien decide cuando y donde, la toma por el cuello y le introduce su pené lentamente mientras Eva tiene las piernas temblorosas y gime, Alex comienza a meterlo con más rapidez mientras Eva tiene su eyaculación y es donde Alex la coloca en cuatro y comienza a penetrar con más rapidez hasta eyacular solo que antes saca su pené y lo hace afuera de la vagina de Eva.

Luego de terminar el acto sexual Alex regresa a su departamento sin decir una sola palabra, y deja a Eva acostada en la cama.

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