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La noche anterior, Lando lo sorprendió apareciendo en su habitación a mitad de la madrugada.

Pato había estado soñando con colores vibrantes y un hermoso paisaje cubierto de blanco, aunque no sentía frío; alguien lo estaba abrazando. Los árboles que lo rodeaban a él y a su acompañante eran altos, cubrían gran parte del cielo y casi hacían que la nieve pareciera gris. Sin embargo fue arrebatado estrepitosamente de aquel lugar cuando sintió el peso de otro cuerpo en la cama.

Por un momento se sintió molesto ¿Quién se atrevía a quitarle sus preciados sueños? Luego, cuando escucho la voz del hombre que amaba, susurrando palabras dulces e incitándolo a dormir, todo lo que sintió fue calidez. Se movió hasta hacer un espacio suficiente para Lando quien se posicionó detrás de él. El británico se acurrucó sobre la espalda de el contrario y sus brazos rodearon la cintura de Pato, el mexicano se relajó con la fuerza que Lando ejercía sobre su cuerpo. La opacidad de la habitación les concedía la privacidad necesaria para sentirse cómodos, siempre en completa soledad.

Aquella intimidad del lugar subió de nivel cuando Lando comenzó un suave camino de besos en el cuello del mexicano. La mano que se encontraba sobre la cintura dio un ligero cambio de trayectoria hacia la parte baja de su acompañante.

La respiración de Pato se entrecortó, su piel se erizo y se debatió seriamente si el dormir era una prioridad para ese día.

No lo fue.

A la mañana siguiente, cuando se miró en el espejo del baño, vio marcas y moretones brillando orgullosos en su piel. Se dio la vuelta y su espalda no solo tenía lo que el resto de su cuerpo, sino también marcas de uñas. En sus muslos, al rojo vivo, se encontraba la huella de una mano.

Alarmado, Pato regresó a la cama y obligó a Lando a ponerse de pie para examinarlo. El estado del británico era similar al suyo: marcas, arañazos y un patrón rojizo en su espalda baja que ninguno recordaba cómo fue hecho. Tal vez se habían dejado llevar un poco.

—¿Crees que se noten si llevó una bufanda? —Pato miró a un asustado Lando y se río. El británico seguía examinando con preocupación las marcas en su cuello, aquellas que la ropa no pudo hacer nada por cubrir.

Pato se mordió el labio. Estaba orgulloso de haber usado la piel de Lando como un bello lienzo.

—Mejor hay que resignarnos, precioso. La prensa nos va a comer vivos. —Dejó lo que estaba haciendo y se acercó por detrás del británico. La diferencia de altura era poca por lo que con facilidad recargó su barbilla en el hombro del contrario mientras sus brazos lo rodeaban con cariño.

Lando frunció el ceño y puso distancia entre él y Pato; este último esperaba que su amante no hubiera tomado en serio sus palabras.

—No es un juego. Si se enteran de nosotros voy a perder patrocinios. —Pato lo miró molesto. ¿Patrocinios? Sabía de sobra que Lando no solo tenía una gran cantidad de dinero, sino también de influencias. —Y tú aún tienes que demostrar que puedes estar en fórmula 1, en lugar de en esa otra cosa.

—Era una broma. —Trató de tranquilizar Pato, lo que menos quería era una pelea. —Además no tienen porque saber que estuvimos juntos. Pudimos haber estado con otras personas.

La tensión en Lando pareció aminorar.

—Sí. Ya sé cómo arreglarlo. —Trató de darle una sonrisa a Pato pero salió más como una mueca. —Creo que mejor te veo en el evento de hoy.

Pato se sintió mal. Él había provocado eso, fue su culpa causar preocupación en Lando. Aunque, en su defensa, no creyó que una pequeña broma hiciera sentir de esa manera al británico.

Casualidad (Pato/Lando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora