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Su llegada a Singapur fue discreta. Max y Checo se aseguraron de que nadie notara su presencia, al menos hasta que Pato decidiera aparecerse en el paddock el día de la clasificación.

La bienvenida de la dupla de Red Bull fue afectuosa. Desde el primer día le hicieron saber lo bienvenido que era. Checo le había cedido la habitación a su nombre con la excusa de que siempre usaba la de Max. Este último le había prestado su simulador después de enseñarle a usarlo, Pato tuvo que llamar a su hermana cuando quiso presumirle todo lo que la tecnología tenía para ofrecerle en esos videojuegos.

Aquel día fue grandioso, los tres salieron a comer a un restaurante cercano. La comida fue deliciosa y aunque el postre no fue tan apetecible por alguna razón, igualmente fue una buena tarde. Luego llegó la noche y, como muchas otras, Pato esperó en vela el último mensaje de Lando.

Sabía que, desde su última llamada con el británico, las cosas entre ellos se volvieron raras. Pato había comenzado a dedicar gran parte de su día a revisar las redes sociales de Lando o cualquiera asociada a él. Analizaba foto por foto tratando de encontrar un detalle, un descuido o cualquier cosa que le indicara el por qué de las acciones de Lando. Sin embargo cada día salía igual de decepcionado.

El británico apenas si tenía presencia rutinaria en redes y las pocas fotos en dónde Pato pudo encontrar algo interesante fue en las de hace algún tiempo, principalmente en dónde aparecía un sonriente Lando acompañado de Carlos en el mismo estado de felicidad. Antes había notado la cercanía entre los dos ex compañeros y lo entendía, de verdad que sí, él mismo es alguien cercano a Alexander. Pero lo que le costaba entender era la desenvoltura que Lando parecía tener al lado del español. ¿Por qué no se veía así con Pato?

Las dudas de qué era lo que Lando escondía solo crecían y alimentaban la inseguridad de Pato. No ayudaba el hecho de que, en su llegada, Max y Checo le contaron sobre la desocupada agenda de la parrilla.

Volviendo a esa primera noche en Singapur. Pato sabía que debía dormir, eso le ayudaría a acostumbrarse al cambio de horario. Pero él continuaba esperando pacientemente un mensaje de Lando, fue inevitable pasearse de nuevo por las redes del británico. Observó las redes sociales que ya tantas veces había examinado, pasó por alto los detalles que tenía memorizados y se concentró en estudiar a los acompañantes de Lando en cada foto.

De nuevo, las fotos con Carlos siempre parecían las más coloridas, la cercanía era innegable, y había una pizca de complicidad que estaba generando un resentimiento estúpido en Pato.

Pasó a las siguientes publicaciones, algunas veces Max aparecía en ellas, en otras era Oscar quien se colaba en el marco de las imágenes. En algunas más antiguas encontró a un sonriente Daniel Ricciardo, pero ninguna de esas personas encendía sus alarmas como lo hacía Carlos.

Un momento de conciencia volvió a él y se burló de si mismo. ¿Por qué se estaba comportando cómo un adolescente tóxico e inmaduro?

Sabía por Checo que Carlos no estaba interesado en Lando. Y él mismo nunca antes tuvo motivos para sospechar de la naturaleza de la relación entre la ex dupla. Así que no había motivos para dudar ¿cierto?

Confiaba en que así era. Confiaba en Lando, completa y ciegamente; al menos por esa noche.

Cuando llegó el jueves los pilos de Red Bull, después de que regresaran de sus actividades con el equipo, llevaron de nueva cuenta a Pato a cenar en una de las áreas privadas del hotel con la excusa de “echar chisme”; Pato sabía muy bien que Checo iba a preguntar sobre su complicada situación amorosa.

Casualidad (Pato/Lando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora