La semana que compartieron en Monza fue una de las más felices en la vida de Pato. Después de cumplir todos sus deberes con la escudería, él y Lando pasaron el resto de los días paseándose por las instalaciones del hotel. Jugaron en las diferentes canchas del lugar, visitaron el restaurante (probablemente probaron cada uno de los platillos del establecimiento), entrenaron juntos en el gimnasio y mientras caminaban por los jardines Lando tomó su mano.
Todas las noches de su estancia en aquella ciudad fueron hermosas. Lando lo aprisionaba en su habitación y dormían abrazados, el pecho del británico contra su espalda era el calmante más efectivo para Pato. La paz y tranquilidad que conseguía con Lando solo creció cuando este comenzó a ser más afectuoso en público, el entrelazar sus manos se volvió algo habitual cuando salían a caminar, Lando siempre se mostraba caballeroso y pagaba la comida y la atención, abría las puertas para dejar pasar a Pato, lo tomaba de la cintura para guiarlo hacia algún lugar y en su última noche juntos Lando posteo una foto de ambos comiendo amenamente.
Eran pequeños gestos, Pato lo sabía, pero ver como poco a poco Lando se desinhibía le daba esperanza, se sentía como si algo estuviera floreciendo entre ellos. Sin embargo Pato ya debería haber aprendido que, en su relación, lo bueno no dura mucho.
Siempre hay un disentimiento tras otro.
El 15 de septiembre, cuando terminó la carrera de Nashville y él se quedó con el segundo lugar, Lando lo llamó. Le dedicó palabras dulces y lo colmó de elogios. Por un momento Pato se olvidó del mal sabor de boca que había tenido al ver la carrera en la que Lando participó pocas horas antes que él. Aún así, el tema inevitablemente los llevó al enojo juguetón de Pato sobre el hecho de que un español, irónicamente, había chocado a Checo. Y durante esa misma llamada, la cual se prolongó durante mucho tiempo, un risueño Lando lo llevó con Carlos.
Al británico a veces le gustaba ver el mundo arder.
El español lo saludó, lo felicitó por su carrera y bromeó sobre evitar que Pato lo odiara. Pato claramente no lo odiaba, pero igualmente, para apaciguar al mexicano, Carlos le contó que tanto Lando como Checo hablaban de él. Pato se sintió feliz por esto.
—Lando siempre nos cuenta de tus carreras cuando salimos a cenar. —Carlos había cambiado el modo a una videollamada, Pato ahora podía ver la sonrisa burlona en el rostro del español. También se escuchaban los balbuceos de un avergonzado Lando. —Pero esta bien, al menos esta consiguiendo amigos.
Pato sonrió entre divertido y tenso. Por un lado era bueno conocer al mejor amigo de Lando, por otro, saber que lo escondía incluso de él decía mucho sobre su relación; después de todo, él hacía lo mismo.
—Yo sé hacer amios. —La mala pronunciación de Lando les sacó una sonrisa a ambos hispanos.
—Pero te conseguiste uno bonito. —Molestó Carlos y le guiño un ojo a Pato.
Lando entró en la visión de la pantalla y le arrebato el celular al español. Pato observó, divertido, como Lando comenzaba a caminar para alejarse de Carlos.
—¡Llevas a tu novio a cenar con nosotros en la próxima carrera! —El grito de Carlos era lejano, pero aún así Pato pudo escucharlo. A través de la pantalla Lando sonrió en grande, el asomó de un sonrojo fue visible, pero no corrigió a Carlos.
—¿Vas a invitarme a cenar? —Preguntó Pato una vez que Lando estuvo encerrado en su habitación. El británico abrió la boca un par de veces, su respuesta no pasaba de la primer sílaba.
—Creo que vamos a estar un poco ocupados. —Pato trató de ocultar su decepción. Debería de estar pensando en formas divertidas de pasar sus vacaciones ahora que la temporada en Indycar había terminado, sin embargo ocupar su tiempo hasta Austin en la compañía de Lando no sonó mal en el momento.

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Casualidad (Pato/Lando)
RandomNo eran frecuentes sus encuentros; sus calendarios no lo permitían. Sin embargo, esas pocas veces fueron suficientes para que Pato cometiera el error de su vida: sentir algo por Lando.