Eran casi las tres de la tarde, el día comenzaba a nublarse y ella, la madrasta de quién en ese entonces yo quería que fuese el amor de mi vida insistía en que debía visitar a su mejor amiga muerta en el cementerio.
Sabía muy en el fondo que yo no debía estar subiendo esa colina, que ese momento de la existencia no me correspondía, pero mi empatía no me permitía dejar a una persona que había sufrido constantes desmayos que fuese sola a un lugar, dónde en un momento de inconciencia podría golpear su cabeza con alguna lápida y morir instantáneamente.
A medida que dábamos cada paso yo le planteaba otros planes, ir a comer helado, orar en la iglesia, beber alguna cerveza, pero ella estaba convencida que era lo que tenía que hacer, miré sus ojos y pude percatar algo extraño, como si un ente diferente a su ser la obligara a subir esa colina.
Llegamos a la puerta del cementerio, mi ritmo cardiaco empezaba a acelerarse cada vez más, algo me advertía que yo no debía estar allí.
El sepulturero afirmó que ya era hora de cerrar el cementerio, pero ella insistió, así que este señor nos dijo que el nos dejaría entrar pero que cerraría con llave mientras hacíamos la visita y al finalizar lo llamáramos para salir.
Íbamos caminando buscando la tumba de su mejor amiga, al encontrarla, Zarina, puso su mano en ella y mentalmente hablaba con el cadaver que allí yacía, podría notar un poco de su dolor. No duró mucho tiempo esa conversación de inframundo. Yo me había sentido aliviada de qué el tiempo de esa visita fuera corto. Sin embargo, unos pasos más adelante una nube se posó sobre una lápida.
Esta sería la señal de que algo terrible estaba a punto de comenzar. Zarina, se había desmayado e inmediatamente llamé a Julián (mi crush) él acudió a mi llamado pero me advirtió que el cementerio estaba con llave y que no podía entrar, mi angustia se incrementaba. Él intentó escalar un muro pero apenas se acercó a Zarina. Ella se levantó y lo primero que hizo fue atacarme.
Julián la agarró fuertemente y la empujó contra las lápidas, yo llamé a mi angelología quién tenía algunos conocimientos en ese tipo de situaciones y me dijo : -Te estas enfrentando a una posesión demoniaca, debes rezar el salmo 93 y el credo ¿te lo sabes? -
Para alguien que en ese momento no creía en Dios, era algo imposible saberse una oración que confirma la fé católica.
¡Rápido Eloisa! - Gritó con desespero Julián.
- No te dejaré sola hasta que esto termine, debes enfrentarte a él - Decía mi angelología al teléfono
La puse en altavoz y busque por Google estos dos apartados empecé a pronunciar los rezos, cuando Zarina de un golpe muy fuerte quita a Julián y empieza a caminar hacia mi. No lo hubiera creído si no lo hubiera visto, sus movimientos eran muy parecidos a aquella niña del exorcista, me sentí con mucho temor pero a medida que decía esas oraciones también pronunciaba palabras soeces, en cada maldición ella se alejaba, en cada rezo católico ella se acercaba.
Mis piernas temblaban, mi voz aún más, de repente sentí un gran resplandor detrás de mí, una fuerza que me protegía, Julián volvió a atrapar a Zarina, le puso una especie de zancadilla hacia atrás, y ella quedó tendida en el suelo, Julia se subió encima de ella sujetándola fuertemente de las muñecas. Ella volteó su mirada hacia mí, sus ojos completamente negros me miraban con demasiado odio, aún recuerdo esa mirada y siento escalofrío. Terminé el credo y ella volvió a desmayarse.
- Ahora, ella se levantará y no recordará nada, estarás bien, lo hiciste perfecto. Pero no debes estar más cerca de ella, considera devolverte a Bogotá- Dijo mi angeleologa e inmediatamente colgó.
Yo me senté recostada a otra lápida y empecé a llorar, Julián notó que Zarina volvía a despertarse cerciorándose de que fuera ella misma. Ella preguntó por que le dolían las muñecas y porque seguíamos en el cementerio. Julián, sin acudir a mi llanto y angustia la tomó a ella de la mano. Salimos del cementerio y él tomó una bici taxi a llevar a Zarina a casa.
Me había dejado sola, después de un hecho impactante para mí, no le importó lo que yo sentía, no le importó por lo que pasé. Llegue a mi casa rentada en aquel pueblo, que justamente había llegado por él, porque me había prometido ciertos pajaritos en el aire que nunca cumplió.
No era el primer despreció qué el me hacía, pero yo estaba tan sumida en capricho, que hasta que no ví mis peores miedos enfrente de mí, no había entendido que mi lugar no era allí. Ese resplandor que sentí pude comprender que fue la señal divina de la existencia de Dios, que tanto refuté y que muchas noches con lagrimas en mis ojos lo odié por no darme el amor de Julián. Reflexioné sobre el mensaje que a las malas tuve que descifrar, ese amor no solo era toxico, era mi propio infierno, era mi propia película de horror que estaba protagonizando, así que esa misma noche tomé mi equipaje y mis dos perros, tomé un bus para Bogotá, y no volví a ese misterioso, oculto y hechizado pueblo. Entendí que no hay nada más terrorífico para un corazón, que un amor no correspondido.
30/oct/2024
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Diarios de un café
RandomEscritos que realizo en mi club de escritura propuesto por el café cultural Nephente, ubicado en la sabana de Bogotá, dentro de un pueblo mágico llamado Madrid.