Las mujeres de Shakespeare que habitan en mí

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Recuerdo mi época de colegio, el último año de la secundaria, aquel dónde los últimos deberes solo evocaban las memorias de todo nuestro tiempo en el instituto, otros nos guiaban hacia la profesión que debíamos tomar y otros eran solo el relleno de un currículo que ya había tenido su fin.

Recuerdo, esa última clase de lengua castellana, el proyecto final era un monologo, así como el que estoy haciendo ahora. Como ya había definido que quería hacer en mi vida, obligada por las decisiones de mi madre, quise conmemorar a la hermosa Julieta de Shakespeae, para darle muerte a mi etapa de colegiala y darle nacimiento a la futura maestra de lenguas.

Esa tarde, el teatro tenía la luz sobre mí, usé mi vestido de 15 años y el abre cartas de mi madre (el único recuerdo que teníamos del abuelo antes que nos abandonara) y con el mismo que mi Julieta terminaría su discurso clavándolo en el corazón, haciendo alusión a las heridas de infancia que mi madre nunca pudo sanar.

Miraba al fondo del público, y nunca le hable a Romeo, le hablé a la misma Julieta que permitió que su familia decidiera sobre su vida, que permitió salvarse a si misma en la búsqueda de un amor, que permitió revelarse ante las cadenas que la aprisionaban a un apellido.

Y ese era el relato que quería contarme a mi misma en la voz de Julieta, quien al salir de la escuela no sería más que le títere de su madre, del sistema, de la vida misma.

Hoy, escribiendo estas letras, recuerdo que esa Julieta que expresó el inicio de su propio cautiverio poco a poco llegó a ser Lady Mcbeth, pudo realizar otro monologo en otra lengua, y allí se dio cuenta de su propio poder, se sintió digna del destino que le habían escogido pero no solo eso, asesinó a su apellido y después de cruzar por distintas fronteras, distintos amores, distintas pasiones y distintos trabajos, hoy solo soy Crésida, quien guiada por el amor a Troilo quiso ser canjeada a otra vida.

Hoy escribo este monologo como la reina a quien ha pedido para calmar los desaires de una guerra, por que al dejar mi miedo de no expresar mis escritos he combatido mi propio caballo de madera y ahora estoy aquí, hablándome a mi misma de las cadenas que he roto a través de mis palabras.

Diarios de un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora