LA OTRA MIRADA

CAPÍTULO 1: LA PSICÓLOGA

Una playa, de esas paradisíacas de los anuncios, con palmeras, metros de arena blanca, aguas cristalinas y detrás, una selva frondosa. Veo mis pies, dejando las huellas en la brillante arena. Noto la brisa marina jugando con mis cabellos. Comienzo a entrar en el agua, mis pies se hunden juguetones en la orilla. El agua empapa poco a poco mis piernas, sube a las rodillas hasta que finalmente ya no hago pie. Me sumerjo y siento el agua tibia envolviéndome. Veo con nitidez el fondo, los corales y los peces. Disfruto de esa sensación.

Entonces, ocurre.

Mi vista se nubla y siento la necesidad de subir. Subir y respirar, pero algo me retiene, algo me impide alcanzar la superficie. La ligereza con la que antes me movía ha desaparecido. Mis movimientos son torpes, lentos y pesados. Lucho contra esa nada que me intenta ahogar y noto cómo se me empieza a escapar la vida. El agotamiento se va apoderando de mí. Cada vez tengo menos ganas de luchar, siento deseos de dormir, de descansar y ya solo una pequeña parte de mí quiere salir y seguir luchando por sobrevivir.

Entonces, algo me impulsa a la superficie y consigo respirar.

Me encuentro sentada sobre mi cama. El pecho agitado, sudando. Miro la hora: las tres de la madrugada.

Todos los días desde hace meses, la misma pesadilla. Una y otra vez de manera recurrente, quitándome el sueño y, lo peor de todo, sin entender su significado. ¿Por qué el agua? Dicen que los sueños son una manera de expresión del inconsciente que hace aflorar asuntos ocultos. Asuntos que desconocemos, que nos preocupan y que se manifiestan durante las horas de sueño en las que la mente está relajada. Como si de alguna manera encontrase el camino a la superficie que parece tener vetado durante las horas de vigilia. Nunca le había dado importancia al significado de los sueños, pero evidentemente después de pasarme varios meses en vela por culpa de la misma pesadilla, una acaba buscando respuestas y consuelo donde menos se lo espera. Y no es que crea en estas cosas. Dudo mucho que haya un significado universal para el hecho de soñar con el agua, pero sí creo en que, de alguna manera Daliníana, nuestra mente se expresa durante los momentos oníricos. Aún así busqué el significado de soñar con ahoogarse en el agua en el Diccionario de los sueños y el susodicho libro me sugería que quizá, en la vida real, estaba escondiendo o negando mis emociones. Menuda tontería. Yo soy como un vaso de cristal lleno de agua cristalina: más transparente imposible. Además, me sugería una solución: debía conseguir finalizar el sueño bien saliendo a la superficie, bien volviendo a respirar debajo del agua. Parece fácil ¿verdad? Pues no lo es. Soy incapaz de hacerlo. Es verdaderamente angustioso despertar con la sensación de haber retenido la respiración lo suficiente como para rozar la inconsciencia.

Más que el significado del sueño, era eso lo que realmente me atormentaba. ¿Y si el sueño hubiese durado unos minutos más? ¿Realmente había retenido la respiración soñando? ¿O sólo era la sensación de ahogo que el sueño dejaba en mí? Casi todas las noches de los últimos tres meses me despertaba con ese desasosiego. Durante el primer mes llegué a obsesionarme tanto que temía cerrar los ojos por miedo a morir teniendo la pesadilla. Con el tiempo he llegado a convivir con ella como una parte más de mí.

Fui al médico a causa del insomnio, en busca de alguna explicación científica para el hecho en sí. Le conté lo que me pasaba y... decidió mandarme a la psicóloga. Me pareció que aquello era del todo innecesario: no estaba loca.

Acabé yendo.

La psicóloga coincidía con el famoso libro en que mi objetivo era dar continuidad al sueño. ¡Mira por dónde! Esto me suena de algo. Pero su idea no era que consiguiese respirar en él de una manera u otra sino averiguar qué era aquello que me salvaba, lo que evitaba mi muerte. Estaba segura de que ahí estaba la clave de todo.