Capítulo seis

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La batalla en el molino es un torbellino de violencia y desesperación. David, el joven omega, observa la escena con horror desde el borde del caos. Su dragón, Ala de Fuego, aún sin comprender del todo por qué lo tiene, vuela a su alrededor, escupiendo fuego sobre los miembros de la Casa Bracken. El rugido del dragón se mezcla con los gritos de los guerreros, creando una sinfonía de terror.

David se ha recuperado un poco de sus heridas, pero el dolor aún lo persigue. La batalla es un torbellino de muerte, donde ha perdido a su abuelo. Su corazón se encoge al recordar la imagen de su cuerpo sin vida. No quiere subirse a Ala de Fuego. No se considera un Targaryen, no se siente digno de ese poder.

La batalla es un infierno de acero y fuego. David, el joven omega, se mueve con una agilidad asombrosa entre los caballeros de la Casa Bracken, esquivando sus ataques y respondiendo con una ferocidad inesperada. Los vence con facilidad, pero su mente solo tiene un objetivo: encontrar a su padre.

Las llamas de Ala de Fuego, que se alzan como un espectro rojo en el cielo, iluminan la escena, revelando un campo de batalla cubierto de cuerpos y sangre. David se mueve con determinación, buscando a Davos entre el caos. Tiene que evitar su muerte, esa es la única razón por la que está ahí.

Finalmente, sus ojos encuentran a su padre, enfrascado en una lucha desesperada contra Aland Lannister. David corre hacia ellos, su corazón latiendo con fuerza. Ve cómo Aland, con una sonrisa cruel, realiza un movimiento traicionero, derribando a Davos al suelo. David corre hacia su padre, con la esperanza de llegar a tiempo.

Davos, tendido en el suelo, ve cómo Aland muestra una mirada de malicia. La espada de Aland se alza en el aire, lista para asestar el golpe final. Davos está herido, su espada se encuentra lejos de su alcance. Escucha la voz de Aland, que le susurra algo antes de matarlo.

—Ahora sí acabaré contigo —dice Aland, mostrando una mirada fría— ¡Muere Blackwood!.

Pero justo antes de que la espada se abalance sobre Davos, algo se interpone entre ellos. Un cuerpo pequeño y frágil se lanza hacia adelante, recibiendo el impacto de la espada. David, el joven omega, se ha interpuesto entre su padre y Aland.

El tiempo parece detenerse. Davos ve con horror cómo su amigo se ha puesto frente a él, absorbiendo el golpe mortal. Aland, por su parte, muestra una expresión de sorpresa, un atisbo de incredulidad en sus ojos. David, con el corazón desgarrado, solo logra sonreír a su padre, quien lo observa con una mezcla de asombro y terror.

—¡No! —grita Davos, con una voz desgarrada— ¡David! —La palabra se escapa de sus labios como un sollozo, un grito de angustia que resuena en el silencio que se ha apoderado del campo de batalla.

La escena es un torbellino de dolor y confusión. David, el joven omega, siente la agonía de la espada de Aland siendo arrancada de su pecho. Su cuerpo se desploma, pero no siente la tierra bajo él. En cambio, siente unos brazos fuertes que lo envuelven, lo sujetan con fuerza.

A través de la niebla del dolor, David logra ver a su padre, Davos, con un rostro lleno de angustia. Las palabras de Davos se pierden en la confusión de David, un dolor insoportable lo invade. Su visión se nubla, el cielo, aunque aún de día, parece una noche oscura. Los gritos, el choque de las espadas, las llamas de Ala de Fuego, todo se convierte en un borrón, una pesadilla.

David intenta aferrarse a la consciencia, a la imagen de su padre, pero el dolor lo arrastra hacia la oscuridad. Su cuerpo tiembla, sus labios apenas pueden formar palabras.

—Fue... Lindo... Verte... Conocido... Gracias... Por... Todo... Davos... —Cada palabra es un esfuerzo titánico, una agonía que le recorre el cuerpo— Dile.... A... Aeron.... Que... Cuide... Bien.. de... Ese.. bebé... Que... Se... Cuide... También.... Gracias.... Por... Todo.

Salvando a mis padres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora