Cuando una brillante científica decide poner en práctica sus investigaciones, el mundo que hoy conocemos, colapsa. Cualquier tiempo y espacio se mezcla, dando paso a lo imposible.
¿Qué ha pasado? ¿En dónde estás? ¿Quién eres?
Doscientos años despué...
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Pertenece a Peter Mc Doan
2278
Así comienza lo que parece ser un diario íntimo. El año lo sorprende de sobremanera, pues este pedazo de papel ha sido escrito hace 200 años atrás. Da vuelta la página, encontrándose con un texto más largo.
24 de octubre del 2278
Hoy fue un día caótico en el laboratorio. Hubo algunas discusiones entre los jefes y Jennifer. Un ambiente en donde siempre reina el silencio se convirtió en un cuadrilátero de boxeo, ¿lo pueden creer? Jennifer vociferaba a los cuatros vientos que por qué no podía realizar su experimento, que era una muy buena idea. George respondía que no comience a soñar con cosas imposibles, cosas que podrían perjudicarnos a todos. Amelia no miraba a su íntima amiga, estaba demasiado incomoda en medio de toda la situación. La pobre mujer no sabía de qué lado ponerse, si el de su marido o el de su casi hermana. Cuando Jennifer buscó su apoyo, ella solo negó y bajó la cabeza. Jennifer ahí pareció perder la cordura, pues comenzó a discutir con más ferocidad a diestra y siniestra. Los gritos se escucharon en varias habitaciones más y todo el mundo creyó que pasaba algo realmente grave.
Creo firmemente que George debería por lo menos leer la carpeta que Jennifer le había entregado presentando el proyecto, ignorarlo así fue una falta de respeto hacia una profesional. Nadie había intentado detenerlos a ellos dos cuando descubrieron la teoría de "Los tres mundos", y eso que podría haber sido contraproducente.
Pero bueno, yo permanezco en mi área de trabajo y solo opino cuando mi opinión es requerida, sino prefiero evitar los conflictos y concentrarme en mi labor. Estoy trabajando en algo bastante importante que les contaré más luego.
Espero que esta discusión no llegue a mayores, detesto los gritos.
Veremos qué sucede más adelante.
Se despide cordialmente,
Peter Mc Doan.
Brais está completamente fascinado, pues prácticamente tiene una máquina del tiempo entre sus manos. El año que rige es el 2479, doscientos y un años después del escrito y ciento noventa y nueve años después de la catástrofe. A pesar de que está contento con su nueva adquisición, le parece estúpido habérsela dejado a él y no haberlo estudiado a fondo, pues debe contener información útil. Se siente algo mareado, no termina de creer lo que tiene en manos. Suspira una y otra vez y pasa su dedo índice por la cicatriz que le recorre la parte interna del antebrazo izquierdo, sin siquiera pensarlo.
