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Matías se quedó fascinado cuando llegaron al lugar, amando el enorme lago que ocupaba gran parte del parque. Apenas Enzo detuvo la moto, el menor ya se había bajado para empezar a caminar y mirar el lugar con emoción, importándole poco que aún tuviera el casco puesto. 

Enzo solo sonrió y lo dejó ser mientras entraba con la moto y buscaba un lugar donde dejarla. Le gustaba ver al chico tan emocionado, parecía un niño.

Cuando Enzo lo alcanzó, lo primero que hizo fue agarrarlo de los hombros para que no se escapara y le destrabó el casco, quitándoselo después con cuidado. Matías ante la acción se acomodó el pelo al haberse despeinado con una mueca molesta por haberse desarreglado. 

—Sos un nene —bromeó Enzo despeinandole el pelo a propósito, causando que Matías manoteara sus manos para separarlo.

—Salí, tonto —se quejó, sacando su celular para usarlo como espejo y arreglarse.

Enzo solo lo miró con una sonrisa, demasiado ocupado pensando en lo tierno que era sin que siquiera se diera cuenta. Ese instinto protector de “hermano mayor” que tenía se activaba cada vez que estaba con él, aunque sabía que no era por la misma razón que por la que cuidaba a su hermana. Eran sentimientos diferentes. 

—Dale, vamos, te quiero mostrar un lugar —lo apuró, empezando a caminar por el sendero en dirección al puente blanco que cruzaba el lago.

Matías lo siguió mientras se quejaba un poco porque no podía terminar de acomodarse el pelo.

—No me voy a subir más a tu moto, me deja el pelo hecho un desastre —comentó distraído mirando su propio reflejo en la cámara del celular.

Enzo dejó de caminar y Matías se chocó contra su espalda. El menor estuvo a punto de reclamarle por su movimiento brusco pero se calló al ver lo que tenía enfrente.

El amplio puente y la ambientación que tenía hizo que Matías sonriera con emoción y Enzo lo imitara al verlo feliz, siguiéndolo después de que saliera casi corriendo hasta el lugar para subir las pequeñas escaleras y poder llegar a la parte de arriba.

Cuando estuvieron arriba y en el medio del puente, Matías se acercó al barandal del costado para apoyarse ahí y ver hacia abajo, con curiosidad de observar todo lo que más pudiera.

—Cuidado, negri, que el puente es alto —mencionó acercándose al verlo prácticamente sacar la mitad de su cuerpo fuera.

—Es hermoso, gracias por traerme —habló el castaño, observando al mayor que lo miraba con una sonrisa tenue y los ojos brillando sutilmente. 

Enzo sentía su pulso acelerado y de repente se sintió nervioso por tener al contrario tan cerca. Él era demasiado hermoso y el pelinegro no sabía cómo controlar sus ganas de besarlo o decirle mil veces más que era muy lindo.

Matías se giró de nuevo hacia el lago y ahí Enzo cayó en cuenta de que lo había estado mirando demasiado sin siquiera decirle nada, seguro Matías pensaba que era raro por hacer eso.

Así como tenía ese efecto en él, no era de extrañar que lo tuviera con otras personas y Enzo sintió la necesidad de hacer algo para que esa chica al otro lado del puente dejara de mirar a Matías con esos ojos.

Disimuladamente—o tal vez no tanto—, apoyó su mano en el barandal donde estaba apoyado Matías, rodeándolo con su brazo y colocando su mano al lado de su cintura, pero sin tocarlo.

El menor, ante la repentina cercanía, lo miró con una mueca de confusión. 

—¿Y eso, por? —preguntó sin dejar de mirarlo.

Enzo se debatió si fingir demencia o decirle lo que sentía en esos momentos, y supuso que no tenía nada de malo si era un poco—demasiado— sincero.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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