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Permanecí en la puerta, queriendo salir. Abrí la boca, pero no emití ningún sonido, no quería mentirle. "¿Como sabes que...", comencé.

Tadeo señaló al escritorio, cuyo cajón (si te fijabas detenidamente) estaba más abierto de lo que debería. Con la emoción se me había pasado el cerrarlo correctamente. Mi vecino cogió mi mochila, sacó el libro y sacó unos calzoncillos. Eso le extrañó, lo noté en su rostro. "Pensaba que habías cogido dinero... no esto", dijo. 

Suspiró, dejó el boxer rojo en la mesa y me preguntó por qué lo había cogido. No respondí, prefería quedarme allí, rojo como un tomate a tener que confesar. Él insistió en la pregunta, yo seguía callado. 

"Joder, que no es tan difícil", dijo cuando perdió la paciencia, "¿por qué has cogido mis calzoncillos sucios?". Tragué saliva, mi cara estaba del color de las granadas. "Bueno, supongo que ya sé por qué lo has hecho.", se respondió a él mismo.

Me preguntó como supe donde estaba, a lo que respondí encogiéndome de hombros. Tadeo suspiró. El rubio recorrió la habitación en círculos mientras miraba al techo. Solo quería regresar a mi casa, pero temía que me dijera algo. O peor, que se lo dijera a mis padres.

Es por eso que empecé a disculparme. "Lo siento, Tadeo, yo solo quería...". "Hacerte una paja, ¿verdad?", me interrumpió, enfadado, "Venga, si quieres lamer el semen de mis calzoncillos guarreados, ¿no es mejor que llegue directamente a tu boca? Hagamos bien estas cosas."

Se bajó el pantalón y el Calvin Klein sin ninguna dificultad. Vi su pene flácido por primera vez, mediría aproximadamente 15 centímetros. "Venga, ¿a que estás esperando?", me dijo.

Esa fue mi señal. Me arrodillé y la introduje en mi boca. Su polla ganó longitud y dureza dentro de mi. El rubio me puso las manos en el cuello y metía cada vez más profundamente. En ocasiones notaba la punta rozando mi campanilla y las lagrimas saliendo de mis ojos. Disfrutaba como nunca, no me creía que se la estaba chupando a ese pedazo de hombre.

Tardó poco más de dos minutos en correrse. Me llenó la garganta de su espeso y salado líquido. Tras tragármelo todo, me ordenó en tono cortante que me fuese.

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