- 4 -

23 1 5
                                    

Esa noche me costó dormirme. Mi mente vagaba y recordaba una y otra vez lo que había pasado aquella tarde. Pese a ser mi primera vez chupando una polla, lo había hecho muy bien, y aunque desearía que las circunstancias hubiesen sido otras, había disfrutado mucho. 

Pero tenía incrustada la pregunta que me tenía desvelado: ¿me seguirá hablando después de todo? Había cometido un grave error, es cierto, pero lo hice solo por morbo, no quería quitarle ninguna prenda, incluso pensaba devolvérsela después de un tiempo. Me había dejado llevar por mis impulsos de pajero y ahora estaba sufriendo las consecuencias. 

Mi mano bajó hasta mi entrepierna, me había masturbado en la ducha, aun así, seguía caliente. No podía parar de recordad el tacto de su piel, su salado sabor, definitivamente me había terminado de conquistar. Me pajee con la almohada mientras me imaginaba que podría haber pasado si hubiéramos continuado. Terminé sobre la tela, gritando su nombre entre gemidos me vine. Tuve que tomar una ducha por segunda vez en el día, lo único que lamenté fue que mi vecino no estuviera metido conmigo. "Lo que le haría en un cubículo tan reducido", pensé.

Antes de dormir saqué una libreta. Solía escribir en prosa todos los días, sin embargo cuando pasaba algo significativo en mi vida iba corriendo a plasmar mis emociones en el papel y transformarlas a versos. Muchas veces no me sentía identificado en las historias que creaba y me llenaba de frustración, pero escribir poemas me daba la libertad que mis cuentos y novelas no podían proporcionarme.

Esa noche escribí solo un poema, al que titulé "Tu leche". 


Por favor, dame de tu leche.

No es la boca lo que me arde,

Deja que me aproveche,

dámela como esta tarde.


No me hace falta taza,

bájate los calzoncillos

para ser tu perra buenaza

y darme autoservicio.


Si, fui muy vulgar, ¿pero quien no lo es a veces? Además, creo yo que el erotismo le daba un toque especial a estos versos.

Cuando iba a dormir, recibí un mensaje. Tadeo me citaba de nuevo en su casa a la tarde siguiente, diciendo que "quería hablar sobre lo ocurrido". Acepté, temblando, su propuesta.

LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora