Al día siguiente fui de nuevo a su casa, a las seis ya me encontraba en su puerta. La principal diferencia era que estaba mucho más nervioso que la tarde anterior, no podía negar eso, incluso pensé en regresar a su casa.
Mi vecino salió de su pareado pocos segundos después de llamar al timbre. Llevaba puesta una camiseta que resaltaban sus bíceps y un pantalón gris que le marcaba... no, no quería mirársela.
Sonrió al verme, ese simple gesto hizo que todos mis miedos se desvanecieran casi por completo. Me invitó a pasar, su padre me saludó desde el salón. Fuimos a su habitación, una vez que los dos estuvimos dentro, Tadeo cerró la puerta.
El cuarto se quedó en silencio, hasta que le pregunté que quería decirme. Él se sentó en la cama, justo a mi lado. Me pidió que le mirase, y cuando lo hice empezó a hablar. Me dijo que ayer se enfadó mucho por haberle intentando quitar los calzoncillos, pero que aún no sabía como había sabido que los tenía en el cajón. Yo, colorado, respondí que yo también guardaba unos slips para pajas debajo del escritorio. El rubio sonrió y siguió con su discurso.
También me contó que ese día estaba más caliente de lo normal, que él no era normalmente así. Concluyó diciendo que lo que había pasado había sido un error. Iba a contestar que a mí si que me había gustado, no obstante, me mordí la lengua.
Aclarado eso, declaró que ya me podía ir a mi casa, sin embargo, no iba a permitir que la cosa se se quedara así. En un movimiento al que no pudo anticiparse, le dejé tumbado sobre el colchón. Me puse encima suya y nos empezamos a besar como si no me hubiese dicho nada, yo sabía que en realidad las ganas eran mutuas. Cuando noté que su polla empezaba a ponerse contenta (mi disparo de salida), le quité el pantalón.
"¿Qué vas a hacer?", me preguntó.
"Voy a hacértelo bien", contesté.
ESTÁS LEYENDO
Llamas
Любовные романыUn encuentro mal planificado con Tadeo provocó que pasásemos de vecinos a algo más que eso.