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Tuve que pellizcarme para comprobar que no estaba soñando. Tadeo estaba sentado (casi tumbado) en la cama con su polla erecta, aunque pareciese que él mandaba, yo era quien verdaderamente tenía el control. Se me pasó por la cabeza chupársela malamente a propósito, ya que su intención era que no volviéramos a follar; pero finalmente decidí poner todo mi empeño en el acto. Si lo hacía, lo iba a hacer como Dios manda, lo iba a hacer tan bien que cualquier persona que se la mamase después le pareciese poco.

Primero pasé mi lengua en círculos por su punta rosita, ahí ya empezaron los gemidos iniciales. Pese a ser virgen, mis lecturas eróticas me habían dado bastantes consejos y trucos para mamarla bien. 

Cuando mi vecino se tuvo que poner el cojín encima para tapar los gemidos pasé a la siguiente fase. Me metí su pene entero, este tocó el cielo de la boca. Lo mantuve dentro durante unos instantes, luego lo saqué lentamente, con mis labios chupando cualquier capilar que tuviese. "No voy a tardar mucho en correrme", me dijo.

Puse la boca como si me hubieran sacado el aire del interior y volví a introducir su polla en mi boca. Esta vez, para aumentar el placer, llegué a rozar sus huevos con mis labios, cada vez que esto sucedía emitía un gemido.

Irguió la espalda, pude ver en sus ojos que no le quedaba mucho. Me tumbé sobre la cama y di lamidas a su polla, como si de un helado se tratase. Liberó varios chorros de leche, la mayoría impactaron en mi lengua y en mi cara. Me hizo una foto y tras eso me tumbó en el colchón y me lamió apasionadamente los lefazos de mi rostro. 

"Ahora prepárate para lo que te viene.", dijo cuando terminó de limpiarme.

"¿No has terminado ya?"

Él rio.

"No, no hemos terminado."

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