No me dejes.

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Parte oculta de La Luna.
La sala de reuniones ya estaba repleta. Había un gran ambiente de nerviosismo. Nadie sabía el motivo de esa llamada y cada uno especulaba con una posible respuesta.
Dos de ellos estaban especialmente nerviosos, Vegeta y Bulma. Trataban de aparentar normalidad pero no podían desviarse la mirada el uno al otro cuando pensaban que no eran vistos.
La científica lo miró y no le pareció tan "medallitas", sino un soldado muy serio, concentrado y responsable además de guapo. No pudo evitar mirar esos labios que tanto le hicieron sentir.
El capitán se resistía pero por mucho que lo intentó el resultado fue un fracaso. Volvió a buscar esos ojos azules. De inmediato, casi podía volver a notar ese aroma a gardenias y ese dulce beso que ha superado con creces todo lo vívido.
Trata de concentrarse en lo que tiene que hacer, su misión como militar.
Comienza la reunión y el departamento de inteligencia toma la palabra.
Pelayo, el de mayor rango, informa a los asistentes que una gran masa de asteroides se acerca a este Sistema Solar, pero lo que en un principio pudiera ser fácil de solucionar o si no se hubiera prestado un poco más de atención, no sé detectaría unos sonidos anormales, presencia de diferentes metales y vida.
Pelayo, que antes fue un gran militar, pero al perder el ojo y la mano izquierda pasó al departamento de inteligencia. Dijo que esa masa estaba demasiado lejos aún y abanzaba demasiado lento para determinar qué o quién está detrás de ese cúmulo rocoso, pero que desde luego nada bueno se tiene que esperar si se parapeta de forma tan cobarde.
Entre todos acuerdan permanecer en la Sede e ir preparando una estrategia a medida que se acerquen.
Los de inteligencia seguirán recabando más información, imágenes, todo lo posible.
Bulma por su parte, con su equipo, trabajará en fabricar radares de más largo alcance, drones con autonomía ilimitada, mejora en armamento, trajes de combate, etc.
Los militares capitaneados por Vegeta, trabajarán mano a mano con inteligencia. El conocimiento es poder y cuanto más se sepa del enemigo, menos tiempo se tardará en aplastarlo. No obstante, al soldado se le cruza un nombre por la cabeza, el de un viejo enemigo y su padre. Prometieron venganza y su instinto le dice que pueden ser ellos, así que no desaprovecha el tiempo y entrena.

Una semana más tarde.
Bulma estaba concentrada en una de las mesas del laboratorio. Estaba tratando de hacer un fluido lo más explosivo posible pero que no se detonase al más mínimo golpe. Si tiene que ir en un dron por el espacio podría chocar con basura espacial o restos de planetas.
Tenía puesta su bata blanca habitual, unas gafas protectoras y unos guantes de látex.
En un matraz había disuelto varios componentes de base alcohólica. En la mano derecha tenía una pipeta con el último componente para esa prueba. Tenía que hacer la disolución de forma lenta, uniforme y a una temperatura de 80°C, para lo cual el matraz se encontraba sobre una fuente de calor a esa temperatura.
Todo iba perfecto y sin esperarlo, un temblor hizo que el matraz se precipitase al suelo sin apenas dar tiempo a Bulma a salir corriendo.
La solución al impactar contra el suelo explotó. La botella que lo contenía se fragmentó en pequeños trozos de cristal que se transformaron en proyectiles transparentes.
Tres de ellos alcanzaron a la científica haciéndola caer al suelo. Uno de ellos en el hombro derecho, era el que peor pinta tenía y los otros dos en la pierna izquierda.
La sala de entrenamiento no estaba muy lejos del laboratorio y Vegeta pudo escuchar con claridad la explosión.
Deja el entrenamiento y va corriendo al laboratorio. Es el primero en llegar y queda impactado al ver la mesa de trabajo ardiendo y a Bulma malherida en el suelo.
Se acerca y la examina, lo más grave es el hombro. Presiona la herida con la mano para evitar una hemorragia mayor.
Con la otra acaricia la cara de Bulma. Quería tranquilizarla, que sintiera que con él estaría bien.
_ ¿Qué ha pasado?
_ Ese temblor. Hizo caer mi nuevo explosivo.
_ Bueno, sabemos que funciona -le dice con una leve sonrisa a la que ella le corresponde - ¡Vosotros! ¡Científicos ineptos! ¿No sabéis llamar al servicio médico?
Los dos compañeros de Bulma estaban petrificados por todo lo ocurrido. La orden de Vegeta hizo que uno de ellos hiciera esa llamada.
Bulma sentía mucho dolor pero a la vez notaba que la presencia del Capitán la reconfortaba y como pasa cuando está con él. Empezó a actuar como nunca hizo.
Bulma también acaricia el rostro de Vegeta que sin poder evitarlo, cierra los ojos para sentir el tacto de su piel al máximo.
_ No me dejes, por favor.
Un sorprendido guerrero abre los ojos.
_ No pensaba hacerlo.
_ Bésame, lo necesito.
No dijo nada. Acudió raudo a sus órdenes. La besó con delicadeza, con mucho cuidado para no hacerle ningún daño. El también lo estaba deseando. Nacían dentro de su ser nuevos sentimientos que no creía que existían o que pudiera tener.
Los médicos les sacaron del sueño.
_ Ejem, ejem.
_ Si, ella es Bulma, ha sufrido heridas de metralla. La más importante es la del hombro.
_ En los labios no tiene nada ¿Verdad?
Los dos se ruborizan.
La ponen en una camilla y cuando se disponen a llevársela a la zona hospitalaria, Vegeta les interrumpe.
_ Yo voy con ustedes.
_ Está bien, pero no moleste.
Ya en el Hospital los cirujanos extraen los trozos de cristal y realizan las suturas correspondientes. Pasan a Bulma a la habitación para que se recupere de las heridas y de la anestesia. Ahí la espera un impaciente Vegeta.
Tras unas pocas horas la científica de ojos azules se despierta y ve que está en una cama de hospital, con una vía puesta y.... Vegeta duerme a su lado, la abraza mientras tiene la cabeza acurrucada en su hombro sano, respirandola y su rabo, esta vez la sujeta a ella por la cintura.
Bulma disfrutaba de esa sensación de paz que transmitía y como no, de su belleza y de lo masculino que le parecía.
_ A esto podría acostarme.

Ay, Señorita Biefs, cuidado con esos deseos.

¿De verdad eso es el amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora